En una entrevista exclusiva, el expresidente argentino rememora los dos años que marcaron la pandemia de covid-19, defiende sus decisiones en materia sanitaria y económica, responde a las críticas por la “cuarentena más larga del mundo”, habla sobre el vacunatorio vip, Ginés González García y la foto de Olivos y lanza dardos contra Cristina Kirchner: “Ponía en tela de juicio mi autoridad”. Además, se justifica: “Yo no daba clases de moral”.
…
Por Agustín Gulman y Alejo Vivacqua
Fotos de Pablo de las Mercedes
A principios de 2020 la percepción del tiempo sufrió un quiebre. Fue por esos días, con las primeras noticias de un virus mortal en Asia y la velocidad imparable de los contagios, que el mundo entró en una etapa incierta, de la que sigue sin poder reacomodarse. En Argentina, el punto de inflexión tiene un momento preciso: la medianoche del 20 de marzo. Unas horas antes, tras una larga reunión con gobernadores, ministros y funcionarios, el presidente Alberto Fernández anunciaba lo que se esperaba desde hacía semanas. “A partir de las 00 horas los argentinos deberán someterse al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Esto quiere decir que nadie puede moverse de su residencia. Todos tienen que quedarse en sus casas”, decía el mensaje, transmitido por cadena nacional desde la residencia de Olivos. El exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner había asumido hacía poco más de tres meses. Reconciliado con su compañera de fórmula —y garante de la victoria electoral—, llegaba a la Casa Rosada con la promesa de revitalizar al peronismo después de un fallido gobierno de Mauricio Macri, el primer presidente en la historia que fracasaba en su intento por revalidar su mandato en las urnas. Sus planes, como el de todos, debieron cambiar.
«La gente no quiere que le hablen de la pandemia porque fue un hecho ingrato en su vida, un hecho doloroso», dice Fernández cinco años después, sentado frente a la cámara y un par de grabadores. A su espalda, una vista privilegiada de la Reserva Ecológica y el Río de la Plata. Son las cinco y media de la tarde, un martes de principios de marzo, y el departamento parece más chico de lo que es. Libros, cuadros, papeles y objetos de todo tipo abarrotan las paredes y las mesas del piso doce de una de las dos torres del complejo River View, en el exclusivo barrio de Puerto Madero. Casi cien metros cuadrados que el expresidente le alquila desde hace más de una década a su amigo, el empresario Enrique “Pepe” Albistur.
Desde que dejó el poder, de Fernández se dicen muchas cosas. Que vive recluido. Que son cada vez menos, apenas un puñado de dirigentes y secretarios de confianza, los que lo visitan. Que hasta evita asomarse al balcón, por miedo a que las cámaras lo apunten. Lo cierto es que por estos días el expresidente y profesor de Derecho Penal ejercita su defensa. La personal, a raíz de la denuncia por violencia de género que le presentó su expareja y exprimera dama, Fabiola Yáñez, en agosto de 2024. Y la de su gestión, apuntada con dureza por ajenos pero sobre todo por los propios. La última vez que se lo vio en público fue en febrero pasado, cuando apareció por los tribunales de Comodoro Py, a pocas cuadras de su casa, para declarar ante el juez federal Julián Ercolini, uno de los tantos enemigos que el exmandatario dice tener.
Los medios, los servicios, la Justicia, el gobierno, la interna en el peronismo: a quien quiera oírlo, Fernández repite que el asedio sobre su figura se explica más desde el terreno de las operaciones que desde la realidad. Un discurso inflexible, sin grietas, entrenado por más de cuatro décadas de gimnasia política.
A quince meses de su salida del gobierno, el expresidente trabaja en un libro de memorias, en donde planea contar sus días en la Rosada. Una época, asegura, que no tuvo un solo momento de felicidad.
¿Cómo te llegó la primera información del covid?
En Europa. Yo me fui a un viaje que hice a Israel, pasé por Italia, por el Vaticano, Francia, España, Portugal y Alemania. A mí me impresionó mucho una pregunta que me hizo Angela Merkel en una cena. Me dijo: “¿Estás siguiendo el problema del virus en China?”.
¿Era enero, no?
Enero de 2020. Le dije que no. Yo lo había hablado con Ginés (González García) y él me había dicho que los efectos iban a ocurrir durante el invierno, porque era una suerte de gripe potenciada. Teníamos que prepararnos para el invierno. Merkel me preguntó y yo le contesté eso, que lo estuve hablando con nuestro ministro de Salud y que él estimaba que teníamos tiempo para prepararnos. Me dijo que no estaba tan segura, que le prestara atención porque iba a traer muchos problemas. Ella hablaba de una capacidad de contagio alarmante y que le iba a hacer mucho daño a la economía global. Fue la primera luz amarilla que se me presentó. Siempre la recuerdo a Merkel, una mujer de una inteligencia increíble, porque en ese viaje me reuní con el presidente y el primer ministro de Israel, el Papa, el primer ministro de Portugal, el presidente de España, el primer ministro de Italia, el presidente de Francia y con la canciller alemana: la única que me dijo “préstele atención al tema” fue Merkel. Llegué a Argentina y le dije a Ginés. Me respondió que no estaba tan seguro y me dijo que esperáramos un poco. A los pocos días estalló el problema en Italia y se diseminó a una velocidad impresionante. Hablé con todos, y me decían que no sabían cómo pararlo. Pedro Sánchez me dijo que tenía un problema serio de saturación de la salud pública, que no sabía cómo manejarlo. Macron me dijo algo parecido. Cuando la llamé a Merkel, me dijo que ella tenía controlado el tema hospitalario. “¿Se acuerda qué yo le dije?”, me dijo. Y ahí le pregunté qué estaban haciendo. “No podemos hacer nada, porque no sabemos exactamente qué antiviral nos podría servir para esto”. “¿Usted qué me recomienda?”, le pregunté. Me acuerdo como si fuera hoy. “Hay que volver a la medicina de la edad media. Aislarse. Hay que tener a la gente aislada”, me dijo. Para nosotros era un problema lejano, era febrero. El primer caso apareció el 3 de marzo y el 19 la cuarentena.
¿Y el comité médico y científico de expertos cómo se armó?
Hablé con Tedros (Adhanom Ghebreyesus), el director de la Organización Mundial de la Salud, un tipo brillante, y me dio un panorama desolador, como el de los europeos, y me dijo que había que mantener a la gente aislada, separada. Cuando se dio el primer caso acá, hablamos con Ginés y empezamos a seguir el tema de cerca. Hicimos un comité de seguimiento de la enfermedad, vimos que era un tema exponencial. En Argentina no había un antecedente. Había algo parecido con la pandemia de la fiebre amarilla, que no fue pandemia sino epidemia, y un caso de pandemia que fue la gripe española, en 1920. Lo que ocurría es que no advertíamos que a comienzos del siglo XX los virus no viajaban en avión, y acá sí. Empezamos con el seguimiento y, al ver la velocidad de multiplicación que tenía el contagio de la enfermedad, decidimos poner esto que se llamó cuarentena, que nosotros lo llamamos aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), que ocurrió el 19 de marzo, cuando yo les aviso a los gobernadores que desde la medianoche nadie podría salir de sus casas.

¿Cómo fue esa reunión con los gobernadores?
Estaban muy impresionados, no entendían por qué les hablaba de ese modo. Les blanqueé todo, les dije que con el primer caso empezamos a hacer un seguimiento, que veíamos que la velocidad de contagios era enorme así que teníamos que resolver los problemas de salud pública, que estaba detonada porque (Mauricio) Macri la dejó detonada. “Fíjense qué hospitales podemos terminar de construir”, les dije. Terminamos de construir hospitales en La Matanza y en Entre Ríos. Lo llamé a Kato (Gabriel Katopodis, ministro de Obras Públicas) y le dije que teníamos que inventar hospitales y pusimos 38 hospitales modulares, que iban yendo a los lugares donde se requerían y se montaban a gran velocidad. Necesitábamos convertir las camas comunes en camas de terapia intensiva. Nos encontramos con el problema de la falta de respiradores automáticos. Ginés me habló de una fábrica en Córdoba, le pedí que les comprara todos, pero ya tenían todo vendido al exterior, así que cerré la exportación y les compré todo y les dije que produzcan. No sé quiénes son esos señores, pero les debemos mucho, la Argentina les debe mucho, porque terminaron trabajando 24 horas fabricando respiradores. Así terminamos montando 3.400 camas de terapia intensiva en todo el país y eso nos permitió que los resultados fueran bastante buenos, porque siempre se recuerda que en pandemia hubo 130 mil muertos, pero hubo 11 millones de contagiados. Quiere decir que salvamos a 10.870.000 personas, entre la salud pública y la vacuna. Ese dato nadie lo tiene en cuenta y es uno de los datos más altos del mundo.
Cuando apareció esto lo llamé a (Pedro) Cahn, que es otro hombre al que Argentina le debe mucho, y entre Ginés y él llamaron a los infectólogos más prestigiosos. Yo soy abogado, les pedía que me expliquen cómo resolver la situación. Todos estaban seguros de que ese era el camino y no se equivocaron. Estoy eternamente agradecidos a ellos y a ellas. La directora de la Organización Panamericana de la Salud fue valiosísima.
¿Creés que Cahn siente que le agradecieron lo suficiente desde tu gobierno?
No, pero en verdad la humanidad debe estar agradecida a Cahn, y los argentinos particularmente. Primero con lo que hizo para contener el desastre que fue el SIDA en su momento. Y después por lo que hizo en la pandemia. Él y su hija fueron personas valiosísimas.
¿Creés que entró en un terreno como el de la política, que…?
Lo que pasa es que la Argentina, y lo digo no en tono crítico sino para la reflexión colectiva, es una máquina de devorar buena gente. Hago hincapié en Cahn porque lo he visto, fue con quien más hablé, es un hombre de enorme valor, que tal vez no ha tenido en la Argentina el reconocimiento que merece. Si el mundo hoy ha logrado contener al SIDA en gran medida fue por Cahn. Esta es la realidad.
¿Cómo eran las discusiones económicas? ¿Cómo era esa tensión entre la economía y el cuidado de la salud?
En un primer momento nadie dudó en acompañar las políticas, ni los medios de comunicación, me acuerdo que hasta se pusieron de acuerdo un día para hacer una misma tapa. Tuve la sensación de que eso nos iba a permitir romper la maldita grieta y esa cosa perversa de la Argentina, pero no fue así. Lo que sí empezó a ocurrir es que la pandemia estaba lejos de ser controlada, pero aparecían voces como la de (Jair) Bolsonaro o (Donald) Trump, que decían que abriéramos todo. Alguien a quien yo quiero mucho como (Andrés Manuel ) López Obrador tardó mucho en darse cuenta, y pagó un costo inicial muy alto. Es alguien a quien quiero entrañablemente, pero me parece que se equivocó. Es un gran presidente, eso quiero dejarlo en claro. Todas esas voces que, sumadas a la derecha en Europa, pedían primero que se saquen los barbijos y luego que se los pongan eran solo para hacerle la vida imposible a Pedro Sánchez. Eso fue complicando mucho también la percepción de la gente de que estaba en riesgo. La pandemia, desde el punto de vista económico, tuvo un elemento que hoy olvidamos y pasamos por alto, y viendo el regreso de Trump o la llegada de Milei a la Argentina más: dejó al descubierto que la economía del mundo estaba absolutamente concentrada. 11 fortunas eran propietarias del 40 por ciento del PBI global. Cuando llegó la hora de las vacunas, los países centrales se quedaron con el 90 por ciento de las vacunas y el 10 por ciento para el resto del mundo. La gente observó la desigualdad y observó el riesgo. Y, además, la pandemia tuvo una cosa para pensar: nos mostró que todos somos vulnerables, los ricos y los pobres, no se salvaba nadie. Los famosos y los olvidados. Todos podían caer. Claramente los empobrecidos y los olvidados estaban en mayor riesgo de lo que pasaba en Europa y Estados Unidos, de no contar con la salud pública, pero cuando te encontrás países europeos como Suecia, Finlandia o Noruega, o Argentina, que le prestaron mucha atención a la salud pública, te das cuenta de la importancia de la salud pública.
Estaba esta idea de que cuando terminara la locura generalizada se repartirían las cartas y veríamos si se podía construir una sociedad mejor. ¿En qué momento percibiste que no iba a poder ser?
En esos momentos. Cuando llamaban a hacer marchas en el Obelisco para contagiarse. Le dije al Papa, cuando ya la pandemia había pasado, que al final el que había dado la mejor definición fue un arquero, Willy Caballero, que jugó muchos años en Inglaterra. Le escuché decir que en verdad todos creíamos que de la pandemia íbamos a salir mejores, porque la solidaridad que el posmodernismo había hecho trizas había recuperado su valor. Pero no pasó, dijo. Lo que descubrimos fue que los buenos fueron buenísimos y los malos, malísimos. Eso no se logró.
Con el aislamiento se podría decir que empieza otro gobierno. Cinco años después hay algunos conceptos que quedan en el imaginario, como la idea de la “cuarentena más larga del mundo”.
Eso es mentira, eso es falso.
Hace unos meses Martín Guzmán, tu exministro de Economía, dijo que en un momento empezó a notar que lo que hacía fuerte a tu gobierno era la gestión de la pandemia, que cree que la cuarentena se extendió mucho.
Él me llamó y luego hizo una suerte de desmentida y corrección sobre el sentido de su declaración. Un ministro de Economía mira la economía y Martín estaba preocupadísimo por la economía. Y claro. Todos lo estábamos. Pero si hacen memoria y buscan frases de aquella época yo dije: “Entre la economía y la vida, yo elijo la vida”. Por mucho que me cueste económicamente, porque de la caída económica me voy a recuperar, pero de las muertes no. Esa discusión y ese dilema lo tuve con Martín. Él no es malo. Es el que me ayudó a implementar el IFE, a implementar el pago de los salarios, el ATP, pero claro que tenía su mirada puesta en los números macro, que eran desastrosos. El PBI cayó 9,8 puntos. No contábamos con ningún tipo de crédito, porque Macri nos había dejado hasta con default en pesos argentinos.
¿Y por qué creés que se habla de la “cuarentena más larga del mundo”?
Porque el aislamiento fue trágico para todos. ¿Por qué el mundo está como está? ¿Por qué entran en crisis todos los gobiernos que se hicieron cargo de la pandemia? Esa estupidez que se repite de que yo tenía cierta felicidad de tener a la gente sin trabajar, a los chicos sin ir al colegio, o que era políticamente rentable. Eso era muy negativo, pero era eso o potenciar el riesgo. Hablaba con la OMS y me decían que abrir a los chicos el colegio era un riesgo, porque no se contagiaban pero eran transmisores del virus, llevaban el virus a sus casas. Me acuerdo de que el primer equipo que no quiso salir a jugar un partido de fútbol fue River. Lo llamé a (Marcelo) Gallardo, le pregunté por qué, porque en mi lógica el fútbol era un divertimento para la gente. Les decía a todos que se quedaran en sus casas y no todos tenían la posibilidad de entretenerse con algo. Qué quedaba. No me saques el fútbol. Él me dijo que el riesgo era muy grande, que no eran solo 22 personas, porque hay entrenamientos, encierro de concentraciones, vestuarios, y entra y sale gente. El problema era que no todos los jugadores de River eran multimillonarios que vivían en lugares preciosos, había muchos que volvían a sus casas, con sus padres y sus abuelos, y el riesgo era muy grande y no los podía exponer. Le dije que tenía razón y me callé la boca.
Ahí tenés una lectura. El dilema que tuvo Guzmán yo lo tuve en el fútbol. También vamos a dejar a la gente sin fútbol, pensaba. Y había que dejarla sin fútbol también, eh. Cuando lo escuché a Gallardo, que me parece un personaje superior, como Bielsa, Milito o Heinze, me dio una explicación de una sensatez absoluta, por más que no me gustara o me complicara la vida. Tenía razón. Si eso lo trasladás a un club como Argentinos Juniors, se potencia mucho más.

Mencionabas que mucha gente se quedaba en la casa, sumado a lo del IFE. Hubo una crítica de muchos sectores porque se anotó mucha más gente de lo que se creía. El Estado empezó a ver una realidad que no conocía.
La preocupación que teníamos era cuánta gente estaba sin trabajo ni posibilidades de recursos. Había recursos que llegaban por vía material, alimentos, colchones, frazadas, cosas que mandamos habitualmente a las zonas más vulnerables del país. Pero había que mandar recursos dinerarios para que la gente pudiera moverse. El cálculo inicial era que había 3 millones y medio de personas en esa condición, y cuando hicimos la cuenta final eran 9.
Descubrieron una Argentina que le escapaba a buena parte de la dirigencia política…
Claro, que estaba ocultada porque la política prefería no verla. Yo no me podía hacer el distraído, era una situación de mucho riesgo. Entonces dije “bueno, vayamos a favor de los 9 millones de personas, busquemos el modo”. La implementación fue compleja, económicamente compleja, porque fue todo emisión, por eso en gran medida la inflación se empezó a disparar, porque tuvimos cero crédito. Pero yo estoy tranquilo, hice lo que había que hacer, y el IFE se repitió tres o cuatro veces.
Volviendo a la supuesta cuarentena más larga del mundo. ¿No hubo una falla en el énfasis para decretar un fin? La sensación es que se estiró demasiado.
La cuarentena nunca fue cuarentena en términos estrictos. Era un aislamiento donde había que quedarse en tu casa. Sólo ocurría cuarentena cuando detectaban el virus en vos, te aislabas en un cuarto, te dejaban la comida. Así funcionaba. No fue cuarentena en términos absolutos. Fue un aislamiento, lo que después se llamó una “burbuja”. Hacé de tu familia una burbuja. Se fue abriendo paulatinamente.
Mucha gente recrimina que no hubo un fin…
Decretamos el fin cuando la OMS decretó el fin. Cuando la OMS decretó el fin del estado de emergencia nosotros decretamos el fin del estado de emergencia. Para entonces no existía nada de esto. En el medio tuve que lidiar con infinitas situaciones: la gastronomía, la hotelería, los actores, los músicos. Tuvimos que lidiar con la administración de Justicia, se paralizaban todos los plazos.
Pero la dirigencia sabía que ya no se cumplía la cuarentena…
Nosotros pasamos del primer ASPO a un ASPO donde permanentemente se iban abriendo cosas, hasta que se llegó finalmente al distanciamiento social.
En una entrevista de septiembre de 2020 contaste que salías con tu auto y veías a la gente en la calle, había movimiento. ¿En algún momento sentiste que por más cadena nacional y anuncio que vos hicieras ya no había nada para hacer y la gente iba a salir igual a la calle?
La gente fue cuidadosa, no me animaría a decir que no fue cuidadosa. Pero hay una parte del ser humano que no se da cuenta de que se pone en riesgo. La primera crítica la hago yo. El día de la famosa comida en Olivos, eso nunca debió haber ocurrido, pero yo ni lo advertí, y asumo toda la responsabilidad política. Pero no lo advertí porque Olivos estaba repleto de gente. Yo venía de una reunión donde había 20 personas.
Describiste alguna vez a Olivos como un lugar enloquecedor…
Eso fue así, porque toda la administración política se trasladó a Olivos. Vos tenés la Casa Rosada y 20 ministerios, pero ahí estaban los 20 ministerios adentro de Olivos.
Es una forma de distanciamiento de la realidad de mucha gente, que tenía una cuarentena solitaria…
La solución que me proponés es que me hubiera quedado encerrado en Olivos. ¿Quién gobernaba la Argentina? No es correcto decir que hubo un distanciamiento de la realidad. No hubo un distanciamiento, estaba hablando de la realidad todos los días. Esa gente venía todos los días porque había problemas. Todos tenían problemas. Venía el ministro de Cultura y me preguntaba qué hacíamos. La famosa vez que me vino a ver Florencia Peña fue porque estaba desesperada por la situación de los actores. Nunca más la volví a ver a Florencia Peña, pero vi la barbaridad que dijeron de ella. La verdad es que los actores le tendrían que estar agradecidos, porque ella me puso el disparador, me esperó una hora y media. Me dijo: “Estoy bien económicamente, no tengo problema, pero muchos compañeros la están pasando mal”. Hablamos de buscar un formato en el que se pudiera filmar, hacer los programas de televisión. La llamé a Alejandra Darín, que era la secretaria General del Sindicato de Actores, que estuvo de acuerdo con lo que decía Florencia, de quien no soy amigo y a quien no he vuelto a ver nunca más. Lo llamé a (Carlos) Rottemberg, a (Marcelo) Tinelli y (Adrián) Suar. Ese era un problema. Lo tenía a (Matías) Lammens todos los días con el problema de la hotelería y gastronomía, y fuimos en subsidio de todos ellos. Después, cuando la cosa empezó a aflojar y supuestamente seguía la cuarentena más larga del mundo, inventamos el PreViaje, le dimos un impulso impresionante al turismo y muchos se pudieron recuperar de la pandemia por eso, con políticas activas que hicimos.
Y había actividades que inclusive se siguieron haciendo con protocolos, como la construcción. No paramos la obra pública, hicimos un protocolo y seguimos. De otro modo no hubiéramos logrado los resultados. Nuestro gobierno fue el que más obra pública hizo desde el retorno de la democracia. 7.300 obras públicas iniciadas, casi 4 mil iniciadas y concluidas, 144 mil viviendas empezadas y entregadas. Si hubiéramos aplicado las reglas de la cuarentena eso no se podría haber hecho. Además, acordate de todos los sectores que estaban exceptuados. Alimentos, farmacia. La historia de la “cuarentena más larga del mundo” la metieron los medios, con éxito.
¿No le falló al Gobierno un relato?
Puede ser, qué sé yo. ¿Cómo puedo hacerte entender a vos que sólo vas a salvar tu vida si te quedás encerrado en tu casa? No me querés escuchar. Y si sos un pibe y te digo “te vas a olvidar del colegio, pero también del fútbol, de los recitales, no te vas a ir a guitarrear con tus amigos”. No me quieren escuchar. El problema central es que la gente no quiere que le hablen de la pandemia porque fue un hecho ingrato en su vida, un hecho doloroso. Ahora apareció un nuevo virus en China y están todos intranquilos a ver si se repite, y no lo sabemos. Tampoco sabemos cómo se originó ese virus, sobre el que hay mil teorías. Lo escuchás a Jeffrey Sachs y te da una teoría escalofriante. No sabemos cómo ocurrió, si se escapó de un laboratorio y generó semejante estrago, ni si es verdad o mentira.

Hubo todo un dilema respecto de las vacunas, puntualmente por el laboratorio Pfizer. Dijiste que Pfizer ponía condiciones inaceptables. ¿Cuáles eran?
Yo me entero que Rusia estaba muy cerca de sacar su vacuna. Hago hablar con el Instituto Gamaleya. Dicen que hay una vacuna experimentándose y (Vladimir) Putin me manda a hablar con el Fondo Soberano de Rusia, que financiaba las vacunas. Les pedí que me ayuden vendiéndome vacunas, y los convenzo. Era la primera vacuna que se conocía. Ginés, a su vez, había avanzado con AstraZeneca, que era la única hecha con criterio de bien público, era mucho más barata, no tenía fines de lucro. Y mucho después aparecieron las americanas, Johnson & Johnson, Moderna y Pfizer. Y después estaban las chinas, de cuya eficacia se dudaba. La que se dio en Chile decían que servía más como paliativo que como vacuna, y aún como paliativo evitó muchas muertes. Nosotros compramos otra que tenía mayor eficacia.
Lo que pasa es que la pandemia terminó dividiendo al mundo ideológicamente una vez más. Si comprabas la vacuna de Sputnik, que fue la de más eficiencia comprobada que hemos tenido, eras comunista. No sé en qué cabeza cabe. Y si comprabas la de Pfizer eras capitalista. Eran estupideces. La vacuna rusa la hizo un instituto con 28 premios nobeles en su haber, no un laboratorio cualquiera. Yo lo único que buscaba eran vacunas. Empezamos a vacunar a la gente con el primer mundo, en diciembre de 2020, para la Navidad. Y eso se lo debemos a Rusia, lisa y llanamente. Te gustará más o menos, te parecerá más o menos autócrata Putin, pero la verdad es esa. Yo hablé con el presidente de Moderna, que me dijo que habría muchas demoras. Las compramos y tardaron muchísimo en entregar, como un año después. Pfizer tenía dos problemas: la cantidad que destinaba fuera de Estados Unidos era muy baja, y luego las condiciones que ponían. Eran condiciones absolutamente usurarias.
Se hablaba de la entrega de los glaciares. ¿Qué exigía puntualmente?
No, la mayor exigencia es que podían ir al tesoro nacional, los fondos del Estado nacional. Todas las vacunas habitualmente tienen cuatro fases habitualmente, pero todas se dieron con la tercera cumplida. La cuarta, que era de experimentación en proporción significativa en humanos durante dos años, no la cumplió nadie. El temor de Pfizer era el que tenían todos, pero nadie pedía tanto de garantía. El temor era que si le causaban la muerte a alguien con la vacuna, a quién le iban a reclamar. Todos pidieron garantías, pero nadie las de Pfizer. La garantía era que el Estado fuera corresponsable con ellos. Anmat no es un instituto cualquiera, es muy serio y profesional, no es que iban de parte de Alberto y se aprobaba. Tenía que pasar todo el proceso de la Anmat. Hay un libro de Mariana Mazzucatto que yo recomiendo leer, donde habla del caso Pfizer como el caso más vergonzoso del capitalismo actual, y menciona a la Argentina como el único país que se enfrentó. ¿Cómo terminó la historia? La vacuna que más se dio en Argentina fue la de Pfizer. La primera fue la Sputnik, pero no fue la mayor en cantidad. Ahí te das cuenta cómo discutimos de gusto. Yo defendí los intereses del país, no me iba a arriesgar a que un laboratorio se quede con el país. Cambiaron las condiciones y por eso firmamos el contrato. Vilma Ibarra hizo un enorme trabajo. Como el que hicieron Cecilia Nicolini y Carla Vizzotti en la búsqueda de vacunas. Y, en el arranque, el enorme trabajo de Ginés. Quiero rescatarlo porque fue enorme.
Ginés González García es el otro gran interrogante. Se fue en medio del escándalo del “vacunatorio vip”.
Sí, porque así funciona la Argentina. El vacunatorio vip fue el error de decir “no vayan hasta Haedo, vengan acá”.
¿Así lo resumís?
Y sí, porque los que se vacunaron tenían que recibir la vacuna. No es que recibieron la vacuna chicos de 20 años, eran octogenarios. Toda gente que debía recibir la vacuna. Lo único que hizo Ginés fue decirles que, en lugar de ir al Hospital Posadas, donde se distribuía, vayan a otro lugar.
¿Y no fue injusto tu gobierno con Ginés entonces?
Nunca hubiera querido que Ginés se fuera. Y por eso aún hoy lo sigo rescatando. Ginés fue junto con Ramón Carrillo el sanitarista más importante de la Argentina. Y así lo debemos recordar. Cometió un error burocrático. Yo estaba en México cuando se desató el problema y dije allí, en la conferencia de prensa junto a AMLO, que el delito que cometió Ginés fue permitir que alguien se adelantara en la cola, pero eso no es delito.
¿Y por qué el gobierno lo aparta?
Porque fue tan tremenda la reacción mediática que no me quedó más solución que pedirle un paso al costado. Pero no lo hice con alegría, fue con mucho pesar, con mucho pesar. Y más pesar me causó ver cómo la gente lo trató después a Ginés, porque si se salvaron 10.870.000 vidas fue porque hubo un Ginés que me marcó dónde estaban los respiradores automáticos, que sabía cómo construir hospitales modulares, dónde había que construirlos. Yo lo voy a reivindicar hasta el último día. Pero la coyuntura política hizo que se hiciera difícil su continuidad. Fue así, fue en el medio del problema.
¿Cómo recordás esos días?
Creo que (Horacio) Verbitsky se equivocó. Ginés siempre me dijo que apenas lo conocía, que nunca entendió por qué dijo eso Verbitsky, a quien le correspondía la vacuna porque estaba cerca de los 80 años. No sé. Lo que sí sé es quién es Ginés González García, el sanitarista más importante. La salud pública le debe mucho a él, y esto a lo sumo habrá sido una mancha. Una mácula que no puede ensuciar su trayectoria. También quiero rescatar a Carla (Vizzotti). Porque cuando Ginés se fue… Que se te vaya el ministro de Economía en una corrida es un problema. Pero que se te vaya el ministro de Salud en medio de una pandemia es un problemón. Y qué ministro de Salud. Carla estuvo a la altura, hizo una gran gestión.


*
En la mesa ratona vidriada del living, que oficia de recepción, el bastón y la banda presidencial que Fernández recibió de manos de Mauricio Macri el 10 de diciembre de 2019 se exponen como un trofeo. A su lado, diplomas, regalos y documentos que testimonian su paso por lo más alto del poder. Más allá, fotos con Néstor Kirchner, “Pepe” Mujica, Estela de Carlotto, un cassette con temas inéditos de Litto Nebbia, retratos de Spinetta, cuadros de Paéz Vilaró y Juan Carlos Pallarols, una réplica de la Copa del mundo y libros genéricos sobre arte y música.
Recluido, Fernández no pierde la costumbre. Entre llamados y conversaciones a toda hora, el expresidente sostiene la rosca y fustiga contra un repertorio selectivo de actores: Javier Milei, Juan Grabois, Santiago Caputo —a quien responsabiliza de su persecución judicial—, Fabiola Yáñez —“está siendo usada por la ultraderecha”—, el juez Ercolini y el gobernador Axel Kicillof, de quien, a pesar de haber apoyado el lanzamiento de su movimiento político hace pocas semanas, critica su falta de convicción para despegarse definitivamente de Cristina Kirchner.
Como hombre de la política, al que además le tocó ser presidente, ¿qué tipo de liderazgo creés que ameritaba una situación extraordinaria como la pandemia?
Yo detesto los liderazgos personalistas. Los deploro. Frenan a la política, no dejan crecer gente y generan construcciones políticas muy arbitrarias, porque predomina el personalismo. Yo prefiero un liderazgo más democrático, abierto, que promueva la llegada de nuevas caras, nuevas figuras. Ahora, si yo te digo qué tipo de liderazgo hace falta en el medio de un incendio, es difícil. Tenés que sacar a la gente a los empujones de la casa, porque si no se mueren quemadas. A veces me pregunto cómo habrán hecho los bomberos héroes que vaciaron las Torres Gemelas. Habrá sido a los bastonazos, para que salgan corriendo, y muchos murieron. Yo pongo el ejemplo del incendio porque la pandemia es parecido, algo traumático, donde no sé si no me estás enfermando o si yo salgo y enfermo al otro. En términos psicológicos o sociológicos es de una dimensión enorme. Nos salvamos. Nosotros somos sobrevivientes, pero a vos no te gusta que te llamen sobreviviente. Sobrevivimos a una pandemia. Y en el camino se nos quedaron 130 mil. Sobrevivimos a algo muy traumático, la pandemia fue muy traumática, y lo pudimos llevar adelante respetando el Estado de derecho y las garantías individuales. No hubo un solo fallo judicial contra una decisión nuestra de la pandemia.
A propósito, fue una época que pareciera haber sido de vigilancia. No sólo desde el Estado, sino señalando al que sale a correr, apelando al deber cívico. En retrospectiva, ¿no se jugó un poco con el miedo?
El que más miedo tenía era yo, porque tenía información privilegiada de lo que pasaba en el mundo, que la gente no sabía. Yo que sé si se jugaba con el miedo o no, es una pregunta imposible. Era un momento para tener mucho miedo. Flaco, date cuenta de qué estamos hablando. No te estoy hablando de una gripe sino de que podés llevar el virus y matar a tu abuelo. Lo que pasa es que hay un detalle. Yo estoy convencido de que la cuarentena causó un efecto psicológico en la humanidad, no sólo en la Argentina. Por eso aflora VOX, aflora la derecha en Alemania, Suecia, Italia. ¿Qué pasó? En la cabeza de todos se sintió que había un riesgo muy grande y que no se estaba resolviendo. El sistema no lo resolvía. El sistema no se había preparado para semejante cosa, claramente.
Estuvo el caso del surfer, a principios de marzo de 2020…
El chico que fue a hacer surf a Ostende. Lo que tratábamos de explicar es que había una regla de solidaridad que había que mantener. El riesgo no era el surf, sino que podía contagiar a alguien y él a su vez contagiar. Es muy difícil hacerlo entender.
En un momento tenías un 80 por ciento de aprobación. Estaba la idea del “profesor filminas”, junto a los memes, los dibujos que te hacían llegar los nenes. ¿Cómo recordás esa etapa más personal?
Yo me sumaba a todo eso para hacerle más llevadera la vida a la gente. Un pibe me escribía para pedirme que le deseara suerte en el examen de mañana y yo lo hacía para ayudarlo a sobrellevar el tema. No era un acting mío, lo mismo con los dibujos de los nenes, me mandaban los dibujos por las redes o por WhatsApp y yo les decía “me encantó tu dibujo”. Pero recuerdo el tema mal. Era una terapia. Yo sabía que la estaban pasando mal. ¿Sabés cuántas denuncias hubo por violación a la cuarentena? 70 mil. Una fue la que hicieron contra mí. Es muy difícil pedirle tanto esfuerzo a la gente, pero más difícil es que me haga el distraído, como pedía la derecha, o que se mueran los que se tengan que morir, como dijo algún expresidente.
Macri. ¿Cómo fue esa conversación?
Fue telefónica. Ahí surgió la frase de que prefiero que se caiga la economía y no que se muera la gente. De las muertes no puedo volver.
Esa aprobación que tenías obviamente se esfumó. ¿En algún momento sentiste que tu autoridad estaba dañada?
No, lo que pasa es que tuve un problema con mi autoridad porque Cristina de algún modo permanentemente la ponía en tela de juicio, pero de eso no voy a hablar ahora, hablaré en su momento. Goberné haciendo lo que creí que tenía que hacer.
Bueno, la figura de Cristina Kirchner también fue muy importante en materia política.
En la pandemia muy poco, intervino muy poco.
Claro, pero está ese discurso tan recordado en el Estadio Único de La Plata, en diciembre de 2020, con la fórmula del Frente de Todos en pleno, donde ella le plantea a Sergio Massa, todavía presidente de la Cámara de Diputados, que era acertada su proyección de que en 2021 la economía iba crecer y rebotar, pero que no se lo tenían que quedar dos o tres vivos.
No se la quedaron dos o tres vivos. Tuve dos años de pandemia, un año de guerra y un año de sequía. Y la disputa interna permanentemente desde el primer día. Al cabo de cuatro años, el salario real, con todo eso que nos pasó, que son por poco las siete plagas del apocalipsis, creció un punto y medio. Y nunca paré las paritarias
Bueno, de los empleados en relación de dependencia…
Te quiero decir que además creamos 700 mil puestos de trabajo formales.
Pero también había una realidad del 40 o 45 por ciento de la economía informal.
Bueno, lo que pasa es que eso es lo que dejó Macri. Macri nos dejó un salario real que se cayó 20 por ciento, y después nos vino la sequía, la guerra, la pandemia, y en ese contexto el salario real que recibimos creció un punto y medio. No paré las paritarias. Yo no entiendo lo que hacen actualmente los sindicatos. Yo con la economía parada dejaba a los sindicatos que negocien libremente las paritarias, no puse obstáculos o que no se podía firmar por arriba de tanto, nunca en mi vida. Entonces creo que esa lectura es dialéctica, no real. Finalmente, con nosotros en 2021, 2022 y 2023 la industria creció tres años consecutivos.
Es cierta la reducción del desempleo. Sin embargo, también es cierto que había trabajadores por debajo de la línea de pobreza, o llegando raspando.
Lo que no pudimos es recuperarnos de la tremenda caída que significó Macri. Nos recuperamos muy poquito en un escenario dificultoso, sin dudas.

«Si me hubieran dicho que iba a ser un presidente con una pandemia, una guerra y una sequía, decía ‘no quiero‘»
ALBERTO FERNÁNDEZ
¿Y en lo personal cómo creés que te impactó el encierro?
Yo tenía un encierro atemperado, porque estaba eximido del aislamiento, como los ministros y funcionarios públicos. Lo que no podía era decir “paremos todo, nadie salga de sus casas y arréglense como puedan”, que era lo que proponían los libertarios. Para mí fue traumático. Yo hubiera querido ser un presidente sin pandemia. Si alguien piensa que yo celebré la pandemia es un idiota profundo. Si alguien piensa que yo disfruté diciéndole a la gente, a los chicos, que no salgan, es un idiota profundo. Eso es solo costo político, cero ganancia. Pero también digo que a la noche me voy a dormir en paz con mi conciencia.
¿Y la situación te desbordó en algún momento?
No, lo que te desborda es la operación sistemática, mediática, te desborda lo que no podés manejar, porque son voces compradas, encaminadas a lastimarte, a hacerte daño, a lastimarte psicológicamente, y eso no lo puedo parar. Pero desbordado, no. Siempre tuvimos el tema bajo control. En Argentina no murió ninguna persona sin recibir atención médica.
¿Desbordado por el estrés, tuyo y del gabinete…?
Cuando sos presidente solo recibís malas noticias. No te vienen a ver los que les va bien, ellos dicen “me va fenómeno”, te vienen a ver los que les va mal. Nadie pensó en una pandemia. Una pandemia te cambia todo. Y encima cuando termina la pandemia, que se lleva más de 11 millones de vida en el mundo y uno dice “acá paramos”, sale Putin e invade Ucrania y desata una nueva guerra, con efectos desastrosos, porque no solo tomó el Dombás de la zona ucraniana, sino que subieron los alimentos y la energía exponencialmente. Nadie cuenta que en pandemia seguimos construyendo el gasoducto Néstor Kirchner, y gracias a eso la Argentina dejó de importar gas, que era uno de los grandes desequilibrios económicos que teníamos, la importación de energía. Y compusimos la exportación de gas a Chile, que se había cortado en épocas de Néstor.
Mencionás habitualmente la pandemia, el escenario de lo que produjo la guerra, la sequía. ¿No creés que alguien puede pensar que te victimizás?
No, es un dato de la realidad, es lo que me tocó. Así como cuando fui jefe de Gabinete con Néstor nos salían todas bien, subían los commodities, subía la soja, China no paraba de comprarnos soja, comprábamos dólares, hacíamos a la Argentina competitiva, (Alfonso) Prat-Gay se quejaba porque comprábamos dólares. Así como esos días fueron de bonanza, con problemas obviamente, yo tuve cuatro años de conflictos. Qué sé yo. Si me hubieran dicho que iba a ser presidente en un momento en que la humanidad iba a tener pandemia, una guerra que hace subir los alimentos y la energía y además sequía, más problemas internos, decía “no quiero”.
¿No hubieras comprado?
No, hubiera dicho que no. Si yo te vendo un auto chocado para salir a pasear con tu mujer, me vas a decir que no. No es lo que un presidente quiere.

En esos dos años en los que se podría englobar la pandemia, ¿recordás algo que te haya conmovido?
Creo que uno pierde noción de lo que nos pasó. Fueron dos años donde prendías la tele y los zócalos de los canales tenían el número de muertos e infectados. Todo eso me conmovía. Yo era presidente. Fueron días muy ingratos, muy difíciles, que en ese escenario de tanta ingratitud y dificultad creo que los argentinos estuvimos a la altura de los acontecimientos. La inmensa mayoría respetó. Cuando muchos decían que no había que vacunarse porque te metían un chip, la gente fue y se vacunó y creyó. Y los argentinos fuimos responsables y tuvimos nuestros deslices y nos equivocamos e hicimos algunas cosas mal. Pero tenemos que estar orgullosos de cómo sobrellevamos este tema.
Debés pasar mucho tiempo ahora en tu casa. ¿Es un poco un aislamiento del poder?
No, tengo menos actividades. Una vez Néstor me dijo algo que me quedó grabado. Él fue un hombre maravilloso. Lo tomé como una enseñanza. Cuando ganamos, nos abrazamos y yo le dije al oído: “¿Viste que llegamos?”. Y él se separó, me miró y me dijo: “Cómo que llegamos, recién estamos empezando”. A los dos días volvimos a tocar el tema y me dijo algo que nunca olvidé: “Alberto, lo más difícil no es llegar al poder. Lo más difícil es irse”.
¿Y?
Aprendí que no tenía que ser difícil irme del poder, que es pasajero, que te lo dan y te lo quitan con la misma facilidad, entonces no lo sufrí como lo sufren muchos que pierden el protagonismo y luego dicen “qué hago”. Yo no lo sufrí, y creo que en gran medida por la enseñanza que me dejó Néstor.
Hace unos días el presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo en una entrevista en El País que ser presidente es de una infelicidad absoluta. ¿Qué mirada tenés?
No estoy tan de acuerdo. Gustavo debe haber querido decir que un presidente sólo recibe problemas, no te llaman para decirte “che, estamos fenómeno”. En esos términos, hay lugares donde se está más feliz, donde uno puede ser más feliz.

Volvamos a una idea que quedó rondando. Vos hablabas de lo que pasaba con los chicos. Fue el caldo de cultivo de un sector de la política que ahora gobierna. Los discursos anti vacuna, anticuarentena…
Prendió mucho esa idea de que frente a un problema tan serio como una pandemia el sistema no te da respuesta. Entonces la gente se va en busca de otro sistema que te dice “ahora vas a ser libre, vas a poder hacer lo que quieras”. Pero la libertad entre gente desigual no es libertad. Es libertad si todos tenemos condiciones equilibradas de desarrollo. Pero si uno está condenado al pozo de la pobreza y otro vive en la opulencia de la timba financiera, no hay posibilidad de libertad, porque uno es muy libre y el otro es muy esclavo. Ese discurso se va a descubrir con el correr de los días, cuando dicen “andá y apostá en una criptomoneda y hacete rico en 10 minutos” y te empobrecen, y los que se hacen rico son los de arriba. Eso va a quedar al descubierto. Igual, yo no he visto en ningún lugar del mundo lo que estamos viendo en Argentina, con el desmantelamiento del Estado. Ni Trump se anima a eso.
Construido en base a un sector de la sociedad que está muy a favor de ese desmantelamiento. ¿La política no tiene una autocrítica para hacer?
No sé si muy a favor. No quiero dar definiciones, sino cosas para reflexionar. Los peronistas tenemos que pensar que ya no somos mayoría del país. Las únicas veces que ganamos fueron las veces que ganamos en primera vuelta. Siempre que fuimos a segunda vuelta, el antiperonismo se juntó y nos ganó. Perón, en su mejor elección en el 73, con el 62 por ciento de los votos, pero un 38 por ciento lo votó a Balbín. El antiperonismo es muy fuerte y hoy es mayoría. Tenemos que ser capaces de volver a captar gente que cree que es mejor Milei que cualquier peronista. Tenemos que tener un mecanismo para volver a atraer a esa gente, para decirle “mirá, te están mintiendo”. Los que perdieron el empleo, los que ven que los precios suben y perdieron salario. Hay que animarse a decir que ha bajado la pobreza, eh, hay que animarse a decir que íbamos a tener 17 mil por ciento de inflación.
Da la sensación de que el castigo mayor a tu figura viene porque tu gobierno se construyó desde un lugar moralista. Eso cayó. Cuando uno apunta a algo que parecía otra cosa, el castigo es mayor.
No creo en eso. Yo no daba clases de moral.
…o la hipocresía
Y tampoco fui un hipócrita. Me ocurrió algo inesperado para mí, que fue esa cena en Olivos. No la organicé yo. Con eso no quito mi responsabilidad política, claro que la tengo. Pero no creo eso. Lo que creo es que la gente se cansó de la disputa interna, la pelea permanente, las cosas que te dicen desde adentro. Me pedían que no firme con el Fondo, pero no me traían alternativa, y la alternativa sin firmar era caer en default en medio de la pandemia. Seguramente muchos habrán visto, por imperio de lo mediático, en ese acto un acto de hipocresía. Pero yo no fui un hipócrita. Yo me comprometí. Fue un acto de irresponsabilidad, eso te lo tomo. Es más, cuando empezó a circular la versión de la foto, dije que no pasó eso, porque no lo registraba en mi memoria. No lo registré, creo yo que la vorágine no me permitió registrarlo. ¿Fue un error? Sí. Hipocresía no, porque yo asumí el error, fui a la Justicia e hice lo que la Justicia me ordenó, no apelé ni cuestioné nada, porque cometí un error. Pero hipocresía no.
¿Cómo creés que se va a recordar tu gestión de la pandemia en unos años?
No sé. Me gustaría que se recuerde que fui un presidente que no se llevó nada del gobierno. Que no fue un corrupto, para que quede claro. Que no se enriqueció en el poder, y al que después de salir del poder le inventaron dos causas vergonzosas y que, la verdad, mientras estuvo en el poder las 24 horas del día pensó en la gente. No hay un solo decreto mío que haya ido contra los intereses de quienes trabajan, o de las pequeñas y medianas empresas. Ni una norma. No la vas a encontrar. Buscá un gesto mío en materia de política internacional que haya significado un acto de sumisión. Pude entrar al Salón Oval, al Kremlin y al palacio de gobierno chino. En todos lados fui a defender a Argentina, no me casé con nadie. Impulsé el acuerdo del Mercosur y la Unión Europea pero cambiando las condiciones que había firmado Macri. Lula lo firmó cuando la Unión Europea aceptó nuestros cambios. Fuimos el gobierno que más casas entregó en la historia, el gobierno que dejó la tasa de desempleo más baja. Con un salario deprimido, sí, porque recibimos un salario deprimido, que en tres años tuvo crecimiento de la industria. Hubiéramos crecido tres años el PBI si no hubiéramos tenido la sequía. Pero nos pasó esto. Es lo que nos tocó.