Apuntes de las elecciones bonaerenses, para un entusiasmo sin euforia y una alegría sin distracción.
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1. Lo fácil y lo difícil
De todo lo que había y hay por delante, ganar las elecciones es lo más fácil. Lo más probable y factible. Con esto no se desprecia el esfuerzo y las dificultades que hay que superar para ganar una elección (como se ha visto hace unos días nomás, y como se verá en octubre y en las elecciones que sigan). Lo que se pondera acá es que hay tareas más difíciles que nos esperan, y que son fundamentales. ¡Ojalá lo único que hubiéramos perdido hace un tiempo hubieran sido las elecciones!
2.Lo difícil y lo fácil
Ir de cero a uno es mucho más difícil que ir de uno a cien. Romper la espiral de silencio, dar el primer paso, la primera palabra. Una señal de (re) inicio. Con esta expresión social construida con el voto, se rompe el hielo y la lisura resbaladiza del ruido y la mudez. Es un punto sobre el que apalancarse. Hay que valorarlo, repetirlo, apoyarlo y mantenerlo vigente como punto de apoyo. Lo más difícil, en este sentido, está dado como paso, aunque aún no como realización. Es el logro de una condición, de un elemento desencadenador.
3. El gran porcentaje y la pequeña diferencia fundamental
Muchos gestos sumados, muchos esfuerzos, en una estrategia, generaron este gran porcentaje de diferencia en el resultado electoral. La consecuencia, el producto, es una “pequeña” diferencia. Atención. No es algo distinto. No es algo “más”. Es una diferencia. Al decir pequeña, decimos también fundamental. Esa diferencia es la que habilita la posibilidad que haya “otras” cosas, no sólo “más” cosas. Lo diferencial es lo que puede abrir una posibilidad diferente.
4. No era ni probable, ni necesario: contingente
El brillo de lo contingente requiere un cuidado especial. Lo probable suele suceder. Lo necesario sucede siempre. Lo contingente, pariente cercano de lo imposible, es raro, delicado y fenomenal. Tiene su propia potencia y su propia exigencia de cuidado y respeto. Lo que pasó en la elección es contingente. Lo que hay que lograr, también. De ese tipo de cosas está hecho el corazón más propio de la política. Y las prácticas orientadas por el respeto, la búsqueda, el reconocimiento y la construcción de y desde lo contingente son centrales para todo lo que pretende transformar el modo en que vivimos juntos.

5. Catalizador, vector: lo que tiende el puente que permite dar el paso, plasmar la reacción
Hubo una serie de elementos que concurrieron y lograron tenderle un puente a la expresión popular que, de otro modo, podría haberse postergado o perdido. El episodio de las coimas sirvió como salvoconducto para expresar un malestar que de otro modo hubiera tenido que pagar el precio de asumir, para su exteriorización, los argumentos de la propia responsabilidad en la elección anterior. Ver el mal en el otro, y explicarse lo que pasa a partir de ahí, puede servir para reconocer y superar el mal propio. Suena a evasión, pero puede verse como una facilitación. Por lo menos en este campo de cosas. Y así funcionó esta vez. Es la importancia del elemento que cataliza: no responde necesariamente a los ingredientes centrales de lo que está en juego, pero es decisivo a la hora de posibilitar la reacción (como en química) de esos ingredientes principales. Entonces, poder catalizar, contar con catalizadores, reconocerlos o producirlos, usarlos o dejarlos actuar es un ejercicio que hay que continuar. El catalizador no es yo, no es identidad, no es “nosotros”. El catalizador es “otra cosa”, otro plano, otro que actúa y podemos reconocer-usar. Exige respeto y descentramiento.
6. Otro tono
El tono y el contenido del discurso de Axel marcaron una diferencia. Quizás debemos suspender nuestra crítica o sorna respecto a que es aburrido y todo eso. Los divertidos o los intensos -—propios y ajenos— no nos han llevado a buen puerto. Tampoco el exceso de mística, banderas y otros elementos similares que asumimos como ejercicio de identidad pero consumimos como folklore confirmador. Es muy probable que debamos dejar aflorar y ejercitar estilos que no son los que más “gozamos”, para practicar la disciplina y las maneras que, más allá de lo que podamos disfrutarlas o no, se (nos) exigen. Probar otra cosa y aceptar otro tono. Después de todo, de la pontificación y lo energúmeno, lo exaltado y lo ultra identitario, hay saturación en el ambiente.
7. Frente a y no arriba de
El valor de que Axel haya convocado al presidente -como tal- a reunirse. Y no que lo amonestara con desprecio para confirmar superioridad y diagnóstico. Es más desafiante el “reunámonos presidente” que el “che Milei”. Aunque lo primero parezca más formal, aburrido o aparente conceder más. Lo que vale por arriba, con la dirigencia, puede valer como valor y estrategia al interpelar al votante en general y en la interacción personal. Interpelar de verdad implica ponerse a la altura, no ser alto.

8. Presentes y ausentes
Es cierto que muchos no votaron. Pero hay que hacer con eso política, no sociología. Lo cierto es que la palabra y el mandato que construyen el voto surgen de los que votan. Así es, lo demás es floricultura para analistas y comentadores. Además, el voto expresado no fue en blanco ni impugnado. Fue a la fuerza llamada Fuerza Patria. De eso se sirvió la población para expresarse. Y desde esa palabra debemos y podemos abrir, profundizar, proyectar y continuar la conversación con todos.
9. A partir del no
Da la impresión que nuestra sociedad, de todos modos, tiene más resto para expresar “en rechazo a” que “ a favor de”. También es cierto que eso se refleja en todo el espectro de la oferta político electoral. Ahora bien, sobre esta “tonalidad” de la sociedad para expresar su voto, fundada en el malestar y el rechazo, en última instancia en un “no», es posible y necesario leer algo positivo, potente y real. Algo positivo, en la medida en que esto significa, literalmente, algo “puesto”, “posicionado”. La negación es fundamental en la constitución de la identidad y de la decisión. También de todo proyecto y de lo propio. Constituye además una advertencia respecto a las militancias de la plenitud, del solo sí y siempre sí, de lo claro y la iluminación, de lo ya sabido y lo ya sido. De la identidad plena y del aseguramiento programático y práctico cotidiano, que afirmándose todo el tiempo, se engolosina y se clausura. Lo que no es dado es un leve y potente “no”. Hay que ver lo que puede afirmarse allí, en camino, antes que insistir con nuestros “sí” preestablecidos. Oh Hegel, Oh Freud. Eso. Lo que hay y lo que falta pueden y deben dialogar de una manera diferente en nuestra práctica.
10. Todo tiene su tiempo bajo el sol
La política sucede determinada y determinantemente por secuencias. Propias del tiempo que transcurre, empieza y cesa y no de los espacios que permanecen. Comienzan y terminan las políticas cuando son verdades, en secuencias históricas que son así llamadas porque no son eternas ni plenamente continuas. Para el peronismo como tal, por dentro y por fuera. Para sus liderazgos y figuras. Para los modos de componerse y entenderse con las realidades económicas, culturales, subjetivas, espirituales, tecnológicas, emocionales, de las vidas concretas, rige esta ley de los trayectos con principio y fin. Por eso, lo que se deje atrás (nombres, doctrinas o aspectos de doctrinas, banderas, aforismos, figuras, propuestas, estilos, formulación y palabras clave) no vale menos por ser dejado atrás, sino que adquiere plenitud si logramos ponerlo en el lugar que corresponde. Obviamente lo mismo vale por la orientación fundamental de la política, que quizás no es cien por cien la del “futuro”, pero sí siempre es la de lo que viene al presente. Lo que se presenta. Y ante nosotros reclama valentía de asumir y de largar. De pasar.

11. Fortuna y virtú
Como decía Maquiavelo. De las dos cosas está hecha la política, la historia y la vida. La virtud (fortaleza) fundamental quizás consista en saber campear y convivir y aprovechar la fortuna. El azar de lo que pasa, la variable de algún modo independiente e inesperada, y también fundamentalmente incontrolable, que podríamos llamar, a falta de mejor nombre, “realidad”. Pero hay mejor nombre mejor: lo real. Real es lo que nos aborda más allá de nuestros “análisis de la realidad”, que en general responden más a nuestra mirada condicionada que a lo que realmente está ante nosotros. Ese es el problema del exceso de diagnóstico y de saber. Del dinámico campo colectivo y de la adversidad nos vienen oportunidades y exigencias inesperadas. Pero la virtud no es solo asumir lo incontrolable de la historia, sino también asumir los otros “nosotros”, y lo “otro de nosotros” que puede, debe y de hecho se plasma, en nosotros mismos, como posibilidad de otros modos ser y de formas de hacer. Hacerse de nuevo, y dejarse invitar por el presente que trae otras cosas, no es incoherencia sino fortaleza. Virtud de poder ser otro modo.
12. Por sus consecuencias los reconocerán
La movida de Axel de desdoblar las elecciones podría haber fallado, pero resultó. La de plantear, con la metáfora quizás limitada pero sin duda recordable de las “nuevas canciones”, también. Es cierto que está por verse y que no va de suyo que todo sea excelente y todo funcione. Lo que sí podemos tomar por cierto es que es posible – pero además indispensable- abrir nuevas posibilidades, sean las que sean. Sin ese riesgo, podemos tener una gran certeza de que estaremos más o menos igual. Apreciar lo que se abre, con fragilidad y potencia a la vez, desde la mera elección a la gran historia, es la tarea. Apreciar: considerar y poner en valor, tomar e “invertir” responsabilidad y creatividad en pensarlo y actuarlo.
13. Lo que se abre ante nosotros
Eso abierto ante nosotros que, aunque sea en el marco de nuestra ajada y limitada democracia, aunque sea en nuestra historia un poco cansada y nuestra tradición algo exhausta, sigue siendo la voz de nuestra gente y de nosotros mismos. Es lo que hay. Justamente.