El paraguas sumamente antojadizo del post-punk (mayormente inglés, pero con fuertes bases en Estados Unidos y focos en todo el mundo) puede servir para demoler un poco el pre-concepto (estético, vital) de generaciones oponiéndose a generaciones inmediatamente previas. Hay pocos factores transversales a todas las bandas emblemáticas del post-punk: los elementos en común son bandas/cantautores/compositores enrolados en el art rock/rock progresivo/psicodélico más inclasificable, como Can, Peter Hammill o Captain Beefheart o el dub jamaiquino. Hablamos, en definitiva, de música que tuvo su apogeo entre 1969 y 1975.
Una mirada más de cerca también permite entender a la cultura rock en su verdadera dimensión rapaz, epíteto positivo en este caso, claro está. Si seguimos hablando del rock como movimiento es por su capacidad de asimilar otras músicas y devolver un nuevo lenguaje, tenga como resultado una lectura defectuosa (o no) del material original. Así como los Beatles podían mirar a Stockhausen, la chanson francesa y el foxtrot, o King Crimson a Béla Bartók y la escena de libre improvisación inglesa, el post-punk sencillamente eligió encontrar sus espejos en esos ejemplos más outsiders del rock (a los ya mencionados sumémosle Frank Zappa, Brian Eno, Kevin Coyne, Henry Cow, Faust, Soft Machine y tantos más) y en la cultura afroamericana (no hablamos de blues ni jazz modal sino del free jazz de Ornette Coleman y el funk de James Brown) o directamente africana (el afrobeat nigeriano de Fela Kuti).
Y sí, cultura rock, porque no solo de asimilar música hablamos: de Ballard a Herzog, de Burroughs a Godard, de Faulkner a Philip K Dick, más allá de la formación de escuela de arte común, en muchas bandas del género se evidenciaba un interés por hermanarse con diversas formas de arte que tuvieran algo para decir sobre el mundo.
Sin más introducciones, presentamos la primera parte de una lista de canciones que pertenecen a veinte discos esenciales del post punk. Y al final de la nota, la playlist para escucharlas.
Pere Ubu – “Non Alignment Pact” (The Modern Dance – 1978)
En el track inicial del disco debut de los oriundos de Cleveland se van apilando los elementos individuales que configurarán de ahí en más la dramaturgia musical de esos primeros años de la banda: el sintetizador sin teclas de Allen Ravenstine le permitía saltearse la estructura pianística para generar ruidos y subrayados casi salidos de una película clase B, la guitarra alla Chuck Berry de Tom Herman, la base rítmica sólida y directa de Tony Maimone y Scott Krauss, y at last but not least, el grito primal estrangulado del gran David Thomas. Si bien su nombre proviene de la obra teatral surrealista de Alfred Jarry, Pere Ubu debería ser llamada una de las pocas bandas de rock expresionista: alternaban entre la euforia, la depresión, la calma y casi todas las emociones que componen el teatro de la vida.
Devo – “Jocko Homo” (Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! – 1978)
Algo había en el agua del Midwestern estadounidense de la segunda mitad de los ‘70 (¿desempleo? ¿desaliento?) porque de Akron provino otro de los actos más idiosincráticos no solo del post-punk sino del rock mismo. Enfundados en sus mamelucos amarillos, pioneros tanto del synth pop como de la new wave más neurótica junto a Talking Heads y XTC, a su corrosivo ideario de ser humano “de-evolucionado” los Devo lo enmarcaron dentro de una música rígida, obtusa y lo más carente de swing o groove posible; pero en ello no había precisamente falta de pericia técnica alguna, dado su magistral uso de las métricas irregulares (7/8 para este himno exasperante) que funcionaba como síntesis de su estética. Infinidad de músicos de prestigio como Neil Young, Frank Zappa o Iggy Pop se rindieron inmediatamente a sus pies.
Suicide – “Rocket USA” (Suicide – 1977)
El duo conformado por Alan Vega y Martin Rev es un ejemplo claro de cómo poner en funcionamiento un decir propio, pese a no escatimar influencias (la protoelectrónica neoyorquina de SIlver Apples a fines de los ‘60, Velvet Underground, entre otras); dieron con la combinación “feedback + máquina de ritmos” que contó con infinidad de seguidores, desde los inmediatos Jesus and Mary Chain al black metal de los 2000, pasando por Sisters of Mercy, Spacemen 3 y tantos otros. Al órgano Farfisa destartalado y repetitivo de Rev -que lindaba casi con el minimalismo de Terry Riley- y el pulso continuo de la caja de ritmos, se le sumaban los susurros, ronroneos y alaridos escalofriantes de Vega, una suerte de eslabón perdido entre el rockabilly de Gene Vincent y el desquicio de Iggy Stooge. Su música alternativamente hipnótica, soñadora, febril, sexy y aterradora es un perfecto documento de la convulsionada New York de fines de los ’70.
Magazine – “My Tulpa” (Real life – 1978)
Recién salido de los Buzzcocks, Howard Devoto armó un (involuntario) supergrupo del post-punk inglés. Con una visión para nada ortodoxa del punk (tomando como estandartes creativos a Peter Hammill, The Doors, Roxy Music y el Bowie de Berlin), se vio rodeado de figurones como el guitarrista y saxofonista John McGeoch (a la posterior llevando a otro nivel a Siouxsie and the Banshees, uno de los dos o tres guitarristas emblema del género por su destreza y ductilidad) o el bajista Barry Adamson, futuro Bad Seed, que ya aquí empezaría a mostrar su predilección por las bandas de sonido: gracias a él Magazine grabó su versión de “Goldfinger” de James Bond. El matrimonio de opuestos que era Magazine (andanadas de velocidad proto hardcore, teclados entre psicodélicos y ¡progresivos! a cargo de Dave Formula, climas lúgubres) alumbró un par de discos que aun hoy siguen sonando arriesgados.
Gang of Four – “Natural’s not in it” (Entertainment – 1979)
G04, caso paradigmático del rock como cultura integral. En el cuarteto de Leeds comandado por el guitarrista Andy Gill coexistían el funk de James Brown, el carácter más conceptual del dub de Lee Perry, la China comunista –el movimiento contrarrevolucionario que nombró a la banda– y las técnicas de extrañamiento del cine de Jean Luc Godard –vía Bertolt Brecht, claro –: Gill haciendo coros que respondían a los enunciados de las voces del cantante Jon King, como un interpréte autoconsciente derribando la cuarta pared. Sí, el lugar común que menciona su influencia en toda música muscular y/o combativa orientada al groove es atinado: ahí están Red Hot Chilli Peppers, RATM y Fugazi para demostrarlo, pero poco se menciona el idiosincrático interplay de la banda, con los instrumentos entrando y saliendo adrede, alternando entre sonido y silencio para dar una mayor cohesión y fluidez orgánica a su música.
The Pop Group – “She’s beyond good and evil” (Y – 1979)
Hablando de experiencias incendiarias vinculadas al groove, pocas molotovs más precisas que las de este quinteto de Bristol. La base rítmica Underwood-Bruce Smith se apropiaba con total destreza de diversos swings negros –reggae, funk, disco– para que la dupla de guitarristas Waddington-Sager (este último también saxofonista) arrojara sobre ese lienzo una abstracción expresionista de sonidos cavernosos y rasguidos rítmicos tan deudores de James Brown como Ornette Coleman; arriba de todo eso las arengas maníacas de Mark Stewart, un vocalista del cual Nick Cave seguro aprendió una o dos cosas. Beneficiado enormemente por el tratamiento sonoro particularmente enfocado en la espacialidad y proveniencia de los sonidos del productor jamaiquino de dub Dennis Bovell, este disco debut es una jungla dadaísta pero coherente de gritos, silencios, sonidos encontrados, grooves adictivos y líricas de revolución tanto política como individual.
The Slits – “Love und Romance” (Cut – 1979)
Dennis Bovell repite producción en otro grupo británico orientado al groove, aunque esta vez formado por mujeres –más Budgie de Siouxsie and the Banshees haciendo su aporte en la batería–, dando cuenta de otro de los cambios de paradigma del post-punk: un mayor protagonismo creativo femenino. Como todas las agrupaciones de post-punk inclinadas a la música de baile, el concepto del dub jamaiquino de las Slits distaba de ser precisamente ortodoxo; en las lideradas por Ari Up el toque heterodoxo venía mayormente por las melodías vocales inusuales de Ari –por no mencionar su inusual acento– y las guitarras oblicuas de Viv Albertine. Frenético, cadencioso, felino y demandante, su disco debut Cut es uno de los documentos más destacados de la avanzada femenina en el mundo post-punk.
Scritti Politti – “Doubt Beat” (Early – 1979)
Antes de querer demoler el sistema desde adentro a mediados de los ‘80, Green Gartside era la cara visible de la banda más cool de Gran Bretaña a fines de los ‘70, hands down (ok, no nos olvidemos de UFO y Thin Lizzy): una de las bases rítmicas más diestras en todo el post-punk a la hora de manejar el groove del dub jamaiquino, guitarras tan deudoras del folk inglés como de la angularidad de la Magic Band de Captain Beefheart y la quebradiza y delicada voz del propio Gartside, que abrevaba tanto en Robert Wyatt como en el soul negro de los ’60. Sí, las múltiples alusiones a la filosofía en sus letras (Lacan, Gramsci, Wittgenstein, Derrida) podían bordear el territorio de la referencia por la referencia misma, pero sea por el nivel de inteligencia en su construcción o lo contagioso de su interpretación, en la música de Scritti Politti vive uno de los legados más ricos de ese período.
Public Image Ltd – “Poptones” (Metal box – 1979)
El rito de transición de Johnny Rotten a John Lydon por el cual este conquistaba su propia imagen pública básicamente implicaba poder echar mano de (casi) todo lo rupturista de la cultura rock y aledaños hasta ese momento: otra vez Peter Hammill, Can, Beefheart, Tim Buckley, Yoko Ono, pero también –de vuelta– dub jamaiquino y, anatema para la cultura punk, música disco. Como en los Sex Pistols, Lydon le encajó un bajo a un amigo –Jah Wobble haciendo mímica del sonido gordo del dub– y para la guitarra tomó como escudero a Keith Levene, fan de Yes y la Mahavishnu Orchestra, poseedor de un estilo tan virtuoso como oblicuo. “Poptones» –cuya letra parece describir una escena de violación– grafica a la perfección esa amalgama improbable de estilos: un cuelgue dub con aires a… “Starship Trooper” de Yes.
Wire – “Mercy” (Chairs Missing – 1978)
Ya en las descargas ultraveloces de su debut Pink Flag (1977) se adivinaban ciertas intenciones expansivas y psicodélicas en la música de Wire; esa distorsión granítica evidenciaba algo más. Para su sucesor, Chairs Missing (un equivalente inglés de “faltan jugadores”), el cuarteto le pone a su música colores provenientes de todo el espectro lumínico: de los staccatos obsesivos crimsonianos del inicial “Practice Makes perfect” a la perfección pop de “Outdoor Miner”, pasando por la contemplación calma de “Marooned” y el sonido literalmente metálico de “I am the fly” aparece este despegue a la estratósfera de cinco minutos que puede oficiar de puente entre el King Crimson de Red (1974) y el Sonic Youth más exploratorio de fines de los ‘80. Afortunadamente ese espíritu de búsqueda es parte de la banda hasta su actividad en la actualidad.