Sobre Better Man 

En principio, la idea de una biopic sobre Robbie Williams sonaba extraña: no se trata de una figura muerta, ni siquiera entrada en edad, como para hacer un repaso de su vida y su carrera. Pero el éxito de la película —más del boca en boca que de taquilla— llevó a una especie de relanzamiento del artista en Estados Unidos, donde vive actualmente. ¿Cuál es el secreto del furor? ¿Qué es Better Man, además de un film protagonizado por un mono?

Desde el año pasado, voto en los Golden Globes. Por eso me llegaron enigmáticas gacetillas e invitaciones a ver Better Man en festivales del otro hemisferio, que simplemente anunciaban una película que contaba la historia de Robbie Williams, protagonizada por el mismo Robbie Williams (único nombre que figuraba en créditos), y venían con el nombre del director (del cual yo tenía visto su musical anterior) y una foto promocional que ni siquiera aparecía en la película: era el mismo Robbie Williams en el escenario. Me preguntaba si sería un documental, aunque no le encontraba sentido porque no mucho antes había visto la serie de Netflix donde él, en primera persona, repasaba su vida, su carrera, sus errores y sus éxitos, y lo mostraban en la actualidad, llevando una vida tranquila en Los Ángeles, donde nadie parecía saber quién era. No sabía con qué tipo de biopic podía encontrarme. Hasta el día en que recibí el screener que adjuntaba el primer póster: la película era protagonizada por un mono.

El subgénero biopic, en especial el que tiene que ver con músicos que han llegado a la cumbre, suele seguir una misma serie de reglas y se caracteriza sobre todo por hacer que sus protagonistas luzcan lo más parecidos posible al personaje a interpretar. Por lo general, esto produce interpretaciones impostadas, más preocupadas por copiar gestos que por entender a la figura, y el foco suele ponerse en  las adicciones, enfermedades, amoríos o lo que sea que haya sumado caos a una vida exitosa, más que en la obra o en cómo fue que se gestó. Siento que son pocos los directores que logran transmitir la esencia y el talento de aquellos a quienes retratan, por eso las biopics nunca me entusiasman demasiado. Pero Robbie Williams sí me entusiasma, lo escucho y lo sigo desde hace años. 

¿De qué va Better Man? Empieza así: suenan los acordes de “Let Me Entertain You” y el propio Robbie Williams, desde la voz en off, anuncia con su carisma habitual que esta es su historia. Y el niño del que habla al comienzo es… un mono. Pero no un mono realista en los modos de moverse y comunicarse, sino un simio humano, cercano a los de El planeta de los simios. Es un mono, pero el resto de los personajes, todos personas, no reparan en eso –quizás en algún momento, cuando se enojan y utilizan simio como insulto-, porque en realidad es un niño jugando al fútbol con otros chicos de su edad en un barrio de Londres, sin mucho talento para el deporte pero con una personalidad que le permite ganar simpatía y provocar risas a su alrededor. Se ríe de sí mismo, siempre va a elegir reírse de sí mismo antes de que se rían de él.

A los pocos minutos me olvidé de que estoy viendo a un mono: veo a Robbie Williams de niño viviendo junto a su madre amorosa, al padre que admira y con quien juega a tener “eso” que Sinatra transmite en cada presentación, y a su querida e incondicional abuela. Después veo al Robbie adolescente que garabatea intentos de poesía en un cuaderno hasta que le llega la noticia de un casting que cambiaría su vida. Al Robbie que disfruta de toda esa fama repentina que le hace dejar la escuela y lo convierte en uno de los focos de atención de las chicas, pero no todavía de su padre. El que ahoga miedos y ansiedad en botellas de alcohol y drogas de todo tipo. El que se cansa de ser una sombra en una banda de chicos y se lanza sin rumbo a una carrera solista. El que se enamora pero echa a perder esa relación como tantas otras, porque si no se puede llevar bien consigo mismo, imposible hacerlo con alguien más. El que compone sus mejores canciones cuando se escinde a sí mismo y deja salir sus vulnerabilidades. 

Una historia que, a simple vista, nos contaron muchas veces, tan cliché. Pero a lo largo de toda la película voy a reírme, a mover los piecitos con números musicales deslumbrantes, a lagrimear y sentir que todo el mundo tiene que ver esta película que, cuando yo la veo, ni siquiera tiene fecha de estreno.

Todo está roto

Días después le taladro la cabeza a mi novio hablándole maravillas de la película. Lo conozco, nuestros gustos no siempre son afines. En general, suelo predecir lo que puede gustarle y lo que no, pero en el caso de Better Man no estoy segura. Ya sabe que Robbie aparece como un mono. Le explico, y tal vez lo estoy sesgando, que eso para mí tiene todo el sentido del mundo y le cuento que pensé que en algún momento aparecería su canción “Me and My Monkey”. La vemos juntos. 

Cuando empieza ese número musical alucinante con la canción “Rock DJ”, rodado como plano secuencia junto a 500 extras en Regent St., Robbie abre la puerta con tal ferocidad que golpea a una joven que pasa caminando, probablemente le rompe la nariz. Es gracioso por lo inesperado. Sucede rápido y mi novio se ríe, pero ahí aparece eso que luego se desarrolla mejor en el film: en todo ese frenetismo, Robbie ni se da cuenta a quién lastima.

Otro gran momento es el de “She’s The One”, que empieza de manera romántica, con la promesa de un amor que salve. Pero cómo puede consumarse si él no se lo permite. Ese número logra condensar en solo un par de minutos todo el arco narrativo de esta historia trágica que, con acertadas elipsis, prescinde de largas escenas dramáticas en las que cabrían abortos, muestras de infidelidad y la sensación constante de inferioridad del artista, que tapa con fanfarronería.

“Come Undone”, aquella canción que en su video original lo muestra a Robbie después de una joda que lo deja con un ojo morado en una cama rodeado de mujeres y botellas, es otro de los momentos álgidos en la película, de mis preferidos. Ya totalmente roto. El intento de suicidio por no poder ser aquello que se espera de él. ¿Qué se espera de él? ¿Qué quiere él? Una larga carretera a toda velocidad, un pantallazo, el agua que se rompe y él se hunde y se ve atacado por fantasmas que le reprochan, le exigen. Y pienso que así deberían ser las biopics, con ese nivel de inventiva y creatividad visual. Que expresen algo, además de contar. Que no se queden en la mimetización. Back to black, sobre Amy Winehouse, y A Complete Unknown, sobre Bob Dylan, después de ver Better Man, me parecen películas aburridísimas. Prefiero las muchas caras de Bob Dylan en I’m Not There, de Todd Haynes, director que incluso hizo una película no oficial sobre David Bowie, Lou Reed y el glam rock: Velvet Goldmine, una obra maestra. Prefiero a Elton John elevándose sobre el escenario, como si volara, encarnando “Rocketman”.

Carta al padre

No hay dos sin tres. Con una amiga que, en parte gracias a mi insistencia, también ya vio la película, vamos al cine; ella por segunda vez, yo por tercera. Es feriado y llueve, no dan ganas de hacer otra cosa. Ambas sabemos qué vamos a ver, qué nos va a pasar, y al mismo tiempo cada experiencia personal es distinta. Menos de la mitad de la sala está ocupada. Quizás sea el horario, demasiado temprano, pero es cierto que la película fue un fracaso en taquilla a nivel mundial.

Nos emociona el Robbie niño que canta “Feel” al ver a su padre irse para perseguir un sueño en el que él no está incluido. Ese padre que marca toda su vida, más desde la ausencia que desde la presencia, a quien él de todos modos perdona porque en algún momento entiende que de lo contrario va a seguir estancado en el dolor que le provocó. Perdona y se perdona, porque él no es ningún santo y sabe que en la estela de ese viaje desenfrenado dejó a muchas personas queridas lastimadas.

Avanzada la película, trato de encontrar algo en la cartera sin despegar los ojos de la pantalla y sin hacer ruido porque, si bien hoy parece una costumbre un poco perdida, para mí en el cine las películas se ven así, sin molestar al que está al lado. Revuelvo en cámara lenta. Tras un largo rato encuentro lo que buscaba, el paquete de pañuelitos Tissue. Le ofrezco uno a mi amiga, que sé que, como yo, lo necesitaba. Nos comunicamos así.

Quizá la pregunta de la película es: ¿de qué sirve el reconocimiento de multitudes si aquella persona por la cual nos movemos, a la cual queremos hacer sentir orgullosa, no nos demuestra aprecio y amor? So do you love me now or did I let you down?, canta Robbie Williams desde los créditos, en una canción compuesta especialmente para la película. You said you wanted all my secrets so I showed you all my demons.

Él se disecciona para mostrarse vulnerable, pero también nos demuestra que aprendió a convivir con esos demonios personificados en las diferentes versiones de sí mismo que siempre lo acosan (escondidos entre el público y llenos de odio), porque luchar contra ellos es en vano, ya que siempre encuentran la manera y el momento de regresar. Todos tenemos una cabeza a la que a veces cuesta mantener en su lugar, tranquila, sana, y cuyo ruido queremos tapar con cualquier cosa, a costa de lo que sea. A lo mejor, aquella serie documental, y ahora esta película, sean para Robbie Williams algo así como su terapia, aquello que lo lleva a amigarse, aunque sea un poco, consigo mismo.

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