Putin, el cosmismo ruso y la eugenesia

En este artículo, traducido para Bache con la venia del autor, el investigador inglés Jules Evans analiza la aparente relación que une a un movimiento surgido a fines del siglo XIX en Rusia con las políticas de Vladimir Putin y sus asesores en el Kremlin. ¿Qué sucede cuando un líder mundial se fascina con una filosofía estrafalaria?, se pregunta.

 

Desde hace un tiempo, el filósofo y profesor Jules Evans investiga los cruces entre conspiración, espiritualismo y política, lo que él denomina conspiritualism. Y en este texto que hoy presentamos rastrea los orígenes de un movimiento filosófico-científico ruso, el cosmismo, hasta la actual presidencia de Vladimir Putin. ¿Pueden entreverse las ideas cosmistas de vencer la muerte, una super etnia y un destino cósmico para Rusia en los discursos del presidente ruso? ¿Qué sucede cuando ciertas ideas pseudocientíficas y teorías conspiracionistas comienzan a moldear la política de Estado? Lejos de clausurar la reflexión en una sola respuesta y de acotar las complejidades de la geopolítica a una única interpretación, este ensayo de Evans encuentra su valor al abrir una puerta que permite pensar cómo algunas teorías de corte místico pueden incidir en la realidad política y social contemporánea.

Como se señala en la contratapa de Cosmismo ruso (2021), una compilación de textos de autores cosmistas editada recientemente por Caja Negra, «recuperar la tradición de este movimiento puede servirnos no solo para descubrir las inesperadas resonancias que sus ideas tienen en el presente sino para recrear la confluencia entre desarrollo tecnocientífico y políticas emancipatorias».

 

*Por Jules Evans

 

¿Qué sucede cuando un líder mundial se fascina con una filosofía estrafalaria? En este artículo vamos a examinar un movimiento conocido como cosmismo, que apareció entre fines del siglo XIX en Rusia y principios de la Unión Soviética, y que se impuso la gran tarea de guiar la evolución hacia la creación de superseres inmortales y cósmicos. Pero, ¿cómo esta filosofía fanática influyó en Vladimir Putin y cómo puede haber ayudado a inspirar el incipiente programa de eugenesia del Kremlin?

La idea de los superhombres rusos existió antes del cosmismo, por supuesto. En los cuentos populares rusos paganos, encontramos historias de chamanes, brujas y héroes capaces de aprovechar las energías espirituales del universo para realizar hazañas sobrehumanas. En el cristianismo ortodoxo ruso se encuentra la teoría de la divinización: los humanos pueden asemejarse a Dios a través de la práctica mística. También se encuentra la idea del zar como un emperador divino que salvará al mundo estableciendo una teocracia universal. Y existe una tradición centenaria de esoterismo ruso que incluye a figuras como Madame Blavatsky y George Gurdjieff, quienes afirmaban que podían atraer las energías del universo para crear una nueva raza de hombres-dioses.

 

 

Pero el cosmismo como movimiento comienza con Nikolai Fedorov, quien vivió entre 1829 y 1903 trabajando primero como maestro de escuela regional y luego como bibliotecario en la biblioteca Rumyantsev de Moscú. Fue apodado el “Sócrates de Moscú” por sus hábitos ascéticos y su filosofía radical. Tenía un objetivo que lo abarcaba todo: el logro de la inmortalidad y la resurrección de los muertos.

Anteriormente este objetivo había sido tomado de forma mística, cuando debería tomarse de forma literal: debemos dedicar toda nuestra energía en conquistar a la muerte. Esta “filosofía del deber en común” unirá a toda la humanidad en una sola familia y con el mismo objetivo. Por lo tanto también deberíamos resucitar a nuestros antepasados, mediante una forma de clonación que recrearía no solo sus cuerpos sino también sus personalidades.

Cuando la humanidad haya resucitado a todos los que vivieron alguna vez, a los 120 mil millones de nosotros, tendremos que expandirnos a otros planetas. Debemos convertirnos en “capitán y tripulación de la nave espacial Tierra” y dirigirla a través del espacio. “Toda nuestra tierra es demasiado pequeña e insignificante; deberemos buscar los medios para vivir en otros mundos”. Llenaremos el universo sin vida con conciencia y alegría.

La inmortalidad es para todos, pero Fedorov creía que había un papel especial para Rusia, ya que le correspondía a un zar —designado por Dios— unir a toda la humanidad en esta “causa común».

 

Nikolaï Fedorov, por el artista Léonid Pasternak

Fedorov puede sonar como un chiflado, pero los grandes escritores de su época lo tenían en alta estima. Tolstoi lo visitaba y se refería a él, Dostoievski se pronunció de acuerdo con su visión, y Vladimir Solovyov, quizás el más grande filósofo de Rusia, declaró: “Desde la aparición del cristianismo, su ‘proyecto’ es el primer movimiento del espíritu humano que avanza por el camino de Cristo.'»

Solovyov se declaró a sí mismo como discípulo de Fedorov y pidió una teocracia universal bajo el control de un zar ruso, para acelerar el “largo y difícil pasaje de la humanidad desde la naturaleza-bestia hacia la naturaleza-Dios”. La siguiente etapa en la evolución sería convertirse en seres espirituales inmortales: solo Cristo ha alcanzado por el momento esta etapa, pero toda la humanidad pronto lo seguirá. Sin embargo, mientras Solovyov pensaba que esta evolución espiritual sucedería a través de métodos mágico-espirituales, Fedorov insistía en la resurrección científica. Pero ambos acordaban en que la humanidad sería salvada por la teocracia rusa.

¿Cuán seguros estamos de que una filosofía tan disparatada no pudo inspirar a Putin? Muchos especialistas en el Kremlin destacaron una referencia puntual a la obra de Fedorov que Putin hizo en 2014, cuando dijo:

Todos queremos lo mismo: bienestar para Rusia. Por lo que las relaciones entre empresa y Estado deben construirse sobre la filosofía de una causa común.

También en 2014, año en que Putin invadió Ucrania por primera vez, recomendó La justificación del bien de Solovyov a los gobernadores regionales de Rusia. Entonces, estos dos autores pueden haber jugado un papel en su creciente visión de sí mismo como un zar que une al pueblo ruso en pos de una misión sagrada. Pero sus afiliaciones cosmistas van más allá de eso.

Eugenesia cósmica

El discípulo más influyente de Fedorov fue un joven sordo llamado Konstantin Tsiolkovsky, que aparecía todos los días en la biblioteca de Rumyantsev. Fedorov le dio libros al niño campesino para leer e inundó a su joven estudiante con el sueño del cosmismo.

Tsiolkovsky se fue a vivir a una casa de madera en las afueras de Kaluga, en donde se dedicó a pensar cómo enviar humanos al espacio. “La Tierra es la cuna de la humanidad”, escribió. “Pero uno no puede permanecer en la cuna para siempre”. Entre sus inventos se encuentran los cohetes propulsados ​​a gas líquido, las esclusas de aire y los trajes espaciales resistentes a la presión, todas invenciones que resultaron fundamentales para viajar en el espacio. Su escritura inspiró directamente el trabajo de Sergei Korolev, el autor intelectual del programa soviético espacial Sputnik.

Los diseños espaciales de Tsiolkovsky

También hay un aspecto oculto y fanático en su pensamiento. Tsiolkovsky, como Wells y Huxley, creía que todas las naciones deberían convertirse en un solo sistema político gobernado por los especímenes más avanzados de la humanidad. Las formas de vida menos inteligentes deberían ser eliminadas en todo el cosmos, en una forma de eugenesia cósmica que sobrepasa incluso los sueños más salvajes de los nazis. Escribió:

En mil millones de años nada imperfecto, tanto en la fauna, la flora y en los seres humanos contemporáneos, existirá en la Tierra. Solo quedará lo mejor… en el cosmos no hay lugar para la vida imperfecta y sufriente: los planetas inteligentes y avanzados aniquilan tales formas de vida.

Tsiolkovsky, a su vez, tuvo un estudiante en Kaluga llamado Alexander Chizhevsky, que se convirtió en biofísico soviético y cosmista. Chizhevsky (1897-1964) pensó que se necesitaba entender a los humanos no solo como seres ecológicos, sino como seres cósmicos. Nuestra sangre fluye con las “venas del cosmos” y nuestro corazón late con “el pulso del cosmos”. La historia humana se ve profundamente afectada por el sol, creía Chizhevsky, y elaboró ​​una teoría que correlaciona los acontecimientos históricos como la revolución de octubre de 1917 con las erupciones solares. El mundo se calienta, entonces suceden las revoluciones.

 

 

El biogeólogo Vladimir Vernadsky (1863-1945) propuso una forma similar de cosmismo. Vernadsky creía que la Tierra había pasado por tres etapas: la geosfera, cuando la Tierra estaba inanimada; la biosfera, cuando la Tierra se convirtió en un ecosistema vivo; y ahora la noosfera, cuando se convirtió en un sistema consciente de sí mismo. Esto es similar a las ideas de Julian Huxley y Teilhard de Chardin, quienes usaron por primera vez el término noosfera; es posible que Vernadsky haya escuchado la palabra a través de un amigo suyo francés. Al igual que Huxley y Chardin, Vernadksy cree que la evolución humana no ha terminado y que evolucionaremos hacia superseres que, según su visión, podríamos fotosintetizar directamente la energía del sol a través de nuestros cuerpos.

Vernadsky influyó en uno de los pensadores favoritos de Putin, Lev Gumilev, a quien examinaremos en los próximos párrafos, y también en el jefe de gabinete de Putin, Anton Vaino. En 2012, cuatro años antes de ser nombrado miembro del Kremlin, Vaino publicó un artículo en el que afirmaba haber inventado una tecnología llamada Nooscope‘, que es “el primer dispositivo que permite el estudio de la conciencia colectiva de la humanidad”. Suena como una basura, pero ese es el punto. Putin se fue rodeando cada vez más de chiflados y conspiracionistas.

Los constructores de Dios

En la década de 1920 la filosofía cosmista fue adoptada y puesta en práctica por figuras influyentes del partido bolchevique, incluido Alexander Bogdanov, uno de los fundadores del partido; Anatoly Lunacharsky, Comisario Soviético de Educación; Leonid Krasin, el primer banquero extranjero de la URSS; y el novelista Máximo Gorki.

Este grupo ha sido descrito como los nietzcheanos rusos: todos se inspiraron en Nietzsche y su visión del próximo superhombre. En la Rusia imperial y la URSS la visión de Nietzsche no se asumió como un proyecto de autorrealización individual o un proyecto para la élite aristocrática, como sucedió en Occidente, sino como un gran esfuerzo colectivo. Todo el proletariado se uniría en la construcción de Dios (bogostroitel’stvo).

El filósofo John Gray describe la construcción de Dios como “una especie de culto misterioso secular… Los constructores de Dios creían que un verdadero revolucionario debe aspirar a deificar a la humanidad, una empresa que incluye la abolición de la muerte”. Anatoly Lunacharsky imaginó la construcción de Dios como una nueva religión, para construir “la humanidad socialista del futuro. Esta es la única divinidad accesible al hombre; su Dios aún no ha nacido, pero está siendo construido… Dios es la humanidad del futuro”.

Se trata de una visión similar a la de Julian Huxley de una religión evolutivo-eugenésica para unir a la humanidad. Al igual que Huxley, Lunacharsky imaginó al estado usando todos los medios de propaganda a su disposición para promover la construcción de Dios. Lenin fue un breve fanático de esta idea, inspirado por haber leído La ciudad del sol, de Tommasso Campanella, una utopía mágica renacentista en la que los ciudadanos se transforman espiritualmente a través del arte mágico, la arquitectura y la eugenesia.

La idea de la evolución de una nueva especie, el homo sovieticus, era bastante común en los primeros años de la URSS. León Trotsky escribió:

El hombre se propondrá dominar sus propios sentimientos, elevar sus instintos a las alturas de la conciencia, hacerlos transparentes, extender los hilos de su voluntad hacia rincones ocultos y, de ese modo, elevarse a sí mismo a un nuevo plano, crear un tipo biológico social superior o, si se prefiere, un superhombre.

 

Discurso de Lenin ante los destacamentos del Ejército Rojo el 5 de mayo de 1920 (Isaak, Brodsky, 1933).

 

Uno ve algunos paralelismos con el nazismo, que también cooptó a Nietzsche y su sueño del superhombre venidero. Pero hay diferencias entre la construcción de Dios soviética y el programa nazi para crear superseres. En la construcción de Dios soviética se encuentra una obsesión por lograr la inmortalidad que no se encuentra en el nazismo. Alexander Bogdanov, por ejemplo, experimentó con la extensión de la longevidad a través de transfusiones de sangre. Después de diez transfusiones de sangre afirmó haber logrado detener la caída del cabello. Su amigo Leonid Krasin estaba igualmente obsesionado con la inmortalización. En el funeral de un amigo, en 1921, declaró:

Estoy seguro de que llegará el momento en que la ciencia será todopoderosa, que será capaz de recrear un organismo muerto… Y estoy seguro de que cuando llegue ese momento, la liberación de la humanidad, utilizando todo el poder de la ciencia y la tecnología, cuyas fuerzas y ​​capacidad ahora no podemos imaginar… será capaz de resucitar a grandes personajes históricos…

Cuando Lenin murió en 1924, Krasin intentó congelar criogénicamente su cuerpo para evitar la descomposición. No funcionó, así que ordenó embalsamar el cadáver de Lenin. Él y Lunacharsky se unieron a una “Comisión de Inmortalización” para crear un mausoleo para Lenin. Estaba destinado a ser un santuario sagrado para el bolchevismo y un símbolo de Lenin y la futura resurrección de la humanidad. Como reza el lema del Partido en el famoso afiche: “Lenin vivió. Lenin vive. Lenin vivirá de nuevo”.

¿Qué papel jugó la eugenesia en los pensamientos cosmistas o de construcción de Dios? No uno central, ciertamente, si lo comparamos con el papel que desempeñó en el nazismo. Pero se encuentra en ocasiones en la eugenesia cósmica de Tsiolkovky, por ejemplo; o en el filósofo cosmista Valerian Murayov, quien pidió un “gobierno cosmocrático” para crear una nueva especie de superhombres en tubos de ensayo. Uno de los estudiantes de Julian Huxley, el genetista marxista, ganador del premio Nobel, Herman Muller, viajó a la URSS en los años ‘30 para tratar de persuadir a Stalin de que introdujera un “banco de esperma de genios” para elevar los niveles generales de coeficiente intelectual de los ciudadanos soviéticos.

Pero la eugenesia nunca despegó en la URSS bajo el control de Stalin. Era vista como una ciencia burguesa, que miraba al pasado más que al futuro. Stalin prefería el lamarckismo -una teoría alternativa de la evolución- que sugería que, a través de la fuerza de voluntad y los cambios sociales, uno puede alterar su ADN y transmitirles las alteraciones a tus hijos. Eso se transformó en política estatal oficial, y la URSS se convirtió en el primer Estado en poner fin a su programa de eugenesia en 1931. Es recién en los últimos años que la eugenesia rusa parece estar regresando.

El cosmismo después de la caída de la URSS

Desde la caída de la URSS, el cosmismo disfruta de un renacimiento. Los científicos rusos se han dedicado al proyecto de extensión de la vida y eventual inmortalidad. Danila Medvedev, por ejemplo, ha trabajado en “upgrades mentales” utilizando tecnología informática. También abrió un centro de congelación criogénica con su esposa: cuando la pareja se divorció en 2021, hubo una disputa legal por el control de los 81 cadáveres congelados.

La investigación rusa sobre la inmortalización ha sido impulsada en California y también financiada por oligarcas locales que están ansiosos por evitar la muerte. Por ejemplo, en 2012, el multimillonario Dmitry Iskov lanzó Rusia 2045, un proyecto para hacer inmortales a los humanos.

 

Oleg Deripaska, uno de los hombres más ricos de Rusia, donó dinero para descubrir el “elixir de la juventud’” en la Universidad Estatal de Moscú. Sergei Young, un millonario ruso, lanzó el Longevity Vision Fund para extender la vida humana a 200 años. Vladimir Bryntsalov, un magnate farmacéutico, instaló un laboratorio de rejuvenecimiento personal para extender su vida a través de inyecciones de células madre.

Putin no ha apoyado públicamente la investigación de la inmortalización, aunque parece haber recibido inyecciones de botox, y CNN informó que se baña en sangre de cuernos de venado, una técnica de rejuvenecimiento popular en Rusia.

Lev Gumilev y la eugenesia espiritual rusa

Sin embargo, Putin ha apoyado públicamente las teorías neocosmistas de un geógrafo y etnólogo ruso llamado Lev Gumilev (1912-1992). Gumilev desarrolló una extraña teoría cosmista que indica que las etnias y las civilizaciones surgen y caen según su capacidad para absorber energía del espacio exterior. Llamó a esto pasionaridad. Algunas figuras históricas son “apasionados” mutantes con una capacidad inusual para canalizar la energía cósmica: Gumilev da ejemplos como Alejandro Magno y Napoleón. Pero no pueden hacer nada a menos que lideren a un super-ethnos que también tenga abundante energía cósmica.

Gumilev pensaba que cada etnia sigue un ciclo de creación, ascenso y declive. Cuando diferentes grupos étnicos se encuentran, por lo general compiten hasta que uno es aniquilado. No deberían mezclarse ni entrecruzarse; esto produce grupos étnicos quimera sin identidad ni energía, que adoran el “vacío” en lugar de la “fuerza vital”. Gumilev criticó particularmente a los judíos como una etnia parasitaria. Él, un patriota nacionalista, creía que el pueblo ruso era una etnia excepcionalmente enérgica gracias a su mezcla euroasiática que une la herencia occidental con la de Asia (Gumilev no explica la contradicción de que la mezcla étnica suele ser fatal,  aunque en el caso de Rusia sería la fuente de su fuerza).

Desde su muerte en 1992, Gumilev se ha convertido en una “figura de culto” en Rusia. Le dio al cosmismo un ángulo étnico y racial que atrajo a muchos rusos postsoviéticos. Entre sus seguidores se encuentra el presidente Putin. En 2016, en su principal discurso federal, dijo:

Los próximos años serán decisivos. Quién tomará la iniciativa y quién permanecerá en la periferia e inevitablemente perderá su independencia dependerá no solo del potencial económico sino principalmente de la voluntad de cada nación, de su energía interna, a la que Lev Gumilev denominó passionarnost: la capacidad de avanzar y abrazar el cambio.

Gumilev comparó civilizaciones con volcanes -algunos inactivos, otros activos- y afirmó que la etnia rusa sigue siendo un volcán activo en comparación con la Europa moribunda. Y en febrero de 2021, Putin declaró:

Yo creo en la pasionaridad, en la teoría de la pasionaridad… Rusia no ha llegado a su punto máximo. Estamos en marcha, en marcha del desarrollo… Tenemos un código genético infinito. Se basa en la mezcla de sangre.

Quizás Putin se ve a sí mismo como un pasionario, un superhéroe mutante cósmico con una energía intergaláctica inusual capaz de unir y guiar a la “super etnia” del pueblo eslavo. Ciertamente, piensa en los rusos, ucranianos y bielorrusos como “un solo pueblo”, como lo expresó en el ensayo que publicó antes de la invasión de 2022.

También parece creer que Occidente está tratando de atacar genéticamente a los eslavos. En 2017 dijo que las potencias extranjeras “recolectan material biológico en todo nuestro país, de varios grupos étnicos, personas que viven en diferentes puntos geográficos de la Federación Rusa, lo hacen con un propósito y de manera profesional”. Al año siguiente habló de armas biológicas “muy peligrosas” que tienen como objetivo “ciertos grupos étnicos de forma selectiva”. Desde que comenzó la guerra, el Kremlin ha repetido la idea de que Estados Unidos está financiando laboratorios biológicos en Ucrania para desarrollar armas biológicas que puedan apuntar a etnias específicas.

 

Foto: AP

Esta extraña teoría de la conspiración racial-eugenésica parece haber surgido de su amistad con los hermanos Kovalchuk. Yuri Kovalchuk es uno de sus amigos y asesores más cercanos, quien ha sido llamado el segundo hombre más poderoso de Rusia. Kovalchuk tiene una cosmovisión místico-conspiritualista, al igual que su hermano, el físico Mikhail Kovalchuk, a quien Putin nombró director del Instituto Kurchatov en 2005.

En un discurso de 2015 -traducido al inglés acá y en ruso acá-, Mikhail Kovalchuk, uno de los científicos más poderosos de Rusia, sugirió que la agencia estadounidense DARPA está creando una nueva generación de “personas serviciales” infrahumanas con “autoconciencia limitada”. Putin también dijo en 2018 que “pronto las personas podrán crear un nuevo ser humano con características programadas”.

En el mismo discurso, Mikhail Kovalchuk compartió la teoría conspiracionista de que la élite occidental está tratando activamente de reducir la población en todo el mundo, incluso mediante la difusión de propaganda gay. Dijo:

…lo siguiente es la reducción real de la tasa de natalidad mediante la introducción en la conciencia de las masas de ideas que contradicen las naturales. Estamos hablando de personas LGBT, de familias sin hijos y todo lo demás…

Putin también declaró, en 2013, que los matrimonios entre personas del mismo sexo estaban causando la extinción de las civilizaciones occidentales:

Las tasas de natalidad son bajas, los europeos se están extinguiendo, ¿entienden eso o no? Los matrimonios entre personas del mismo sexo no producen hijos…

Estos temores paranoicos de intentos extranjeros para destruir a la “etnia” rusa llevaron a Putin a financiar varios proyectos de “biodefensa”, incluido un proyecto de 2 mil millones lanzado en 2020 en el Instituto Kurchatov, dirigido por su hija Maria Vorontsova para investigar el “genoma ruso”.

El mismo título revela la extraña mezcla de raza y genética: uno no investigaría el “genoma británico”. No está claro qué hará el proyecto; se ha informado que mapeará las características genéticas rusas y buscará “corregir defectos”. También hay que señalar que el único científico que dice públicamente que planea crear bebés editados con CRISPR es un ruso, Denis Rebrikov.

En 2013, Putin dijo que Rusia todavía estaba buscando una “’idea nacional” y, de alguna manera, lo que está sucediendo en Rusia muestra el peligro de preferir las ideas místicas a la realidad. Al igual que en la América de Trump, estamos viendo lo que sucede cuando las ideas pseudocientíficas y las teorías conspiracionistas se convierten en política de Estado. Se termina con un Estado y un ejército desmoronados, liderados por un “zar divino” inflado por el ego y con una idea espiritual grabada a fuego en su mente: la unificación, protección y mejora del “super-ethnos” ruso. Todo y todos deben ser sacrificados en esta causa común.


 

*Leé el artículo original (en inglés) acá

-Y acá la recopilación de textos de Evans dedicados al vínculo entre New Age, espiritualismo y eugenesia, Spiritual Eugenics

-Web de Jules Evans

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