Tal vez, la gente no se muera nunca. Quizás al morir le llega el nombre de la muerte y mientras sigue rebotando la idea de la muerte contra el signo y la noción de la muerte, la vida continúa en suspenso.
Fogwill
El escritor, docente y artista plástico Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974) nos cuenta por qué eligió esta cita del cuento “Help a él”, de Rodolfo Fogwill (contenido en Pájaros de la cabeza (1985) como epígrafe de su novela Pequeña flor (2015, Random House).
…
Por Iosi Havilio
La muerte va a dejar de existir. ¿Cómo? Eso, que la muerte va a dejar de existir. Quién dijo. TN. ¿TN? Sí, lo escuché en TN, esta mañana. Ah, mirá vos. En serio, en unos años, no se sabe exactamente cuántos, pero seguramente en mucho menos de lo que imaginamos la muerte va a dejar de existir… al menos tal cual la conocemos. La vida se va a prolongar hacia lugares insospechados, bordes muy absurdos. Morir no va a ser como ahora, de una vez, va a ser una especie de tránsito larguísimo, infinito… con el tiempo el ser humano se va a ir olvidando de la muerte. Ese es el punto. El taxista no hablaba en joda, estaba convencidísimo. TN miente, dije antes de bajarme o debería haber dicho. Bastante después de esa conversación/revelación, un sábado por la tarde, aburrido y un poco loco, me puse a pensar en cómo sería matar a mi vecino. Sin razón. Pensé en los pasos, en los modos, en las consecuencias. Escribí un bocetito tirado en la cama. Cuando la historia se puso seria, me volví a aburrir. Los policiales nunca fueron mi fuerte. A veces me encantan, igual. Insistí. Me divirtió imaginar que la policía nunca llegaba, que el vecino asesinado no moría. Me vino Raskolnikov. No cuando mata a la vieja usurera, la escena que sigue. Siempre me fascinó. Esa larga errancia/devaneo por la ciudad admirado/enloquecido porque nadie se enteró de su crimen, asombrado de que todo siga igual, apurando calles, cruzando puentes, bebiendo té con un colega, hablando de banalidades. Mientras se escribía la novelita en cuestión, aparecieron otros textos, reminiscencias, músicas, Tolstoi, el Evangelio, Ajmátova, Bechet. Muchas citas posibles, epígrafe sí, epígrafe no. Cerca del cierre, llegando a las galeras, se me cruzó Vera, la mujer muerta y resurrecta de Help a él, que es a su vez un Aleph muerto y resurrecto. Volví a leer, di con esa frase maravillosa, juguetona, ping ball hacia la eternidad. La recordaba pero no la recordaba. Fogwill había muerto hace unos años, nos habíamos hecho casi amigos cerca del final. Su nombre seguía rebotando en mi cabeza, la idea de su nombre, el signo y la noción. Vivo y en suspenso. Entre la muerte y la idea de la muerte. Y ahí sigue. ¡Ah! ¡Era esto! Nada que decidir, estaba dicho. Dichísimo. No, la muerte no va a dejar de existir. Falso. TN miente. Verdadero. La muerte nunca existió en todo caso. O como dice el narrador de Help a él unas líneas más adelante: La muerte fue brevísima.

+ Leé más Epígrafes:
- Selva Almada: Chicas muertas y Susana Thénon
- Santiago Farrell: János y Gustave Flaubert
- Marcelo Larraquy: Galimberti
- Camila Sosa Villada: Las malas y Gabriela Mistral
- Santiago Roncagliolo: J. M. Coetzee y La cuarta espada
- Diego Muzzio: Las esferas invisibles