Entre 2009 y 2010, el jugador español pasó por un periodo de angustia que requirió de tratamiento psiquiátrico. Como alguna vez intentó explicar, fue como si se hubiera quedado sin ganas de nada.
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28 mayo de 2009. Imaginemos lo que debe haber sido aquella noche de festejos para los jugadores del Barcelona, después de que por primera vez en la historia un equipo español se llevara el llamado Triplete: la Liga de España, la Copa del Rey y la Champions League. Era el famoso equipo de Pep Guardiola. En algún video de la época, incluso, se lo ve a un joven Messi que apenas puede caminar. La cava, la champaña española, pasa de mano en mano en el micro que los lleva al Camp Nou para el festejo con los hinchas. Más tarde se quedaría casi sin voz, por la euforia y la emoción. La copa de la Champions sube al escenario alzada por Andrés Iniesta y el arquero Víctor Valdés, mientras el estadio grita: “campeones, campeones, campeones”. Hay años que nadie dudaría que son para el olvido, pero esa noche el defensor Éric Abidal dice, ante el micrófono, que es “una temporada de puta madre”. El piso vibra. Es un sueño cumplido.
Sin embargo, para Andrés Iniesta, por entonces de veinticinco años, el triunfo se vuelve desborde, una angustia desgarradora. Es, como alguna vez intentó explicar, como si se hubiera quedado sin sentimientos ni ganas de nada.
«Todo me viene después de ganar el triplete. Ganás tres títulos, metés el gol contra el Chelsea, ganás la Champions, año increíble, y en el verano no sé… te empezás a encontrar mal, algo raro que no sabés catalogar. Ahí empezás un proceso interior de pensar: te encontrás mal y no sabés por qué. Te hacés pruebas y todo sale bien, pero no te encontrás bien. Entrás en un bucle y estás vacío», contó en un programa de televisión española.
Mucho tiempo después, Imma Puig, la psicóloga del Barcelona y responsable del tratamiento de Iniesta, dirá que una manera de tratar de entender qué pasó es compararlo con una depresión postparto. “No es raro que después de un momento muy brillante, muy intenso, uno sienta un vacío”.
El abismo
Iniesta es un futbolista impresionante. Jugó la mayor parte de su carrera en el Barcelona y ganó todo tipo de títulos. Además de ser bueno en la cancha, transmite algo, un temple respetuoso. Si uno lo escucha hacer declaraciones, es probable que te caiga bien, porque tiene siempre opiniones conciliadoras pero sin perder la pasión. «Me gustaría ser recordado como un buen futbolista y una gran persona. Cada uno tendrá su opinión, pero ese es mi deseo y es lo que he intentado», dijo cuando se fue del club en el que estuvo veintidós años, desde los doce.
Hace poco, en varias entrevistas en las que repasó su carrera, habló de la fuerte depresión que sufrió entre 2009 y 2010. ¿Si le da verguenza contarlo? “No, ¿por qué?”, contestó. Lo que pasó tras el festejo en el Camp Nou en realidad había empezado a mostrarse un poco antes. A principios de ese mes Iniesta se lesionó, y a lo largo de todo lo que duraría su depresión nunca se recuperaría del todo. “Pasan los días, no mejorás, te das cuenta de que no tenés vitalidad, todo se va volviendo nublado o negro. Comencé a entrenar, pero no me sentía bien”, explicó.
Fue casi como si se estuviera ahogando y cada vez que lograra tomar impulso y aire se hundiera más. En agosto de 2009, su mejor amigo Dani Jarque murió sorpresivamente de un paro cardíaco, justo antes de un partido. Iniesta no lo podía creer. «Uno no se hace a la idea de que la vida pueda ser tan injusta como para dejarte sin un amigo como tú», le escribió en una carta que salió publicada en una revista española. Más tarde, en un documental sobre su amigo, dijo: “Fue como un disparo muy potente que me hizo volver a caer abajo, porque no estaba bien”.
Los días posteriores fueron como un torbellino. Las lesiones se repetían, hiciera lo que hiciera. «No conozco un profesional como Andrés. Se alimenta bien, duerme la siesta, viene a entrenarse por la mañana, por la tarde. Vive la profesión como poca gente he visto. Por eso estamos tan tristes. Tiene que recuperarse pronto y recuperar la sonrisa mañana mismo», lo animaba por entonces Guardiola. Todos sabían que estaba triste, pero nadie se dio cuenta de que era más grave de lo que pensaban.
Entonces Iniesta vio el abismo. Quien lo notó fue su madre, María Luján. “La noche que vi que estaba muy mal fue cuando me dijo si se podía acostar al lado mío, a medianoche. Él dormía arriba y nosotros, abajo. Se me cayó el mundo encima”, dijo en el documental Héroe Inesperado, sobre la vida de su hijo. “Su madre ya se había dado cuenta de que no estaba bien. Lo veía raro porque se iba muy pronto a la cama y no comía, pero aquello de bajar a nuestra cama con veinticino años ya no era normal”, contó también su papá, sobre esos días.
Iniesta pidió ayuda. “O hacemos algo o no sé qué va a pasar”, le dijo a su familia. “Esa tarde bajamos a la ciudad deportiva y dije: ‘necesito ayuda, necesito algo porque, si no, no salgo de esta situación’”.
Desde entonces estuvo en tratamiento psiquiátrico y acompañado por quien es la psicóloga del Barcelona desde hace más de quince años. Cada día esperaba verla. “Tenía consulta a las cuatro, por ejemplo, y yo, de las ganas que tenía de que llegase el momento, a las cuatro menos cuarto ya estaba ahí”.
Imma Puig trabaja con los futbolistas mejor pagos del mundo y aun así dice: “El ser humano, si tiene atendidas las necesidades básicas, prefiere sentirse querido que pagado”. Una señora bastante sabia.
“Tuve la suerte de tener la capacidad de decir: ‘necesito de alguien para salir de una situación muy incómoda’. Porque fue realmente difícil”, dijo él. Para Iniesta, la visión que se tiene de psiquiatras y psicólogos es bastante errónea, y piensa que son, si no imprescindibles, al menos muy necesarios.
Pasan los días, no mejorás, te das cuenta de que no tenés vitalidad, todo se va volviendo nublado o negro.
Antes de empezar a mejorar, el jugador atravesó situaciones por las que se sintió mal. En los entrenamientos tenía que parar porque no soportaba estar tan mal. Si iba al cine con su esposa, se sentaba y enseguida tenía que irse, incluso antes de que empezara la película. Todo su entorno fue importante en la recuperación, todos hicieron lo que pudieron para apoyarlo.
“Pienso que a lo largo de la vida todo el mundo pasa por etapas así y lo manifiesta de una forma o de otra. Soy feliz de haber vivido esa situación, de haber salido, porque me hizo mejor persona y ver las cosas de una forma distinta. Lo valorás y sabés elegir, sabés lo que es importante y lo que no”, dice ahora. “Lo explico no para dar una lección de cómo superar una depresión o ansiedad, o como quieran decirle. Soy un personaje público, pero tras explicarlo mucha gente me ha dicho que ha ido a la consulta preguntando por problemas similares”.
La revancha
Cuando estuvo mejor empezó el Mundial de Sudáfrica 2010. Y, por fortuna, Iniesta disfrutó en grande y metió el gol que definió el partido que le daría a España su primera y única copa del mundo. Se lo dedicó a Jarque, y su foto dio la vuelta al mundo. “Fue un regalo de la vida”, dijo en una entrevista, y se quedó pensando en que no sabía cómo hubiera seguido sin ese espaldarazo. “Eso es el ser humano, cuando estás en lo más bajo de todo siempre tenés fuerza para salir, o por lo menos para intentarlo”.