Nacida en una comuna periférica de la ciudad de Santiago, Macarena Aceiton Fuentes (1996) es una estudiante de fotografía que, en octubre de 2019, con el inicio de las protestas y revueltas en su país, salió a la calle a cubrir lo que estaba pasando.
“Desde un comienzo me interesé por la fotografía de calle y el fotoperiodismo, y al crecer en un barrio periférico, en el que veía la desigualdad y la pobreza, siempre creí que tenía que hacer algo con eso. La fotografía fue la forma de canalizarlo”.
Desde Bache la convocamos para conocer su trabajo (que abarca el periodo desde fines del año pasado hasta estos días) y hablar sobre el presente agitado que se vive en Chile.
18 de octubre
Recuerdo que días antes del comienzo del estallido hubo una serie de protestas, pero nadie se imaginaba lo que estaba por venir. Fue una semana muy tensa, aunque yo no había salido a fotografiar todavía porque me encontraba estudiando. Pero fue el mismo 18 cuando me animé, cerca de mi barrio. Ese día me di cuenta de que algo pasaba, que no era una simple protesta. Había un ambiente de mucha violencia. Las personas no querían fotógrafos allí, me costó mucho, incluso no logré lo que quería: recuerdo haberles pedido unos retratos a unos manifestantes porque no quería irme con las manos vacías.
Quería estar siempre en las calles, pero se me dificultaba porque vivo lejos del centro de la ciudad y en esos meses el transporte era casi inexistente. A veces tenía que caminar horas para llegar a mi casa. Por eso decidí ordenarme y ver qué días eran los más importantes. Iba tres o cuatro días por semana, luego bajé a dos: generalmente los lunes, viernes y sábados eran los de mayor concentración de gente.
Cuando comencé a registrar el estallido social tenía la idea de hacerlo en blanco y negro, ya que quería lograr la atemporalidad.
Como bien sabemos, desde la dictadura no ocurría un hecho tan relevante en Chile, y quería justamente eso, lograr la continuidad con esa época de la dictadura, en donde la mayor parte de las fotografías era en blanco y negro.
Pero después, registrando, me di cuenta de que había escenas que no podían ser en b/n. Y aunque el color siempre me ha resultado difícil, ya le tomé el gusto.
La marcha histórica
Ese 25 de octubre de 2019 es uno de los días que más recuerdo, ya que nunca había visto tanta gente en una manifestación. Al principio fue bastante tranquilo, todos estaban de forma pacífica y, como es habitual, en los extremos estaba la primera línea luchando contra la policía, para que los demás pudieran manifestarse. Recuerdo lo caótico que era, no se podía caminar: para cruzar un tramo de esquina a esquina, que normalmente te demora unos pocos segundos, podías tardarte más de quince minutos.
En estos meses he presenciado actos brutales. Personas heridas a causa de perdigones, en los ojos, atropellos a manifestantes. Recuerdo uno en particular: a un joven lo atropellaron dos zorrillos (carros lanza gases) y yo estaba frente a él, fue terrible. En ese momento dejé mi rol para ver cómo se encontraba. Siempre estoy entre esos dos estados, cuestionando mi rol de fotógrafa y mi moral o ética, por así decirlo. Muchas veces me he abstenido de documentar todo lo que veía, porque algunas cosas son demasiado duras.
También recibí un perdigón en el brazo, que afortunadamente no llegó a incrustarse en la piel, e innumerables piedrazos en el cuerpo. Un día quedamos tres fotógrafos encerrados en una calle con carabineros. Los manifestantes habían alcanzado a correr del carro lanza agua, pero nosotros no porque la policía había agarrado a uno y nos quedamos viendo que nada le sucediera. Tuvimos una breve discusión y nos dejaron ir, pero cuando nos escapábamos, el carro (que puede ser muy peligroso a corta distancia) nos alcanzó. Era la última en la fila y me tocó la peor parte: como intenté proteger mi cámara del golpe, quedé con los brazos y el cuerpo herido.
Fue el día en que se denunció que Carabineros puso sustancias tóxicas en el agua, quemando a los manifestantes. Los propios manifestantes se acercaron a ayudarme, me pararon y me dejaron en un lugar de primeros auxilios.
Y así, incontables veces: patadas, lumazos, golpes de la policía. Pero son cosas que pueden pasar, sabes que estás expuesto a eso. La fotografía no se puede hacer de lejos, uno tiene que vivir la situación como los demás. Y, en comparación a lo que he visto, lo que me ha pasado es lo mínimo.
Pero el último hecho realmente terrible que presencié fue el 2 de octubre pasado, hace pocas semanas. Las manifestaciones volvieron, entonces decidí salir a fotografiar, y estaba en el lugar cuando la policía lanzó al río al joven, Anthony. En ese momento di el brazo a torcer en mi discurso ético y lo documenté, ya que a veces no puedo dejar de ser fotógrafa.
Ser fotógrafa en Chile
Todos sabemos que el panorama de la fotografía es bastante incierto, no solo en Chile, y las razones son varias. Pero se podría decir que la fotografía está más viva que nunca, basta con ver las redes sociales, como Instagram, en donde uno ve el trabajo que se está haciendo aquí en Chile: la mayoría son fotógrafos independientes y realmente son apasionados con lo que hacen.
Obviamente lo ideal sería sacarle provecho monetariamente, pero aunque a veces no se pueda yo sigo, porque sé que para mí esto es solo el comienzo. Tengo la certeza de que me dedicaré a esto el resto de mi vida.
Futuro
Estoy en proceso de diseñar un libro sobre el estallido social. Esto aún no termina, así que pretendo hacer uno o dos libros cuando sienta que tenga material suficiente. También espero concretar a largo plazo un proyecto que tengo en mente, más ligado a lo documental. Básicamente espero que todo evolucione de la mejor manera posible en cuanto a mis fotografías y a las manifestaciones. Espero que algún día la situación en Chile se arregle de algún modo, que sea lo mejor para todos.
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