A raíz del estreno de la biopic Homem con H, recorremos la vida y obra del legendario cantante brasileño, que a sus 83 años sigue desafiando la pacatería y las buenas costumbres.
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De una patada Ney Matogrosso rompió el biombo de papel detrás del cual se ocultaba y apareció sobre el escenario en la presentación de su disco Seu Tipo. Fue en el Teatro Coliseo, en Buenos Aires, el jueves 8 de mayo de 1980. Yo tenía 16 años y estaba en primera fila. Ney lucía un estilo distinto al de sus anteriores discos, en los que tenía un look que mezclaba lo primitivo, lo indígena y lo salvaje, con collares de caracoles, plumas y una quijada de caballo que revoleaba como si estuviera en 2001 Odisea del espacio. En esta oportunidad vestía un traje blanco, como el animador de un cabaret alemán de los años treinta. Con su voz de contratenor que por momentos parecía femenina y sus movimientos sensuales que orillaban el escándalo, el cantante nacido en el sur de Brasil ya nos hablaba con su cuerpo del LGTBQ+ antes de que existieran esas siglas. Hay que imaginar la Argentina de esa época, bajo la represión política y moral de un gobierno militar que estaba en su apogeo. El show de Ney Matogrosso era lo más parecido a un atentado anarquista. El público deliraba. Era muy raro ver en los escenarios porteños semejante declaración corporal y estética. Eso también pasaba con otros artistas brasileños que habían venido, como Gal Costa o Caetano Veloso, pero lo de Ney era radicalmente distinto: simulaba un striptease en escena y hacía subir la temperatura del teatro hasta convertirlo en una antesala del infierno. Ya en la segunda parte del show volvió a lucir su vestimenta de hombre salvaje que caracterizaba sus cuatro primeros discos solistas (Agua do céu, Bandido, Pecado y Feitiço).

¿Pero de dónde había salido ese extraterrestre que en realidad era mucho más terráqueo que nosotros, y que celebraba la diversidad de la naturaleza y la cultura y proclamaba a los cuatro vientos ya no la llegada del Hombre nuevo sino de un “sujeito estranho”, “ardente”, con “corazón de gitano” y “mojado de sudor”? Ney siempre cuenta que tuvo una revelación cuando vio a Caetano Veloso vestido de rosa en Brasilia, adonde había llegado desde su pueblo natal en el Mato Grosso para trabajar en el laboratorio de anatomía patológica de un hospital. Se propuso, entonces, producir en las personas el mismo shock que había experimentado con Caetano. Y eso no solo fue en la vestimenta sino en su declaración de homosexualidad, que generó polémica cuando apareció con el grupo Secos & Molhados y lo llevó a ser un ícono de revistas gays como Lampião da Esquina (1978-1981).
En 1973, Ney entró en la escena musical brasileña con el trío Secos & Molhados, liderado por João Ricardo. Ya en su apariencia, el grupo (completado por el guitarrista Gérson Conrad) era algo totalmente inusual: pintados como el grupo Kiss, pero no inspirados en ellos (aparecieron el mismo año), en la portada del primer disco aparecían sus cabezas en bandejas de plata en un banquete antropofágico. Si en ese álbum debut hay clásicos como “Vira” y “Rosa de Hiroshima” (sobre un poema de Vinicius de Moraes), el segundo trabajo abre con una sorpresa para los argentinos: “Terceiro mundo”, sobre letra de Julio Cortázar. Se trata de un fragmento de su libro Prosa del observatorio, que João Ricardo convierte en poema junto a una música de flamenco. Pese al éxito del grupo, que profundizó el enraizamiento del rock en Brasil que ya se había dado con Raúl Seixas y Os Mutantes, Ney decidió abandonar Secos & Molhados y comenzar una carrera solista.
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Su primer disco, Água do Céu – Pássaro (1975), también cuenta con participación argentina: producido por Billy Bond (quien haría carrera en Brasil con el grupo Joelho de Porco), tiene además la inclusión de Claudio Gabis (ex Manal) y viene con una yapa: el LP está acompañado por un disco simple con dos temas de Astor Piazzolla, uno de ellos una musicalización del poema “1964” de Jorge Luis Borges. Ya desde la tapa, en la que aparece semidesnudo, Ney desafía la moral pacata de la dictadura brasileña y en la canción “Azúcar Candy” irrumpe con gemidos de orgasmo. Se trataba, además, de un giro en su estética musical respecto de Secos & Molhados: más latinoamericano, no tan urbano y cada vez más cercano a la MPB (Música Popular Brasileña).
Ya su segundo disco, Bandido (1976), tendría temas de Rita Lee, Gilberto Gil y Chico Buarque, uno de los compositores que más interpretó. Después vendrían Pecado (1977), Feitiço (1978), con una foto desnudo en el interior del LP rodeado de rosas blancas, y Seu tipo (1979), el disco que lo traería a Buenos Aires. En la Argentina circulaba el LP Lo mejor de Secos & Molhados (1978), así como otro disco de Ney muy bien editado, con letras en la contratapa: Bandido, en 1977 (un año después de su aparición en Brasil).

Desde entonces y hasta el día de hoy, la carrera de Ney Matogrosso tuvo altibajos, pero también momentos excepcionales, como Ney interpreta Cartola (uno de los mejores discos de la MPB). Y sus shows, siempre únicos, como el que dio en el Coliseo en 2015, en el que se movió en bamboleos sensuales y frenéticos que harían la envidia de cualquier teenager (ya tenía 74 años y dicen que todavía baila como nadie en los escenarios brasileños).
Aunque nunca compuso, Matogrosso supo trazar su autorretrato a partir de canciones de otros. Son personajes que combinan lo salvaje, la transgresión y el erotismo del “color del pecado”, como lo supo interpretar el film Sol alegria (2008), de Tavinho Teixeira, en donde Ney actúa. Homem De Neanderthal, Bandido, Bandolero, Sujeto extraño, Homem com H (así se titula la biopic que se acaba de estrenar) y muchos personajes más. Hijo de un militar que se avergonzaba de su orientación sexual, Ney surgió en un momento clave de la extensa historia de la dictadura militar brasileña instaurada en 1964, que a partir de fines de 1968 se endureció muchísimo con el AI-5 (Acta institucional número 5), con la prohibición de las manifestaciones, el cierre del Congreso, la suspensión de derechos civiles y la acentuación de la persecución y la represión.

En los años setenta, la disidencia comenzó a manifestarse no tanto en el espacio de la oposición política tradicional sino en las costumbres, en lo que se llamó la etapa del desbunde (palabra que remite a bunda –culo– y que significa la relajación de las costumbres morales). Como mostramos junto al editor y traductor brasileño Samuel Titán en la exposición que hicimos en el Malba en 2021 dedicada a la fotógrafa Madalena Schwartz (Las metamorfosis. Travestis y transformistas en San Pablo, años 70), buena parte de la oposición al régimen pasó por la diversidad sexual y por el activismo de gays y lesbianas. Ney Matogrosso, fotografiado por Schwartz por esos años, se convirtió rápidamente en un emblema de la comunidad gay pero también de los amantes del rock (con Secos & Molhados) y de la MPB (en su etapa solista). En ese contexto, su cuerpo se convirtió en un dispositivo de energía erótica y social que circulaba por los escenarios, la pantalla de televisión y otros espacios y que desafiaba normas y prohibiciones. Tanto en “Bandido” como en “Bandolero” (dos canciones de autores diferentes) Ney menciona su condición de “gitano”, como si fuera un nómade, un transgresor por fuera de la legalidad.
Eu, bandoleiro, no meu cavalo alado
Na mão direita o fado
Jogando sementes nos campos da mente
E se falasses magia, sonho e fantasia
E se falasses encanto, quebranto e condão
Feitiço, transe-viagem, alucinação
Miragem
[Yo, bandido, en mi caballo alado
En la mano derecha el hado fado
Arrojando semillas en los campos de la mente
Y si dijeses magia, sueño y fantasía
Y si dijeses encanto, maldición y varita mágica
Hechizo, viaje-trance, alucinación
Espejismo]

A lo largo de las décadas, la importancia de Ney Matogrosso nunca decayó. En 1985 abrió el primer Rock in Rio, un evento de relevancia internacional (fue anunciado, de un modo muy brasileño, como “el festival más grande del mundo”). Y en mayo de este año se estrenó en Brasil la película Homem com H, interpretada por Jesuíta Barbosa y que cuenta su historia de amor con Cazuza, otro grande de la música brasileña.
Todavía me acuerdo de su aparición en el escenario del Coliseo en 1980. Al final del show me acerqué al escenario y me dio uno de sus anillos con forma de víbora. Nada fue igual desde entonces, nada es igual cuando aparece Ney y canta una canción.