El cine no solo documenta la historia sino que tiene la capacidad de participar de la misma e incluso de cambiar su curso. A lo largo del conflicto palestino muchos cineastas (tanto del mundo árabe como de otros lugares) posaron sus cámaras sobre estas tierras.
A continuación, una selección de películas que, estructurada en tres ejes que abarcan tres épocas muy distintas, muestra el desarrollo de la cuestión palestina a lo largo de las décadas.
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1-La revolución
En los ’60, un joven grupo de cineastas árabes con epicentro en Beirut intentó crear un nuevo tipo de cine (documental y de ficción) como forma directa de contribuir a la resistencia. Narraban las historias de la vida en Palestina, así como sus luchas, y estaba compuesto mayormente por refugiados de distintos países. Algunos/as de ellos/as fueron Mustafa Abu Ali, Sulafa Jadallah, Khadija Abu Ali, Ismael Shammout, Rafiq Hijjar, Nabiha Lutfi, Fuad Zentut, Jean Chamoun y Samir Nimr.
En 1982, cuando Israel invadió el Líbano y destruyó su capital, todos los archivos fílmicos palestinos desaparecieron, no se sabe si destruidos o robados por las FDI (Fuerzas de Defensa Israelíes). El miembro de la agrupación Kail Al-Zubaidi logró recuperar algunas de las películas y formó un archivo en Berlín. Estas son algunas de ellas.
Ellos no existen (Mustafa Abu Ali, 1974)
Partiendo de la frase de Golda Meir (primera ministra israelí entre 1969 y 1974) de que “el pueblo palestino no existe”, la película muestra la vida cotidiana de los palestinos en los campos de refugiados del Líbano, además de los eslóganes utilizados por los israelíes en esa época (“no hay más Palestina”, “debemos aplastarlos como insectos”, “sangre por sangre”) y la destrucción que causaban a su paso, impidiendo cualquier posibilidad de vivir en paz. También se muestra la determinación de los fedayines (luchadores nacionalistas palestinos) para la resistencia.
El propio director era un refugiado: tenía ocho años cuando en 1948 los sionistas atacaron y derribaron parcialmente Maliha, el pueblo en el que vivía, y todos sus habitantes fueron étnicamente limpiados. Recién cuarenta y siete años más tarde Abu Ali podría volver a vivir en Palestina, más precisamente a la ciudad de Ramallah, a quince kilómetros de su hogar natal.
Las películas de este grupo estuvieron prohibidas durante mucho tiempo en Israel y la Palestina ocupada, por lo que jamás habían podido proyectarse hasta 2003, año en que Ellos no existen se pasó en Jerusalén en un cine improvisado (todas las salas de la parte palestina de la ciudad habían sido destruidas por las FDI). El director, ya con sesenta y tres años, debió entrar a Jerusalén en forma clandestina, cruzando barreras, campos y colinas.
La visita (Kais Al-Zubaidi, 1970)
Un cortometraje onírico y surrealista que muestra cómo hasta los sueños son invadidos cuando sucede una tragedia tan grande como la Nakba (término con el que el pueblo palestino se refiere al éxodo que comenzó en 1948). Contiene poemas de Mahmud Darwish, Samih al-Qasim y Tawfiq Ziad. El director (que es también el actual archivista del cine palestino de esta época que se pudo rescatar) fue también editor de la siguiente película en la lista.
Regreso a Haifa (Kassem Hawal, 1981)
Basada en la novela del escritor Ghassan Kanafani, fue financiada y realizada con la ayuda del pueblo. Es considerada la primera película de ficción palestina, a pesar de que su director es iraquí.
La historia tiene lugar en 1967, cuando refugiados palestinos que viven en los territorios ocupados tienen la posibilidad de visitar sus viejos hogares, de los que fueron expulsados en 1948. Saeed y Safiyya, una pareja que vivía anteriormente en Haifa, va de visita a su antigua casa. Ya en el camino, entre los checkpoints y el miedo por la posibilidad de ser asesinados por las FDI, se nos muestra de forma muy dramática el nivel de opresión que los palestinos viven cuando se trasladan por las tierras que les fueron arrebatadas.
En su vieja casa son recibidos por Miriam, una sobreviviente del Holocausto devenida ciudadana judía israelí, que ahora es la dueña. La pareja palestina tiene la esperanza de averiguar algo sobre su bebé, Khaldun, a quien no pudieron rescatar en medio del caos que vivieron cuando fueron obligados a irse. El bebé, nos enteramos, fue adoptado por Miriam y su marido, que le dieron un nombre hebreo, Dov, y es ahora un soldado de las FDI.
La película retrata de este modo no solo la tragedia que la Nakba representa para los palestinos (sus casas, sus cosas y en este caso hasta sus hijos les fueron arrebatados), sino también para los judíos israelíes venidos de Europa, que son testigos de cómo el mismo horror que ellos cargan del pasado es ahora replicado por su propio pueblo.
Los palestinos (Johan Van Der Keuken, 1975)
El maestro documentalista Van Der Keuken viaja a los campos de refugiados en el sur del Líbano y nos muestra con su habitual calma la vida de los palestinos, su cotidianidad y la lucha por su liberación (entre ellos, niños que asisten a la escuela y jóvenes que entrenan para la resistencia). En paralelo, la película recorre el conflicto desde los orígenes mismos del sionismo con Theodor Herzl hasta la brutal invasión y los inicios de la resistencia.
2-Sabra y Chatila
“Unos no judíos han masacrado a unos no judíos”.
(Menájem Beguín, primer ministro israelí, 1982)
En junio de 1982 Israel invadió el sur del Líbano y tomó Beirut (previa destrucción de la ciudad mediante bombardeos), obligando a huir a los miembros de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) hacia Túnez.
Dos meses después, tanques israelíes rodearon los campos de refugiados civiles de Sabra y Chatila, en la parte oeste de Beirut, y un grupo de falangistas cristianos libaneses entrenados por el ejército israelí entró y masacró durante tres noches a todo lo que encontrara con vida, en uno de los episodios más cruentos desde el Holocausto. Hombres, mujeres y niños fueron torturados, violados y sus cuerpos vejados de formas inimaginables. Entre muertos y desaparecidos, se calcula que hubo unas tres mil víctimas.
Beirut, mi ciudad (Jocelyne Saab, 1982)
En el bombardeo israelí sobre Beirut la directora de este documental vio cómo su hogar familiar de ciento cincuenta años fue destruido sin dejar el mínimo rastro. En las ruinas de la ciudad, a través de algunas imágenes poéticas y otras que por lo terrible quedan para siempre grabadas en el cerebro, Saab reflexiona sobre la memoria, la historia y la cultura, no solo de las familias sino de los pueblos. Al mismo tiempo, recuerda los días en que los fedayines de la OLP habitaron la ciudad (antes de partir hacia Túnez) y el optimismo que reinaba entre los refugiados que combatían la opresión. Beirut había sido, hasta ese momento, la capital cultural del mundo árabe, ya que recibía exiliados de todos los países vecinos.
Genet en Chatila (Richard Dindo, 2000)
En 1982, un moribundo Jean Genet (afectado por un cáncer de garganta) se encontraba en Beirut cuando ocurrió la masacre de Chatila. Invitado a recorrer el lugar después de la matanza, el escritor francés caminó durante horas por el campo de refugiados y, al volver a su hospedaje, se encerró -enfermo por lo que vio- y escribió uno de los textos más terribles y bellos que se hayan hecho sobre el tema: Cuatro horas en Chatila.
Por un lado, Genet describe en él lo que su vista y olfato percibieron y por el otro recuerda con emoción los inicios de la lucha palestina, a la que compara con la revolución argelina (que él, como francés, vivió de cerca). Experiencia del horror pero también poesía, el novelista y dramaturgo dedicó los últimos años de su vida a escribir otro libro sobre la revolución palestina, su derrota y la pérdida del propio hogar: Un cautivo enamorado.
En este documental, una joven francesa de origen argelino (Mounia Raoui) recorre Chatila y otras partes de Palestina y, mientras se cruza con sobrevivientes de la masacre, va en busca de las huellas del autor francés.
Masacre (Monika Borgmann, Lokman Slim, Hermann Theissen, Nina Menkes, 2005)
Seis de los autores de la masacre narran su experiencia. Nunca vemos sus rostros, pero sus cuerpos logran por momentos ser muy expresivos. El relato comienza con sus inicios en las guerrillas callejeras infantiles del Líbano, regadas de violencia y drogas, y con la formación de un grupo paramilitar cristiano y la posterior selección de trescientos de ellos para un entrenamiento de élite en Israel, un ejercicio que incluye cosas como el sometimiento a todo tipo de torturas, la supervivencia en la naturaleza (viviendo de lo que pudieran encontrar), compilados de imágenes de películas sobre el Holocausto (de las cuales no comprenden el idioma) o la visita al Museo del Holocausto.
Cuando el por entonces electo presidente ultraderechista libanés (líder de estas tropas y del partido político del que eran parte) es asesinado, a los integrantes de esta agrupación les hacen creer que fueron los palestinos (muchísimo tiempo después se supo que fue obra de un extremista sirio). Enviados de esta forma a los campos de Sabra y Chatila, los paramilitares libaneses entran y dan inicio a la matanza, mientras desde afuera las FDI iluminan la noche con bengalas.
La película casi no muestra imágenes de la masacre, pero sólo escuchar los testimonios resulta una de las experiencias más gráficas que uno pueda vivir.
3-Nostalgia y distopía
Beirut había sido hasta 1982 la capital del mundo árabe. No solo los palestinos habían formado una suerte de Estado propio dentro del país, sino que -como se dijo- la ciudad libanesa era el lugar al que llegaban refugiados de todas partes: Irak, Siria, Egipto, Sudán. Pero Beirut era también un territorio en disputa. Y cuando Israel invadió el sur del Líbano, la OLP se vio obligada a huir en barcos.
Como dice el escritor palestino Edward Said en el primer film que integra este bloque, los israelíes siempre acusaron al mundo árabe de “querer arrojarlos al mar”, pero irónicamente la imagen que se vio como “el final del conflicto” fue la de los palestinos yéndose por esa misma vía.
Exiles: Edward Said (Christopher Sykes, 1988)
Un especial de la BBC sobre la vida del filósofo y crítico palestino, experto en colonialismo y (crítico del concepto de) “orientalismo”. Exiliado de niño a Egipto, Líbano y finalmente Estados Unidos (donde fue profesor universitario hasta el fin de sus días), su historia es narrada en paralelo a la de la invasión israelí de Palestina.
Puede que la belleza haya reforzado nuestra resolución (Philipe Grandrieux, 2011)
Un documental de una poesía y profundidad pocas veces vistas. El cineasta japonés Masao Adachi recorre su vida y, mientras rememora varios momentos, juega con su nieto en la plaza o recorre el túnel donde Andréi Tarkovsky filmó la famosa secuencia de Solaris.
En especial Adachi recuerda el tiempo en el que, enviados por el Ejército Rojo Japonés, entrenaron junto a su colega Kōji Wakamatsu a la par de los fedayines del Frente Para la Liberación de Palestina. La frase que da título a la película la dice el propio Adachi cuando, al hablar sobre el duro entrenamiento en las montañas, recuerda que era la belleza de los amaneceres lo que les daba fuerzas para seguir.
En una parte del relato el director japonés cuenta que, cuando ya estaba por regresar a su país, en el aeropuerto de Beirut, tiene un breve encuentro casual con Jean Genet (que venía de vivir su experiencia en Chatila), y esto no es un dato menor, porque la evocación estético-política que ambos hacen sobre esa época y la revolución (palestina) tiene mucho en común.
Nuestra música (Jean-Luc Godard, 2004)
Estructurada en tres reinos inspirados por La divina comedia de Dante, la película pasa por todos los registros posibles: poesía, documental, ficción, filosofía, material de archivo. El primer reino es el infierno: una serie de imágenes cinematográficas (documentales y ficcionales) de guerras a lo largo de toda la historia humana. Luego el purgatorio: Godard mismo viaja a Sarajevo a un congreso de literatura en el que debe dar una charla sobre “el texto y la imagen”. Al mismo tiempo narra en paralelo la historia de dos judías que asisten a ese evento. Una de ellas, una periodista de Tel Aviv que busca infructuosamente hablar con el embajador francés sobre la cuestión palestina, logra entrevistar al poeta Mahmud Darwish, quien hace una genial observación sobre la poesía de los vencidos y los vencedores.
Nuestra música es una reflexión sobre imagen y lenguaje, ficciones y realidades, oprimidos y opresores (si bien uno de sus ejes centrales es Palestina también pasa por la disolución de Yugoslavia, la guerra civil estadounidense o la matanza de aborígenes en ese mismo país). Es justamente la conferencia que da Godard la escena que mejor cristaliza el sentido de la misma y una de las reflexiones más brillantes jamás hechas sobre el conflicto palestino y, al mismo tiempo, sobre el cine. A cada plano corresponde un contraplano, dice Godard, y estos nunca pueden ser equivalentes, a diferencia de lo que la rostridad en el cine americano pretende hacernos creer. Al plano israelí (la realización ficcional de las profecías sagradas) corresponde por ejemplo el contraplano palestino (la tragedia de la expulsión de un pueblo de sus tierras).
El tercer reino, el paraíso, está vigilado por marines estadounidenses.
5 cámaras rotas (Emad Burnat y Guy Davidi, 2011)
En 2005, el camarógrafo autodidacta Emad Burnat tiene a su cuarto hijo. Al mismo tiempo, el 60% de las tierras cultivables de su pueblo, Bil’in, son robadas por los israelíes, que destruyen los olivos con bulldozers y comienzan a construir un muro para crear una ciudad del otro lado. El pueblo se vuelve un ejemplo de la resistencia pacífica palestina, inspirando a otros a lo largo del muro y fomentando la solidaridad entre todos ellos.
En paralelo, las tácticas de las FDI se van endureciendo: primero gases, después balas y finalmente arrestos a niños, que son llevados, solos, en medio de la noche.
Todo es registrado por Emad a través de cinco cámaras que, una tras otra, van siendo destruidas, mientras vemos a su hijo crecer y decir sus primera palabras. En 2009, el cineasta se alía con su colega y activista antiapartheid israelí Guy Davidi para darle la forma final al film.