El primer contacto fue por Whatsapp. La propuesta: hablar sobre Charly García. A los pocos días, Hebe de Bonafini me recibía en su despacho de la sede de Madres de Plaza de Mayo, en Hipólito Yrigoyen al 1500. Era mediodía del viernes 11 de octubre de 2019, faltaban dieciséis días para la primera y definitoria vuelta electoral y en unas horas empezaba en La Plata el 34° Encuentro Nacional de Mujeres.
Como era de esperar, la conversación mutó y durante una hora, entre anécdotas y alguna risa y puteada al aire, repasamos el vínculo de las Madres —y más precisamente de Hebe— con los músicos argentinos y la cultura rock en general, entre otros temas. «Hablamos de todo, como una ensalada», bromeó ella cuando terminamos.
Un fragmento de la charla se publicó por entonces en la revista digital ArteZeta. El resto permaneció inédito hasta hoy.
A continuación, algunas de las partes más destacadas de la entrevista, en la voz de la propia Hebe.
Charly, el niño
A Charly (García) lo conocí en los ’80, vino a tocar a la Plaza. Llegó con un ánimo, una fuerza tremenda. Él siente mucho todo lo que pasa. Cuando quería tirar muñecos al Río de la Plata, que me enojé y fui a verlo, se sintió mal e inmediatamente cortó lo que iba a hacer, ni siquiera me discutió. Yo me doy cuenta de que cuando hablamos de estos temas, de desapariciones y torturas, él se pone muy mal. Y siempre te quiere agasajar, hacer cosas que te gusten.
Hay algo que no conté mucho y es que Charly siempre intentó hacerme un reportaje para que contara lo que me pasó con mis hijos. Y nunca pudo aguantar ni diez minutos: se emocionaba, se ponía a llorar, muy mal, y nunca pudimos hacerlo. Eso muestra también quién es él. A él le afectan mucho las cosas.
La última vez que lo vi fue hace un tiempo, cuando se estaba recuperando en el departamento del Centro que le había prestado Palito Ortega. Todavía estaba muy cuidado, le daban pedacitos de cigarrillos, y me decía: ‘Mirá a dónde llegué’. Ahora lo veo mejor. La verdad es que yo no lo quería mucho a Palito pero después de lo que hizo por Charly me saco el sombrero. Porque nadie le dio la mano que le dio él. Le habilitó una casa para él solo. Se curó gracias a él. Los médicos habrán hecho lo suyo también, pero la casa que le dio, ese lugar, le dio lo que necesitaba. Porque Charly está siempre rodeado de un montón de gente, pero no sé si es lo que él necesita. Palito le dio pero no lo avasalló, no le estuvo encima. Y me parece que hay mucho para agradecerle por eso. Yo por lo menos le agradezco muchísimo, no tengo palabras. Porque Charly es un genio al que hay que cuidar. Esté como esté siempre hace genialidades. Yo lo he visto en momentos muy malos, y el tipo se pone a tocar y es una locura.
Yo digo siempre que Charly es como un niño. A veces, cuando lo iba a ver, me decía que tomaba té, y era whisky. ‘No me engañes’, le decía, ‘si yo sé que es whisky’. ‘No, no, te juro que es té’ (risas). A él le gusta jugar. Lo quiero mucho y lo valoro. Vino a tocar todas las veces, cuando se le ocurrió a él y cuando nosotras lo llamamos. Nunca dijo no puedo, nunca una objeción. Me acuerdo una vez que lo habían invitado a Tucumán para cantar con la “Negra” Sosa y, por esas cosas que tiene él, no llegó al avión, y el avión se fue. Entonces me llamó. Quería que yo lo llevara. ‘¿En qué te voy a llevar, Charly, en carretilla?’. ‘No sé, tenés que buscarme algo, me van a matar’. Tiene esas cosas.
Las Madres y el rock
Nosotras siempre tuvimos mucho contacto. Y muchas veces sin saber bien quiénes eran algunas personalidades. Imaginate que cuando vino Sting (1988) se acercó una persona a buscarnos para que fuéramos con él a la conferencia de prensa. Nosotras estábamos marchando. ‘¿Quién es Sting’, preguntamos. Al final dos Madres dijeron: ‘Nosotras podemos ir’. Nos había invitado para el sábado, que iba a tocar, y fueron las que estaban un poco más enteras, las que no tenían los pies tan ampollados. Algunas fueron con sus nietos. Y pasó eso tan maravilloso que pasó. Porque no es que se bailó con Sting. Él las tomó de las manos, con delicadeza, e hizo esa canción que les había hecho a las mujeres chilenas, “Ellas bailan solas” (“They dance alone”). En Chile, cuando las mujeres bailaban solas era una forma de denunciar que les faltaba el hermano, el padre, el marido, el compañero. Sting puso esa canción al servicio nuestro.
Calamaro y los libros
Con (Andrés) Calamaro estoy haciendo un trabajo muy interesante. Estoy esperando que venga para seguirlo. No sé si quiere hacer un libro, una obra o qué. Calamaro es otra cosa. Es un tipo que ha leído mucho, es muy inteligente. Se ha leído todo. En este trabajo que estamos haciendo a veces me pregunta cada cosa que no sé qué contestar. Tengo que consultarle a otro antes, porque no me gusta tampoco contestar cualquier cosa. Hablamos mucho. Yo lo conozco de antes, de cuando estaba muy mal, y después no lo vi por un tiempo hasta que un día nos reencontramos. Vino acá. Y hace dos años, más o menos, me llamó y empezó a venir a trabajar. Sabe mucho de religión, por ejemplo. ¿Viste el físico ese que hace poco descubrió una nueva galaxia? Él dice que la Iglesia ahora va a tener que transformar todo, porque esa nueva galaxia queda afuera del cielo (risas). De esas cosas hablamos. Justamente, le digo: ‘Yo tengo una contradicción, tengo fe pero no creo’. Entonces ahí empezamos a discutir: ‘Vos fijate, si a la Virgen María la inseminó el Espíritu Santo, quiere decir que la inseminación artificial existía de antes, no la inventaron los médicos. ¿De dónde salió, si no?’. Bueno, estoy esperando que venga, así seguimos.
Gustavo Cordera
En la época de la dictadura era muy difícil conseguir que te acompañaran los músicos. Uno de los primeros del mundo del rock que tocó para nosotros, no sé bien en qué año, fue Gustavo Cordera, que después vino con Bersuit. Tocó en un escenario armado así nomás, en La Plata, como hacíamos nosotras al principio. Después bueno, pasó lo que pasó con él. Las cosas cambian, pero tampoco me gusta andar juzgando. No vale la pena hablar de eso ahora.
Daniel Grinbank y el recital que casi termina en tragedia
El que nos ayudó mucho fue Daniel Grinbank. Muchísimo. Hace mucho que no lo veo, me gustaría. Vi que apareció últimamente, pero no tengo el teléfono. Él nos ayudó desinteresadamente. Además de los festivales, donaba dinero. Ha sido muy buena persona con nosotras. Después no lo vimos más, se fue a México, pero con los festivales de rock fue muy importante. Cuando en 1998 se nos ocurrió organizar un festival a nosotras solas, porque nos parecía entonces que sabíamos, hicimos uno en Rosario y les pedimos la cancha a los “canallas”. Porque yo soy de Gimnasia pero me gusta también Rosario Central. Entonces nos dieron la cancha y nos hicieron un seguro. No nos cobraron pero hicimos el seguro por las dudas, por si se rompía algo. Pero nadie nos dijo que pegado al estadio había un barrio muy grande, humilde. Y nadie pensó que iba a pasar nada. Pero claro, había mucha gente que no tenía para pagar una entrada, y nosotras hemos dado algunas veces entradas para la gente, pero acá nadie nos avisó nada. Una de las bandas principales era los Fabulosos Cadillacs. Había otras también, como los Ratones Paranoicos, Los Caballeros de la Quema. Y se vino todo el barrio. Entraron con botellas rotas, con todo. Y cuando empezaron a entrar, todo el mundo corrió, y tuve que salir yo, porque le tocaba salir a los Cadillacs y Vicentico no quería. Salimos y dije: ‘Nosotras no hicimos un recital para las Madres, lo hicimos para ustedes. Si entre todos los que están acá no son capaces de parar a los diez tipos que están con botellas, nosotras nos bajamos del escenario y nos vamos’. Nada de llamar a la policía ni nada, nosotras no hacemos eso. Y estuvieron re bien los pibes. Pararon, y el recital siguió. Pero habían roto muchas cosas y tuvimos que hacernos cargo nosotras. Porque el seguro que habíamos hecho era uno débil, no para ese tipo de roturas. Butacas… de todo. Casi se nos mata una piba. Se subió a una torre y se tiró. Fue tremendo. Eso fue por meternos a hacer las cosas solas. Grinbank nos ponía su seguridad, que no eran policías, era seguridad de él, y eso es lo que te mantiene un poco la calma. Porque cuando hay festivales grandes como los que hacíamos con las Madres, es todo un tema. Esos festivales nos dejaban un dinero para sostenernos durante un tiempo. Ningún artista nos cobraba nada.
Indio Solari
También tuvimos mucha relación con La Renga. Tocaron muchas veces con nosotras, sin pedir nada a cambio, como hacen ellos. Y ahora lo conozco más al Indio. Me llama por teléfono a veces. Estoy leyendo su libro (Recuerdos que mienten un poco). Muy bueno. Lo que pasa es que yo al principio no entendía mucho sus letras. Lo único que veía era el amor que le tienen los pibes, y cómo se manejó siempre él, sin tener contrato con ninguna compañía. Y ahora que leo el libro veo que desde los trece años piensa así. Es un tipo que siempre llegó al límite pero nunca lo pasó. Nunca se hubiera tirado a una pileta vacía, como hizo el otro (risas). Tuvo sus momentos bravos, pero es muy inteligente y todo lo que hace lo hace bien. Pinta, dibuja, canta. Hay gente en La Plata que compraba las cosas que él hacía de arte plástico, que dicen que es una maravilla.
La batalla naval de Malvinas
Nosotras con Malvinas tuvimos muchas discusiones, porque fuimos de las primeras que repudiamos la guerra. Nos decían anti argentinas. ‘No tejen para los soldados’, nos decían. Una cosa muy loca. Mi marido en esa época se estaba muriendo, estaba muy grave, fue muy duro. Y en el hospital donde estaba internado los médicos jugaban a la batalla naval con los muertos de Malvinas. Yo decía: ‘¿Cómo puede ser que estos tipos —que no son como nosotros, que somos atrasados e ignorantes, que no estudiamos—, estos tipos que han estudiado y tienen la cabeza abierta, cómo pueden estar jugando mientras matan a los pibes como moscas?’ Y un día fui y me planté en el comedor y les dije de todo. Después estaban todos enojados conmigo. Les dije: ‘Ustedes no entienden nada de lo que está pasando, es una falta de respeto. Aunque hubieran matado a un solo pibe, es una falta de respeto andar jugando con esto…’ Lo hacían mientras comían, como chiste: ‘Matamos a aquel, matamos a este otro…’
La Plata
La Plata es una ciudad muy facha. Porque a pesar de que hay tantos estudiantes, nunca han podido vencer eso. Hay muchos radicales, está llena. Y los radicales están cada vez más fachos. Es complicado porque es una ciudad en la que, si no sos facho, andás con miedo. Porque te amenazan, son prepotentes. Son los que dijeron: ‘Las Madres de La Plata se terminaron porque la mayoría eran radicales’. (Marta Moreira de) Alconada Aramburú, (Herenia) Sánchez Viamonte… todas radicales. (Raúl) Alfonsín dijo: ‘Ahora estoy yo, yo voy a arreglar todo’. Y se terminaron yendo a la casa.
Ahora el 19 de noviembre (de 2019) vamos a rememorar la ronda que hicimos las Madres en el ‘82, en el festejo por el centenario de la ciudad. Porque lo que hicimos ese día nadie lo sabe. Era la primera vez que nos aplaudían, pero mucha gente no sabe lo que hicimos. Porque cuando se funda La Plata (en 1882), se abre una cúpula y se entierran los documentos para que fueran abiertos a los 100 años. Y los milicos iban a poner sus documentos. ‘Está todo bien, está bárbara la ciudad…’, etc. Entonces nosotras les exigimos que pusieran una solicitada con los desaparecidos de La Plata, más un libro. Hubo una pelea. Te imaginás ganarles a los milicos para que pusieran eso en la cúpula. Eran milicos y curas, todos juntos. Y estuvimos todo el día jodiendo ahí. Eran tan boludos, hicieron una torta gigante, no sé cuántos huevos tenía, cuántos miles de kilos de dulce de leche, y la pusieron en la plaza Moreno. Ocupaba media plaza la torta. Era para convidar a toda la ciudad. ¿Y qué pasó? Se la comieron las hormigas. Porque la dejaron a la noche y cuando se quisieron acordar la torta se caía a pedazos. Entonces ahora yo quiero hacer fotos de las Madres que estuvimos ese día. Tengo las fotos, pero las quiero ampliar. Lo más gracioso es que con un vendedor de globos solo no nos alcanzó. Y el otro no nos quería vender. ‘¿Por qué se van a comprar todos los globos?’, preguntaba. No entendía nada. Nosotras queríamos todos, pensaba que estábamos locas. Y esas fotos las sacó mi hija. Yo le dije: ‘Vos corré, pero los rollos de las fotos escondelos en algún lugar, como sea, y después vas a buscarlos’. Y así hizo. Se escondió en un cantero, la corrieron, le quisieron sacar la cámara, peleó y conservó los rollos. Es una historia de las tantas que tenemos las Madres que nadie conoce.