En Un instante, su cuarto álbum, conviven virtuosamente el trap, la salsa, la cumbia, el pop latino y la electrónica. En este menjunje peligroso hacia sonidos inesperados el músico de 31 años encuentra la mejor versión de sí mismo, entre el riesgo y la ruina.
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Para cualquier oyente del Interior LOUTA es un artista incómodo. Representa los estereotipos de la porteñidad menos querida: nítido acento rioplatense, vestuarios palermitanos y discurso zen espiritual. Su música es el soundtrack ideal de un bar chic con cervezas artesanales y dips de palta, es el ingrediente cheto que estiliza la noche artificial. Sin embargo, detrás de esa apariencia hegemónica y desinteresada, LOUTA cruza cultura popular y vanguardias de museo, un maridaje entre el mainstream inmediato y el pensamiento académico. Escuchar atentamente a este artista sin dejarse llevar por la primera impresión nos abre la puerta a una experiencia inédita, muy por encima de los datos musicales como curitas descartables de Spotify.
Un menjunje de ritmos y versiones
Un instante, álbum lanzado en mayo de este año, es una obra que gusta en la primera escucha, encanta en la segunda y enamora a partir de la tercera. Si Dios está en los detalles, lo mismo sucede en cada nueva escucha de las canciones de este disco. Descubrimos un lejano solo de bajo, un sonido breve caído al costado de un compás o un homenaje oculto de algún artista de alta gama.
¿Qué es entonces Un instante? Es la mezcla del LOUTA pasado, el de Enchastre (2018) y 2030 (2020), con el LOUTA del porvenir. Es una combinación de trap, salsa, cumbia, pop latino y electrónica. Es un homenaje implícito al MTV del 2000, pero con gusto a futuro pospandémico y algoritmos de YouTube. Este último disco de LOUTA es, en definitiva, un menjunje peligroso entre la autenticidad y la ruina.
El sabio equilibrista

Aunque no sea difícil de escuchar, Un instante exige un oyente atento y predispuesto. Cada canción se encuentra al borde de ser otra cosa. LOUTA transita el peligro y deja la sensación de que si su creación se corriera un centímetro de su senda todo se iría a la ruina. El fracaso latente es la necesaria sombra del virtuosismo, el riesgo es el único camino hacia un poeta de verdad. LOUTA es un sabio equilibrista que tambalea el precipicio de los clichés en una cuerda hacia lo genuino.
En canciones como “Nunca me fui”, por ejemplo, el cliché parece inevitable. Su sonido pop se inclina hacia una canción radial del montón, pero luego nos damos cuenta de que se trata de un soft sound refinado y sentido, similar al del Café Tacuba de SINO o a “Yo te amo” de Fito Paez. La simpleza de los acordes de la guitarra, la ternura de la letra y la irresistible base synth que resalta en cada acento de la melodiosa estrofa consagran un tema que crece de escucha en escucha. Algo similar ocurre con “Puro”, la canción más trap del setlist. Sin embargo, el aparente trap homogéneo de algoritmo se desequilibra con una atmósfera tanguera al compás de un bandoneón. ¿LOUTA se le anima a Pichuco? La tranquilidad y amabilidad de esta pieza musical evoca la atmósfera de “Palmeras”, canción del álbum Enchastre.
Pero no siempre LOUTA se lanza al juego de las apariencias. En “Cuando te miro” revela su costado más académico y vanguardista sin camuflajes populares. La presencia de una guitarra descalibrada junto a su extraña base sintética decretan un soundtrack ideal para alguna exposición en el MALBA o un corto proyectado en el BAFICI.
¿Hacia atrás o hacia adelante?

Al escuchar Un instante algo no queda claro: ¿a LOUTA le interesa dialogar con su pasado o desea incursionar en una etapa completamente nueva? Por momentos el sonido suena igual que siempre y por momentos nos descoloca la extrañeza de ritmos y géneros ajenos a su discografía.
En “Lo mejor de lo mejor” y “Ballena” se reinicia el sonido crudo que LOUTA impartía en sus comienzos: ritmos reiterativos, raros e hipnóticos. Pero cuando oímos la alianza entre las trompetas de torero y el piano caribeño en “Kusturica” o irrumpe una salsa bailable al final de “Mente”, aparecen elementos decididamente inexplorados por el artista. ¿LOUTA quiere rimar con su obra o se deja interpelar por la avidez de novedades?
Tal vez se esté parodiando a sí mismo al yuxtaponer fórmulas creativas clásicas con sonidos ajenos. Eso se deja oír en “No sé quién sos”, un posible reproche introspectivo en el que LOUTA lamenta no conocerse a sí mismo. Los sonidos saturados y juguetones de este tema junto a la manera irónica en que expresa “no te creo nada” no deja lugar a dudas: es una clásica parodia. Pero… ¿qué cosa está parodiando? Puede ser una crítica al modo de producción musical actual pero también mera burla o broma interna.
En un tema como “No sé quién sos” se nota la influencia de Gorillaz. Como Damon Albarn, LOUTA crea canciones paródicas pero virtuosas, exacerba de tal manera los ingredientes culturales que circulan que consigue ir más allá de ellos. La fórmula no es un gesto burdo, sino un síntoma de inteligencia. Se sabe: desde el Don Quijote de Cervantes, lo paródico no está destinado al arte clase B.
Rompiendo espejos
Cuando Un instante se apaga, queda la estela de un artista que oscila encantado entre extremos. Su música es una disputa de polos opuestos sin resolución. LOUTA es un chiste serio o una torpeza elegante. Se identifica como emblema de la Nueva Generación y como un nostálgico de MTV y los Cosquín Rock en la plaza Próspero Molina. Es el universo popular que coquetea con la élite académica, sintetiza la promesa mainstream y la conquista del mundillo intelectual. En la batalla de opuestos, LOUTA decide enfrentar su yo más allá del espejo. No se trata ni de elegir lo propio ni de naufragar en lo extraño. En su último disco se reencuentra con su pasado y se lanza hacia el futuro. Todas las canciones de Un instante se repiensan en el final, todas surgen de LOUTA que se entretiene rompiendo espejos.