Tristezas de la calle Corrientes

Hace unos años, la avenida porteña más famosa tenía ya los síntomas de la crisis actual, pero conservaba algo de los atributos que tanto le adjudican. Hoy parece diferente. Un fotógrafo bogotano salió a recorrerla con su cámara.

Fotos y texto por Tiago Ramírez Baquero

Todos han hablado de ella. Los versos y canciones que se le han escrito sobrepasan a cualquiera. Y las fotografías, un océano: la mismísima furia de las imágenes. No existe una historia visual de Buenos Aires sin Corrientes.

Los teatros, las señoras bien vestidas, los laburantes del Microcentro, los avisos luminosos, las filas por una fugazzeta, las parejas del conurbano, los turistas del interior, los grupos de gringos. Pienso en la emoción de muchos al verla por primera vez: en Corrientes vemos la ciudad en su ocaso y su esplendor.

Dice Paul B. Preciado que uno puede enamorarse de personas, de animales, de fabricaciones histórico-espirituales (películas, libros, obras de arte) y de las ciudades. Pero para enamorarse de una ciudad no es necesario vivir en ella, ni conquistar la fama, tampoco heredar una propiedad. El “enamoramiento urbano” florece cuando las calles de la ciudad y el cuerpo son una misma cosa. 

Como si la planta de mis pies fueran la conexión con el cemento, Buenos Aires es entonces la segunda ciudad que amo. 

Corrientes ya no es la misma. No hay restaurantes llenos, hay pocas filas, las mesas están vacías.

En los rostros, la tristeza de una decadencia que he visto en películas y series pasadas. La sensación de que algo quiere explotar pero no explota. Un globo que se infla y duplica su tamaño.

+Instagram de Tiago Ramírez Baquero

Tiago Ramírez Baquero

Bogotá, Colombia. Periodista y fotógrafo independiente que vive en Buenos Aires. En Instagram es @tiagoramirezbaquero

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