El relato secreto de Pierre Drieu la Rochelle

Desde muy temprano el escritor francés Pierre Drieu la Rochelle (1893-1945) descubrió que su destino era el suicidio. En Relato secreto, rescatado este año por la editorial Partícula, el novelista y ensayista traza un recorrido por su fascinación temprana por la muerte y se adentra en las razones de su colaboracionismo durante la ocupación nazi en Francia. Compartimos el prólogo del libro, a cargo del escritor, periodista y traductor Guillermo Piro.

Sangre y suicidio

Por Guillermo Piro

Cuando Sergei Esenin se suicidó, en 1925, en el Hotel Anglaterre de Leningrado, dejó como legado un último poema escrito con su propia sangre (Vladimir Maiakovski lo defendería de los ataques de sus contemporáneos, que trataban a Esenin de borracho y justificando su muerte con la adicción a la bebida, explicando en un poema que la razón de haber recurrido a cortarse las venas era porque ya no quedaba tinta en el Hotel Anglaterre). En cualquier caso, la muerte de Esenin dejó algo en claro: siempre se escribe con sangre. Se trata de una cuestión que tiene aspectos retóricos ligeros, pero que atormentó toda la vida a Pierre Drieu la Rochelle, junto a otras cuestiones que tienen que ver con la relación entre vida y escritura, existencia y palabra.

Su derrota política actúa como pantalla ante su recorrido artístico e intelectual. Hay una corta serie de preguntas que desgarran su vida (en realidad la vida de todos, lo sepan o no) pero que en Drieu la Rochelle se eleva (o se reduce, eso está por verse) a la condición de marca, de estigma: ¿se puede concebir la vida sin la destrucción?, ¿tiene sentido continuar viviendo después de haber atravesado el umbral de la juventud?, ¿vale la pena sobrevivir?, ¿estamos condenados a traicionar lo que fuimos para ser lo que no queremos ser? Su Relato secreto comienza así: «Cuando era adolescente me prometí permanecer fiel a la juventud: un día, intenté cumplir con mi palabra».

Si algo hace a Drieu la Rochelle una de las figuras más fascinantes de la literatura francesa e incluso de toda la primera mitad del siglo XX son precisamente esas preguntas definitivas. La juventud tiene el peso en Drieu de un paraíso perdido, como escritor hubiese querido ser autor de un solo libro perfecto, como Rimbaud, como Lautremont: «Dichosos los hombres de pocos libros, no tienen tiempo de confesarse ni de domesticarse repitiéndose».

Relato secreto, de Pierre Drieu la Rochelle (Partícula, 2025) – Traducido por Raúl A. Cuello – 102 páginas

Pero como todo escritor siguió escribiendo, repitiéndose, confesándose, hasta dos días antes de su suicidio, dejando una novela inconclusa sobre Vincent Van Gogh, Memorias de Dirk Raspe. La vida de Drieu se conecta con la de Vincent: ambos deploraban la decadencia, añoraban la verdad y la belleza de la juventud. Hay una doble imposibilidad: existir plenamente o rendirse a lo cotidiano. Ambos se suicidaron. Es fácil hablar mal del suicidio, solemos hablar de él como de un acto desesperado. Drieu ve en él un acto de libertad, un modo de hacer las paces con el destino.

Y luego están las mujeres, que no se dejan aferrar. Es conocida la relación a distancia entre Drieu y Victoria Ocampo. Con ella mantuvo una relación desde 1929 hasta su muerte, sin embargo, apenas pudo verla una docena de veces, por quien visitó la Argentina en 1932. El primer número de la revista Sur arranca con un texto suyo, su bendición escrita. Dandy atormentado, nos legó uno de las frases más encantadoras y escandalosas, cuando en una carta describe a la Ocampo como «la vaca más bella de la pampa».

Combatiente en la Primera Guerra Mundial, publicó su primer libro de poemas en 1917. Amigo de Louis Aragon, de quien luego se distanciaría, se acerca al movimiento surrealista. Atractivo, imponente, elegante, vive amores efímeros y dos matrimonios. En 1931 rechaza la Legión de Honor, una de las más importantes distinciones francesas, y en 1935 participa del Congreso de Nuremberg, y ve en el nazismo la única vía para una Europa unida. Con la entrada de las fuerzas alemanas en París, en 1940, Drieu considera la posibilidad y la necesidad de colaborar con el enemigo, y con el apoyo y la aprobación de las autoridades alemanas se convierte en director de la Nouvelle Revue Française.

Toda la intelectualidad francesa colaboracionista está formada por identidades particulares. Al finalizar la guerra, Robert Brasillach es fusilado, acusado de traición, pese a los pedidos del mundo intelectual francés, con firmas como las de Valéry, Gide y Cocteau. Lucien Rebatet, el escritor más leído de la Francia ocupada, se exilia en Alemania. Céline, tal vez el más refractario a una participación ideológica real, es el único clara y abiertamente antisemita. En medio de esta fauna, Drieu aparece como el soñador de una Europa unida en un bloque continental, y ve en la hegemonía de la Alemania nazi el modo de concretar su defensa de Occidente. Demasiado tarde, finalizando la Segunda Guerra, Drieu comprende el peso de su enorme error, examinándose a sí mismo en Exordio, no reconociendo la justicia de los aliados y de las democracias, procesándose a sí mismo y dando la condena por descontada. La derrota de Alemania y su misión imperial, según Drieu, consiste antes que nada en su política de ocupación, es decir en haberse comportado como una potencia invasora y haber olvidado la necesidad de una reforma de alcance europeo. «Sí, soy un traidor. Sí, he estado en inteligencia con el enemigo. Aporté inteligencia francesa al enemigo. No es mi culpa si este enemigo no ha sido inteligente. Sí, no soy un patriota ordinario, un nacionalista cerrado: soy un internacionalista. No soy solo un francés, soy un europeo. Ustedes también lo son, sin saberlo o sabiéndolo. Pero hemos jugado y he perdido. Reclamo la muerte».

Los elementos en juego en este pequeño fragmento tienen un peso decisivo en toda la obra de Drieu la Rochelle, hablando siempre de sí mismo (para él la literatura no es otra cosa que una versión edulcorada de la confesión) y seducido constantemente por la idea de suicidarse. Pero su testamento político, su autodefensa judicial y póstuma está en el Exordio. Paradoja retórica: Drieu dialoga en base a un veredicto en acto. Después de haber dejado en claro la ilegitimidad de sus jueces, o esa idea de justicia que él no reconoce, Drieu enumera punto por punto, en las Notas, cronológicamente, sus posiciones políticas, que no son otra cosa que los argumentos que pesan sobre él. En su modo de facilitarle el trabajo a sus verdugos ya está latente la decisión final.El 11 o el 12 de agosto de 1944 intentó suicidarse por primera vez, ingiriendo Luminal, un barbitúrico fabricado por Bayer, una empresa alemana. En el mismo hospital donde se recuperaba intentó suicidarse por segunda vez, cortándose las venas, como Esenin. Finalmente, el 15 de marzo de 1945 acaba con todo. Su decisión de matarse suele ser interpretada como un modo de asumir su responsabilidad durante la ocupación nazi. Pero Relato secreto deja en claro que era una idea que lo acompañaba desde antes de que el nazismo mismo naciera.

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