La fotógrafa Itzel Aguilera retrató la intimidad de las familias religiosas asentadas en el noroeste del país.
Itzel Aguilera (1971) es una fotógrafa documental mexicana que vive en Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, y que desde principios de los ’90 trabaja con temáticas como la migración, el paisaje urbano, la religión y los feminicidios, entre otros.
En 1996 se metió en la intimidad de la comunidad menonita del estado de Chihuahua, al noroeste de México, para retratar cómo vivían esas familias que, en un principio, parecían alejadas del mundo exterior. El proyecto se llamó Tiempos de sol y se presentó por primera vez en diciembre de 1998. Desde Bache la convocamos para saber más sobre él.
En Chihuahua, donde nací, el mundo menonita es una presencia permanente en la distancia, una suerte de estar ante el otro ausente o en la indiferencia. Esa otredad se manifiesta por medio de la vestimenta, el color de la piel y el lenguaje, y es hasta cierto punto natural sentir cierta curiosidad por descubrir su forma de vida.
Por lo general esa inquietud se acalla con lo poco que se logra saber acerca de ellos, ya que una curiosidad similar se tiene ante la comunidad rarámuri, que, al igual que los menonitas, deambulan por la ciudad sin mayores vínculos con sus habitantes, con nosotros. Entre las muchas diferencias entre ambas comunidades destaca el carácter autóctono de unos y la condición migrante de los otros.
Me interesaba adentrarme en esos campos agrícolas menonitas, al noroeste de ciudad Cuauthémoc, a los cuales no podemos acceder por el simple hecho de nuestra falta de pertenencia a su comunidad. Tenía el instrumento, la cámara, pero carecía de los medios. Toqué muchas puertas pero se cerraron con rapidez, por la barrera lingüística-cultural, ya que las mujeres solo dominan la variante dialectal del alemán (Plautdietsch) y eso garantiza la exclusión de cualquier contacto con el mundo de los otros.
Finalmente viajé por primera vez en el verano de 1996: durante una semana tomé alrededor de siete rollos y regresé a Ciudad de México, en donde residía en aquel entonces.
De ese material seleccioné cinco fotos para el Concurso Nacional de Fotografía Antropológica que convoca el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en donde obtuve el segundo lugar, y eso dio pie al proyecto (que tuvo apoyo del programa Jóvenes Creadores de FONCA 1997-1998) para explorar todo un año la vida de la comunidad menonita, cuyo resultado fue la exposición Tiempos de Sol.
Mi relación con las familias pasó de la mera cortesía a la familiaridad y reconocimiento mutuo. Solía llevar alguna planta o flores para la señora, un postre o dulces para los niños, y, lo más importante, fotos impresas de mis estancias anteriores o las publicaciones de periódicos sobre el proyecto en cuestión. Con el tiempo fue conformándose una relación de amistad que se conserva hasta el presente por medio de las redes sociales.
La actividad agrícola principal de la comunidad es la manzana, el durazno, el maíz, la avena, el frijol, y la elaboración de productos lácteos como la mantequilla, el queso, el requesón y embutidos, muy populares en toda la región.
Para el proyecto trabajé solo con la comunidad de menonitas tradicionales, y aunque actualmente estas familias siguen perteneciendo a la modalidad tradicional su apertura a la modernidad se ha visto permeada inevitablemente por sus vecinos, los “no menonitas”, y por la ampliación de sus actividades comerciales al comercio, la hotelería y la compra y venta de maquinaria agroindustrial.
Hasta hace poco su relación con los locales se limitaba a las actividades comerciales, que están dominadas básicamente por los hombres, dado que es una cultura patriarcal en la que la mujer se encuentra confinada a la esfera doméstica.
Tiempos de sol ha sido llevada a varios centros culturales del país durante estos últimos veintidós años, pero recién hace un año, en mayo de 2019, fue exhibida por primera vez en el Museo y Centro Cultural Menonita ubicado justo en los Campos Menonitas de Cuauhtémoc, nada menos que en el lugar donde se originó todo. Acudieron al evento algunos de los miembros de la familia Banman, la protagonista principal del proyecto. Fue muy reconfortante para todos.
Mi formación como fotógrafa inició en Chihuahua pero luego viví en varias ciudades, como Barcelona y Ciudad de México, hasta que regresé al norte de México: desde 2008 vivo en Ciudad Juárez, en la frontera, donde trabajo con temáticas propias del lugar como la migración, el feminicidio, la desaparición de personas, la narcoviolencia, la lucha por los derechos humanos, la situación de la mujer en la industria maquiladora, etc.
Dedicarse a la fotografía en esta región, calificada por años como “la más violenta del mundo”, no es una tarea fácil, y resulta extraordinario la cantidad de mujeres y hombres talentosos que hacen de esta tierra inhóspita su narrativa visual.
Sitio oficial de Itzel Aguilera: https://www.itzelaguilera.com/