Se hacen las diez de la mañana del 23 de noviembre y una nueva tanda de películas se pone a disposición del público en la web de la 35° edición del Festival Internacional de Mar del Plata. De manera automática, la red se colapsa –quizás por el tráfico– y dos films quedan inhabilitados: Panquiaco y Las mil y una. Al ser esta última cargada otra vez a la plataforma aproximadamente a las once, vuelve a caerse y solo pasada otra hora recién es posible procurarse entradas –que ya para la tarde del mismo día quedarían agotadas–.
Las mil y una es el segundo largometraje de la directora correntina Clarisa Navas (1989) luego de su ópera prima, Hoy partido a las tres (2017), que se zambulle en la peripecia del fútbol femenino en el nordeste argentino. Sorteando el obstáculo que significa la elaboración audiovisual por fuera del circuito concentrado en el mundo porteño, y a través de nuevas estrategias de financiamiento colectivo y publicitarias, el proyecto había suscitado una gran implicancia regional y a la vez un gran entusiasmo por su propuesta, al narrar en torno a otros tipos de feminidades y sujetos cinematográficos en «nuevos territorios existenciales».
En la misma línea temática, el mundo de Las mil y una transcurre en un complejo de monoblocks ubicado en el barrio correntino de Las Mil Viviendas, en cuyo seno se desarrollan varios amores –entre madre e hijxs, hermanxs y amigxs–, a la vez que se admite en confidencia un deseo entre dos chicas, Iris y Renata, un primer amor, disidente y alterno, queer, torta. Uno, como lo describiría la Banda Juárez, al sonar en el film, «sencillo y puro». Entre todxs se tejen las redes que sostienen las paredes del barrio que parece encerrarles cada vez más, parándose de mano ante una materialidad que subordina sus vidas.
Se decía, un poco en chiste y un poco en serio, que el colapso de la red del Festival fue consecuencia de la alta demanda para ver Las mil y una. Quizás sea que este desplome de la ya precaria plataforma haya sucedido ante el mero prospecto de una instancia mínima de reconocimiento de la propia identidad de las imágenes que consumimos, o simplemente por el hecho de poder enfrentarse a un cine que provenga de territorios un tanto más familiares y cercanos. Y quizás sea que este cine, en tanto se apropia de una maquinaria de producción y reproducción de imágenes para articular otros significados y deseos, pueda cambiar en algo el mundo y desafiar la «hegemonía tan apabullante en la que estamos sumidxs todxs en materia de discursos e imágenes».
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En Hoy partido a las tres, tu primera película, el ser lesbiana flota en el aire de forma tácita y parece formar parte de la propia experiencia del fútbol femenino. En Las mil y una, sin embargo, las palabras «lesbiana» y «torta» son dichas en voz alta, y serlo resulta martirizante. ¿Por qué el cambio de paradigma?
Yo creo que en Hoy partido… hay una dimensión festiva en relación a eso, la fiesta de las corporalidades jugando al fútbol en una periferia, en el margen, donde quizás eso no es problemático, al menos en ese espacio de realidad que construye la película, que es el fútbol. Que es muy acotado, también, porque saliendo de ahí obviamente los problemas sí arrancan. En Las mil y una creo que, si bien es otra periferia, ya hay algo mucho más complicado en cuanto a la definición, a los nombramientos, a todo lo que sea asumir de pronto una identidad torta, lésbica. También por el momento de la vida en el que se encuentran los personajes.
Siento, además, que en el caso de Iris (que cuando le dicen “bueno, pero si te gustan las chicas sos lesbiana”, responde: “no, eso ya es mucho”) hay algo de todo ese peso en el concepto del lesbianismo. Es como que, uf, te cae toda una mochila, un peso gigante, ¿no? Muchas veces creo que no sé si una se quiere hacer cargo de todo eso, sobre todo en la adolescencia. Me parece que al menos el personaje de Iris tiene un deseo muy fuerte por una nueva chica, alguien que la atrae muchísimo, pero que no sabe si la definición viene de la mano de eso. Creo que ahí se abre una pregunta sobre las definiciones y el porqué de esas definiciones. Pienso que las identidades no son tanto como cuestiones, constructos, sino más bien cosas móviles o estados móviles, y que muchas veces las categorías también encierran muchísimo, por más que el deseo siempre sea hacia otras mujeres. Es más, hay muchas cosas que hay que redefinir todo el tiempo, que hay que volver a pensar. Porque también los términos capturan muchísimo y las identidades se vuelven nada más que moldes y formas de identificación –en el sentido de la captura–.
Desde el trabajo creativo hasta su financiamiento, Hoy partido… fue fruto de un esfuerzo colectivo y una especie de evento social en Corrientes. ¿Cómo fue la producción de Las mil y una?
El proceso de Las mil y una difiere bastante de Hoy partido… porque, como bien decís, Hoy partido… fue una película muy independiente, hecha sin INCAA, con una fuerza colectiva y grupal inmensa. En Las mil.., si bien es el mismo equipo –son mis mejores amigxs, con quienes trabajo–, hubo una productora, Varsovia, y la película fue financiada por Diego Dubcovsky, de Buenos Aires. Se presentó al INCAA y lleva el logo del Instituto, pero de todas maneras fue un proceso de trabajo muy similar al de Hoy partido…, solo que con más estructura y un poco más de presupuesto para poder pagarle, lógicamente, a cada unx de lxs técnicxs, actorxs y demás.
Hacer un cine que no pertenezca a una clase privilegiada, que no siga reproduciendo ciertos modos violentos que muchas veces tienen las producciones, con sus maneras de encararlas y modos de vincularse. Hay que sacudir todo eso que nos enseñaron de algún modo.
Se estrenó por primera vez en el Festival de Cine de Berlín este año, justo antes del estallido de la pandemia. ¿Cómo fue el recorrido desde entonces?
Las mil… arrancó en la apertura de la sección Panorama en la Berlinale, después siguió por veinticinco o treinta festivales más de diferentes partes del mundo y hasta ahora ganó quince premios. Viene teniendo un recorrido muy bueno, también en lugares muy distantes como, no sé, Jeonju, Corea, donde ganó el premio a la mejor película. Hace unos días ganó en Bielorrusia también. Son países muy distantes de nuestra correntinidad. Y después, bueno, se estrenó en varias partes de Latinoamérica, como Brasil, Valdivia y Antofagasta, en Chile, y Guadalajara, México. También estuvo en San Sebastián.
Nos acostumbramos a un cine que representa con prejuicio y violencia a las lesbianas, los gays y lxs trans (la mal llamada disidencia). En tus películas estos sujetos son puestos al centro e iluminados con calidez. ¿Lo tomás como una tarea?
No sé si como una tarea, más bien es el lugar desde donde yo construyo. A mí no me sale armar o pensar películas que no partan desde una experiencia personal, desde un deseo y desde algo que yo conozca. Me interesa pensar las dimensiones éticas y políticas que pueden llegar a tener las imágenes. Lógicamente, también las historias y todo lo que conlleva una película, sus modos de hacer y sus procedimientos. Parece que todo eso se va armando o puede ser hecho de una manera que no corrobore siempre ese lugar de la otredad o de la construcción de una otredad. En mi caso, y en el de mis mejores amigxs, con quienes trabajamos, de alguna manera estamos muy corridxs de una heteronorma, entonces pensamos y hacemos las cosas desde ahí y construimos desde esas sensibilidades.
Creo que la tarea también pasa no solo por abrir el campo en materia de esas representaciones y de cómo aparecen estos cuerpos y qué destino pueden llegar a tener personajes que son de alguna manera minorías, sino también por un lugar de corrimiento, de hacer un cine que no pertenezca a una clase privilegiada, de hacer un cine que no siga reproduciendo ciertos modos violentos que muchas veces tienen las producciones, con sus maneras de encararlas y modos de vincularse. Hay que sacudir todo eso que nos enseñaron de algún modo.
Sos parte de una generación de cineastas que, a la luz de ciertas luchas que se han dado en los últimos años, hace películas desde otro lado y genera imágenes de nuevos sujetos en territorios poco filmados. ¿Creés que en algo pueden cambiar el mundo?
Un poco tiene que ver con la pregunta anterior. Me parece que sí hay algo. Al menos una pregunta. Yo siento que si alguna película puede llegar a generar preguntas, y si sus imágenes pueden llegar a correr un poco el sentido de lo esperable y ayudan a imaginar otro tipo de posibles, ahí cuando el cine no corrobora el sentido común de las cosas sino que inventa otros modos de estar, y propone otros ritmos y desafía esa hegemonía tan apabullante en la que estamos sumidxs todxs en materia de discursos e imágenes a las que nos enfrentamos… pienso que si un cine puede hacer eso, no sé si cambia el mundo pero al menos propone una pregunta e inventa otro tipo de territorios existenciales.
A mí al menos lo que me interesa es crear otro tipo de terrenos existenciales, y no solo pensando en quiénes lo ven sino más bien porque parten como experiencias de vida entre quienes hacemos y construimos estas películas para hacernos la vida un poco más vivible e inventarnos también un sentido, esperanzar un poco más la vida. Porque siempre es muy difícil pensar en sentidos, y sobre todo estando en Corrientes, en un barrio así. Es imposible pensar que de ahí podría salir una película, pero bueno, creo que de alguna manera imaginamos imposibles y a partir de eso salen estas películas que quizás generen alguna pregunta. Ojalá. Al menos, seguro sí cambian un poco la vida de quienes las hacemos.
En la película se presentan varias violencias, y uno de los personajes que las sufre de primera mano afirma, sin rendirse: “yo tengo mucha vida por delante”. El final es, quizás, un tanto desalentador. ¿Hay vida después de Las Mil?
La frase la saqué de una persona que inspiró mucho a ese personaje, porque la película en sí es muy personal. Ese “hay mucha vida por delante” para mí es un poco Las mil y una. Si bien la película termina en un momento y se decide que hasta ahí llega la historia de posibles y de encuentros entre ellas dos, me parece una fuerte apuesta por la resistencia y por la invención desde esos otros lazos que tienen que ver con el amor, el amor entre amigxs, el amor entre personas que se reconocen diferentes pero a la vez muy cercanas en esas afinidades. Creo que ese es un poco el futuro, ¿no? Aunque el futuro también es una idea muy del capital. A mí no me interesa mucho pensar en futuros porque siento que la mayoría de las veces ahí habla el capital y salen todas las angustias a futuro, que ni siquiera son de una misma sino que son más de las ansias en las que estamos. Una vuelta en Berlín me hicieron esta pregunta: “¿Y qué pasa? Es muy triste todo.” Yo también podría haber sido Iris. O sea, de alguna manera fui en muchos momentos Iris, también en muchos otros Renata, y viví siempre en Las Mil. Y bueno, nace una película desde ahí. Hay posibilidades. Siempre hay posibilidades.
Quizás la prueba de que hay vida por delante es que la película en sí misma exista…
¡Sí! Completamente.
*Las mil y una podrá verse este jueves 3 en Cinear TV y a partir del viernes 4 en la plataforma Cine.ar Play.