Contracampo: marea alta en el Festival de Cine de Mar del Plata

La historia del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es inmensa, tanto que lleva 70 ediciones. En 1954, durante la presidencia de Juan Domingo Perón, empezó siendo una muestra de cine. Se volvió competitivo, con Jurados y Premios, en 1959 y hasta 1970. En ese período de tiempo, Jules et Jim, de François Truffaut, formó parte de la competencia, Paul Newman se sacó una foto con Mirtha Legrand, Pier Paolo Pasolini presentó Medea y por ahí se puede encontrar una foto picarona de Jacques Tati fumando un pucho durante una recepción. Fue un festival que desde sus inicios miró mucho a Europa, en especial a la Nouvelle Vague, pero en su programación aparecían nombres como Leonardo Favio, Rodolfo Kuhn, Leopoldo Torre Nilsson, Manuel Antín, entre otros. Luego de esas ediciones, el festival pasó 26 años sin realizarse hasta que retomó su “segunda etapa”, en 1996, como el único Festival de Cine Clase A de América Latina. 

Múltiples personalidades y estrellas pasaron por las salas y alfombras rojas de Mar del Plata. El festival fue hogar de cineastas emergentes, retrospectivas, proyecciones en fílmico musicalizadas, homenajes, focos, publicaciones literarias, actividades especiales, charlas con maestros y más. Lo cierto es que desde afuera todo se ve muy lindo pero ¿y el detrás de escena? Un grupo, más bien un equipo inmenso de trabajadores que pone a andar esta maquinaria. 

Como muchos otros, en el Festival de Mar del Plata funcionan diferentes áreas que durante meses están conectadas las unas con las otras trabajando para ofrecer siempre el mejor evento en una ciudad que recibe al cine como ninguna otra. Los trabajadores audiovisuales y voluntarios de la ciudad dialogan con los directores, realizadores, elencos y equipo técnico porque siempre consideraron al cine como una actividad colectiva. 

Popular tradición de esta tierra (2024), de Mariano Llinás, forma parte de la programación de Contracampo.

Durante 2024 el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) sufrió cambios radicales, hubo reestructuraciones en las políticas de fomento y los dos grandes eventos que se organizan desde el Instituto sufrieron modificaciones: Ventana Sur, que ahora se hace en Uruguay, y el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Los recortes estuvieron acompañados de números falsos e ideas mágicas mientras que, a los ojos del mundo, la preocupación por la continuidad de nuestra cinematografía crece. Por ejemplo, la histórica revista francesa Cahiers Du Cinema tituló su número de marzo pasado ¿Hacia dónde va Argentina? Mapeo de un cine abundante y amenazado, colocando a Trenque Lauquen, de Laura Citarella, como número 1 en su top 10 de 2023 y dedicando un dossier extenso y urgente a la situación del cine en Argentina. 

La implementación de estas políticas puso en riesgo la producción de cine nacional. Varios colectivos y organizaciones se manifestaron y promovieron acciones a lo largo del año mostrando el descontento con la gestión. En esa misma línea surge Contracampo. En sus propias palabras, se definen como una acción en defensa del cine argentino organizada por un grupo autoconvocado de directores, productores, críticos y trabajadores del cine. Contracampo es una acción política que nace porque la libertad de expresión, la radicalidad estética y el federalismo cinematográfico están bajo amenaza.

Desde Bache conversamos con el colectivo para conocer más sobre esta iniciativa.

¿Cómo se gesta Contracampo? ¿Qué status consideran que tiene? ¿Es una muestra, una acción política, un festival o todas las anteriores? 

Contracampo se gesta a partir del malestar con las diferentes situaciones alrededor del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de las que nos íbamos enterando. Notábamos que se quería parecer cada vez menos a ese Festival del que todos fuimos parte como espectadores y que tuvo un lugar muy importante para que las películas argentinas encontraran su público. Entonces, a varios del grupo organizador se les ocurrió que querían hacer “algo” durante los días del Festival, en la misma ciudad. Nos parecía que si siempre había sido una fiesta, un momento de comunión, en esta edición no había nada que festejar. Esta gestión del INCAA, de quien depende directamente Mar del Plata, está haciendo todo lo posible por achicar y homogeneizar el cine argentino: ¿Cómo ser parte? A su vez, desde Contracampo apoyamos y acompañamos a quienes presentan sus películas en el Festival Oficial porque también forman parte de la cinematografía nacional y es un espacio que no hay que dejar vacío.  

Fuimos cruzándonos, charlando, hasta que se armó un grupo de veinte personas entre cineastas, productores, técnicos, críticos. Todas personas que, si bien pertenecemos a un mismo ámbito, muchas veces pensamos diferente, pero eso no nos impide avanzar, sino todo lo contrario, encontramos una síntesis muy virtuosa. 

Muy pocos de nosotros habíamos trabajado en un festival de cine. La mayoría sólo había ido como espectador o a presentar películas. No tenemos mucha experiencia en ese tipo de cuestiones organizativas. No queremos ser un festival: lo nuestro es una acción política en función de visibilizar y juntar películas que creemos que merecen ser vistas como una muestra de la diversidad y de la potencia estética del cine argentino. Nuestra intención es generar espacios de debate que no están siendo planteados desde el Festival Oficial, ya sea en las actividades especiales o desde el momento que la entrada sale 4 mil pesos. 

El nombre Contracampo tiene un peso importante en la historia del cine argentino. En los años 50 fue una revista originada en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que incitaba al debate y la discusión, y en los 90 fue una sección que celebraba la vanguardia y poética dentro de la programación del Festival Internacional de Mar del Plata, que retornaba luego de 26 años de interrupción. ¿Qué los impulsó a elegir ese nombre en momentos como este y por qué eligieron una sala icónica como la Enrique Carreras para llevarlo adelante?

Sabíamos que había existido la legendaria sección creada por los Sarquís en los 90, que había sido faro de un “otro” cine que no llegaba a las salas ni al Festival, que no tenía el ímpetu que tuvo después. Por eso nos pareció un buen homenaje pedirle a Nicolás Sarquís si nos prestaba ese nombre por este año, para tener impacto. Y él gentilmente dijo que sí, aunque no participe de la organización ni sepa qué películas se están programando. 

Lo del Teatro Enrique Carreras fue una casualidad: en realidad habíamos pensado en otro cine también muy identificado con el Festival pero por diferentes manejes no pudimos firmar contrato. Ahora estamos armando una pantalla y haciendo casi un cine desde cero, ya que en el Carreras hacía mucho que no se proyectaba cine. 

El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es el único clase A de América Latina. Este año el perfil cambió de forma radical, más que nada en su postura para con el cine argentino. Desde Contracampo, ¿cómo prepararon la programación?

No hubo una convocatoria abierta porque no hay programadores en el grupo que puedan elegir una programación basada en criterios estéticos. Si se abría una convocatoria había que manejar mínimo cien películas para ver, pero el tiempo, los recursos y las energías que tenemos los organizadores son finitas. Para que un festival salga bien tenés que tener un plantel de programadores que puedan ver las películas y discutirlas. Nosotros no somos un festival, sino una muestra de una serie de películas con un criterio de representatividad que, por supuesto, es perfectible y seguramente quede corta. Queríamos tener películas de la mayor cantidad de provincias posible, mantener una cierta paridad, mostrar una variedad de temáticas y también de modelos de producción. A lo que se suma Fernando Martín Peña con el Cineclub Dynamo de Carlos Muller, con proyecciones en fílmico para que también se pueda conocer la historia tan rica del cine argentino y tan poca conocida por la falta de políticas públicas para una cinemateca nacional. 

Atravesamos un momento en donde las fake news, la posverdad y el cruce de datos resulta engañoso. Teniendo en cuenta las cifras dictadas por el Gobierno, los datos del INCAA y la visión de los profesionales, y siendo Contracampo un grupo autogestivo, ¿qué opinan sobre las políticas implementadas con respecto a la financiación y estrenos de películas argentinas? ¿Cómo creen que se perfila el futuro de la industria? 

El Instituto y el vocero presidencial hacen un uso político de la desinformación y generan ellos mismos las fake news. Lo que vemos desde hace tiempo es un plan sistemático de desprestigio al cine nacional, haciendo circular públicamente datos falsos en relación a los subsidios y sobre todo a la cantidad de espectadores que tienen las películas argentinas. La idea que intentan instalar para llevar a cabo el desguace del sector es que ahora ya no se financian películas que no ve nadie “con la tuya”. Sucedió hace un tiempo con la película Camuflaje, de Jonathan Perel, y recientemente lo presenciamos con las películas Después de Un buen día, de Néstor Frenkel, y Partió de mí un barco llevándome, de Cecilia Kang, que deben ser de los documentales más vistos del año en salas de cine. 

Por otra parte, desde las redes del Instituto se utilizan términos como ”nueva doctrina” y “descubrir nuevos talentos”. La producción está completamente parada. No hay un plan de fomento. Tampoco hay directivas para aquellas películas que obtuvieron el interés antes del cambio de gestión y, en este momento, no hay reglas claras sobre cómo continuar, corriendo el riesgo de perder la declaración de interés obtenida. Lo único que hicieron fue lanzar un par de concursos: Historias Breves, que quedó condicionado a guiones exclusivamente de género. Luego hubo un concurso para series cortas de ficción, y para cine solo se lanzó un concurso que apunta a producir únicamente 10 proyectos (8 ficciones y 2 documentales). Esto hace que nuevxs directorxs tengan que competir con otrxs muy experimentadxs. Así, muy lejos estamos de poder pensar y sostener una cinematografía plural, diversa y federal, que es lo que enriquece nuestro acervo cultural. Desde el sector queremos que se discuta un plan de fomento integral que abarque tanto el fomento a la producción cinematográfica como a la difusión, la exhibición y la preservación.  

Para las actividades especiales de Contracampo fueron pensados cuatro ejes de discusión generales: qué es lo que queremos para nuestros festivales de cine, el fomento y la nueva Ley de Cine, la distribución y exhibición y la restauración y educación. Además de los oradores se busca una participación de tipo asamblea para que se pueda dar un espacio de discusión. 

Programación y entradas: las entradas estarán a la venta desde las 10 del 22 de noviembre, se podrán sacar de manera presencial en la boletería del teatro y tendrán un valor de 2.500 pesos argentinos. También está la posibilidad de comprar un abono por 30.000 pesos, que permite el acceso a todas las funciones. Los cupos son limitados y las entradas se solicitan por medio del formulario que aparece en la bio del Instagram oficial.

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Rocío Rocha

Programadora de cine en NIFFF (NEUCHÂTEL INTERNATIONAL FANTASTIC FILM FESTIVAL) y la mitad de Noche Americana, agencia de cine especializada en distribución y desarrollo de proyectos audiovisuales. Se dedica a la comunicación digital, gestión de redes y curaduría de contenidos.

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