Hablamos con la reconocida fotógrafa sobre su método de trabajo, su mirada sobre la inteligencia artificial y las claves para un buen retrato.
…
Foto de portada: gentileza Alejandra López
Alejandra López es fotógrafa y retratista. Empezó en el oficio en 1990, y desde entonces trabajó en distintos medios gráficos. Durante catorce años integró el staff de la revista Viva del diario Clarín y participó de revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar y L’Officiel, donde colabora actualmente.
Si bien con su cámara inmortalizó a personalidades del mundo de la música, el cine, la televisión y el teatro, López tiene un especial interés en el retrato de escritores. Muchas de sus fotos pueden verse hoy en las solapas de los libros de editoriales como Penguin Random House y Planeta.
Alejandra, ¿creés que tu fotografía tiene un carácter inquisitivo, de establecer preguntas al disparar la foto, algo quizás de reportera gráfica?
No, no creo que tenga un carácter inquisitivo. En general busco algo que se pueda contar. Diría que tiene un carácter narrativo, y que esa búsqueda es desde la serenidad y el acuerdo. Pero esta idea de “contar algo de alguien” es muy de reportera gráfica, sí.
Y también lo relaciono con la forma de trabajo, porque suelo ser muy rápida, acostumbrada a resolver con los elementos disponibles, y esa gimnasia sólo te llega con años de prensa.

¿Pensás que tu obra se enmarca dentro de cierto concepto naturalista de la fotografía?
Mmm, naturalismo es una palabra que creo que ya no se usa en fotografía, al menos que yo sepa, me suena un poco a otra época. Hoy no sé qué sería el naturalismo en la fotografía contemporánea. Pero si te referís a priorizar la toma directa, sin modificaciones o montajes, sí, siempre trabajo con la toma directa. Pero el trabajo en fotografía digital siempre implica un revelado donde se ajustan algunos aspectos de la imagen, de la misma forma en que antes se trabajaba una copia a partir de un negativo.
Pero lo que nunca hago es alterar la imagen sacando o poniendo cosas, por ejemplo. En ese sentido, adhiero a una mirada documental, que dé cuenta de algo o alguien, que sea testimonio.

En la relación con la persona retratada, ¿qué tanto hay de aquel mito de «robar el alma» con la fotografía? ¿Hay algo «vampírico» o «predatorio» en tus fotos? ¿Pudiste tener buenas fotos a partir de un encuentro tenso o dificultoso?
Es muy interesante esa cuestión del carácter predatorio. Creo que hay fotógrafos que trabajan en esa dirección (por ejemplo, provocando situaciones para obtener ciertos resultados). No es mi caso en absoluto, porque yo encaro el trabajo como un encuentro y un trabajo de a dos. Entonces jamás podría tener esa mirada sobre la relación con quien fotografío, mi idea es más bien de colaboración, de trabajo en equipo.
Mi definición del retrato es que es una fotografía que se hace con otros. Por supuesto, alguna vez he tenido un encuentro dificultoso, no tenso, pero sí difícil (por muchas razones). Y sí, las fotos buenas pueden aparecer en esos casos también. Es impredecible.

¿Qué posición tenés con respecto a la IA? Como elemento a utilizar por vos o por colegas, o por el uso que le pueden dar tus empleadores…
Como decía, yo me considero una fotógrafa documental, desde que comencé vengo armando un corpus de “hacedores de cultura argentina”: escritores, actores, músicos. En ese sentido, no uso la IA ni es algo que me interese en términos estéticos.
Sí le veo más aplicación en la fotografía publicitaria, por ejemplo, o en la fotografía artística. Lo que me parece tristísimo es el uso de las imágenes generadas por IA en los medios periodísticos, me parece que una nota ilustrada de esa manera hasta pierde credibilidad, pero bueno, es un tema del que se podría hablar horas y del que todavía sabemos muy poco.

En tu última entrevista, en el suplemento Radar de Página|12 con el periodista Ángel Berlanga, hablás de la omnipresencia del retrato vía el celular. ¿Encontras algún desmarque consciente de esa imagen dentro de tu obra, como valor diferencial?
Bueno, en esa cuestión la diferencia no pasa por el dispositivo sino por quién lo usa. Hay fotógrafos que están haciendo cosas maravillosas con los celulares. Es decir, no importa con qué se haga una fotografía, lo importante es quién dispara, es decir quién mira.
Ahora, si estamos hablando de las fotos que saca la gente cotidianamente, para Instagram, selfies, etc., no creo que haya necesidad de desmarque de ningún tipo porque una fotografía hecha por un profesional ya tiene un valor diferente per se, hay una mirada ahí que no tiene nada que ver con la profusión de imágenes que todo el mundo produce constantemente.
Por último, en tu Instagram desarrollaste un decálogo sobre el retrato. ¿Por qué te pareció importante compartirlo?
Me llevó mucha reflexión llegar a esos diez puntos, que son como el corazón de la forma en que trabajo, creo que está todo ahí. Porque fui pensando todos los aspectos que abarca, desde los conceptuales hasta los técnicos.