Desde el 1° de enero de este año la escritora y profesora chilena María José Navia (1982) utiliza su cuenta de Twitter para recomendar a una escritora por día. “El 31 de diciembre del año pasado me puse a hacer una lista a ver si tenía 366 escritoras a quienes recomendara de todo corazón, escritoras cuyas obras admirara, me desafiaran», dice, a modo de presentación del proyecto presentado bajo el hashtag #366escritoras. “Llegué a 282 nombres, entonces me propuse completar esa lista, llegar a las 366. No hubo mayor planificación que esa”.
Este año quiero leer/releer/recomendar a más escritoras. 366 para este año bisiesto. Las estaré comentando — muy brevemente, prometo — una vez al día. #366escritoras pic.twitter.com/04npGWCtrb
— María José Navia (@mjnavia) January 1, 2020
De Australia a Uruguay, de Bolivia a Japón, de Canadá a Argentina, por el hilo de Twitter que ya lleva 317 días hay autoras de distintos géneros y estilos que, acompañadas de una breve biografía, son presentadas a través de citas, artículos, imágenes y entrevistas seleccionadas especialmente por su curadora.
Sobre sus lecturas y búsquedas y su mirada en torno a la literatura escrita por mujeres hablamos con Navia, que en estos últimos meses, además, publicó un libro de cuentos editado en Chile bajo el sello Kindberg y de pronta aparición en España, en febrero, gracias a la editorial Barrett.
¿Cómo fue cambiando el hilo de #366escritoras y cómo es tu metodología de archivo y recomendaciones?
Empezó como una suerte de desafío personal. La lista inicial sirvió como una guía muy tenue porque, al ver esos nombres, me di cuenta de que la gran mayoría eran escritoras estadounidenses, canadienses, japonesas y latinoamericanas y yo quería que mi lista incluyera a más voces, a otras voces. Hay casos en que recomiendo a escritoras de quienes he leído todo, entonces me demoro el tiempo que me toma elegir las citas (que son mis propios subrayados de los libros) y buscar las entrevistas y esas cosas. Para otros casos, en que son autoras nuevas para mí o que no las he leído tanto, me puedo pasar días o semanas incluso leyéndolas antes de escribir sobre ellas en el hilo.
En una entrevista en el diario El Comercio, de Perú, dijiste que el proyecto te ayudó como lectora para salir de tu zona de confort. ¿Qué autoras, géneros y países nuevos exploraste a partir de la iniciativa?
Para mí ha sido una experiencia increíble como lectora, como escritora y como profesora de literatura. He conocido la obra de autoras enormes, he leído libros tan maravillosos este año. Leí muchísima poesía (siempre la leo pero este año se intensificó más), también literatura australiana (de la que no sabía nada), muchas escritoras danesas, islandesas, suecas. Ha sido una alegría enorme. También conocí a más escritoras japonesas (que siempre ha sido una literatura muy favorita, pero ahora salí de mis nombres de siempre). Ha sido una gran experiencia de descubrimiento y, a la vez, de humildad. Porque yo leo muchísimo (dos libros diarios), pero con este ejercicio me di cuenta de lo poco que he leído. De todo lo que me queda por saber.
¿Podés nombrar algunas lecturas que te sorprendieron?
Me fascinó toda la obra de Dorthe Nors, una escritora danesa que tiene varios libros publicados en inglés y en español, por Anagrama, entre los que se encuentra Espejo, hombro, intermitente (2015). También la joven escritora australiana Ellen van Neerven y su tremendo libro de cuentos conectados Heat& Light (2014), que explora la realidad de los descendientes aborígenes en Australia y retrata desde lo más cotidiano a lo distópico; Zorro (2019), de Dubravka Ugrešic, me voló la cabeza. También la poesía de Lucille Clifton, Gwendolyn Brooks y Wanda Coleman, todo Fleur Jaeggy (antes del hilo me había leído solo un libro de ella y ahora aproveché para leer todo lo demás); The Crying Book (2019), de Heather Christle (que ahora acaba de traducir al español Tránsito en España); Tokyo Ueno Station (2014), de Yu Miri; The Factory (2013), de Hiroko Oyamada; Han Seong-Nan, una escritora coreana que tiene unos cuentazos de los que he aprendido muchísimo; Naja Marie Aidt con When Death Takes Something From You Give It Back (2017); Anne Boyer y su The Undying (2019). ¡Tantas! ¡Tanto!
De Luiselli recomiendo mucho sus ensayos: Papeles falsos (2010) en el que reflexiona sobre el viaje y la literatura, y Los niños perdidos, un ensayo en 40 preguntas (2016) en el que cuenta su experiencia como traductora de los niños migrantes que llegan a Estados Unidos. pic.twitter.com/0vuELd1yk8
— María José Navia (@mjnavia) February 3, 2020
Es innegable que una buena parte de la literatura escrita por mujeres estuvo durante mucho tiempo invisibilizada, pero en la actualidad algunos/as de los/as escritores/as de Latinoamérica más leídos/as en sus países son mujeres. Por nombrar solo algunas: Mariana Enríquez, Valeria Luiselli, Samanta Schweblin, Fernanda Melchor, Rita Indiana, Camila Sosa Villada, Margo Glantz, Leila Guerriero…
¿Cómo puede entonces pensarse la invisibilización de la literatura escrita por mujeres en un contexto aparentemente más favorable, con una mayor repercusión y un aumento en la cantidad de lectores?
Creo que no se trata de una “invisibilización” porque no se las publique o se acalle sus voces, sino porque hay una sobreabundancia de referencias y es fácil caer en los nombres de siempre, en llevarse los libros que están en las vidrieras. Pero hay tantas autoras que están traducidas, que son maravillosas y están allí en otra estantería. O debajo de un montón de otros libros. Yo siento que lo que hago, tal vez, ilumina con una linternita (muy pequeña) el trabajo de autoras que están ahí, de lo más publicadas, a veces en sellos independientes, a veces en sellos grandes, pero que, con tanto estímulo, cuando uno entra a una librería puede quedar sin verlas. No es más que eso. Mi gesto es pequeño. Mi tweet inicial, si uno se fija, es: “Este año quiero leer/releer/recomendar escritoras…”. Nunca fue: “estoy en una cruzada para visibilizar a escritoras invisibles”. Siempre fue planteado como un desafío personal, un camino de lecturas que voy compartiendo en Twitter y que, si a alguien le sirve, maravilloso.
Yo aprendo mucho también de las recomendaciones de libros que postean otras personas. Ya estoy muy feliz con todo lo que he conocido gracias a mi hilo. Si alguien más empieza a leer a una autora que no conocía gracias a esto que hago, más feliz todavía. Pero el gesto no es más que eso. Como lectora, como escritora y como profesora de literatura me parece importante leer y conocer la obra de todas las escritoras que pueda, creo que eso ayuda a no andar generalizando, a darse cuenta de la diversidad enorme de voces, de poéticas, de puntos de vista, que hay.
Hay preguntas que solo se quedan en qué significa ser mujer escritora, o qué es la escritura femenina, y eso ya creo que va aburriendo un poco.
En la entrevista que tuvimos con el actor chileno Alfredo Castro él cuestionaba, a través de algunos ejemplos, la influencia que tiene la crítica cinematográfica chilena sobre el gusto del público: «Es interesante cómo en Chile funciona mucho el machismo, el clasismo y la xenofobia (…) Hay una censura moral, social, burguesa y clasista que hace pedazos a las películas».
Extrapolándolo a la literatura, ¿cómo ves a la crítica y la prensa en Chile? ¿Encontrás algún punto de contacto con lo que dice Castro?
Creo que la crítica puede ayudar a hacer más visibles a ciertos autores, a ciertas obras. Y es un trabajo muy valioso, por supuesto. Pero creo que también, en el mundo de la lteratura, la voz de la crítica (desde la academia o los medios tradicionales) es una más en un coro de otras voces que participan de la discusión y difusión de libros como los medios digitales, Goodreads, los booktubers, los comentarios en Instagram, en Twitter, y también la recomendación boca a boca. Todo suma, me parece. En muchas oportunidades uno llega a un libro porque leyó una cita en redes sociales o un comentario en Twitter o Instagram de alguien que uno respeta o admira. Te encuentras con ellos todo el tiempo: comentarios de otros escritores, editores, profesores de literatura, periodistas. Creo que muchos llegamos a otros libros gracias a eso, más que por la crítica más establecida (que, por supuesto, tiene su lugar en este coro y está muy bien que así sea).
¿Qué opinás de este tweet de Ariana Harwicz? ¿Ves ciertos lugares comunes a la hora de hablar sobre literatura escrita por mujeres?
Podríamos haber hablado de literatura, de traducción, de estilo, de influencias en el arte, pero para qué, si podemos hablar de ser mujer hoy, del cupo de autoras que son editadas y de por qué a las mujeres solo las leen otras mujeres.
— Ariana Harwicz (@ArianaHar) November 9, 2020
Creo que muchas veces depende de las preguntas. Yo, personalmente, no tengo problema en estar en un panel con otras escritoras, me parece una instancia muy valiosa, pero luego vienen preguntas que solo se quedan en qué significa ser mujer escritora, o qué es la escritura femenina, y eso ya creo que va aburriendo un poco. Como dice Harwicz: hay otras preguntas, hay otros temas. Hay tanto para hablar en relación a la literatura. Por ejemplo, ella misma, en otros tweets, ha estado reflexionando constantemente sobre lo políticamente correcto y lo dañina que puede ser esa aspiración para la literatura. Ese es un temazo en estos tiempos. Ojalá viéramos más paneles con temas como esos.
Por último, salió hace poco tu libro de cuentos Una música futura (Kindberg, 2020). ¿Cómo fue publicar en este año de pandemia?
Fue una experiencia rarísima. Nunca me imaginé que mi libro se iba a leer durante una pandemia, con los lectores encerrados en sus casas, en cuarentena. Ni menos que se iba a agotar la primera edición en dos meses en esas condiciones. Ha sido una sorpresa enorme.
Y si fueras una de las recomendadas de #366escritoras, ¿qué cita de tu libro te gustaría que apareciera?
Y creo que me gustaría que aparecieran dos citas. El primer párrafo del primer cuento del libro, que se titula Cuidado (para mí, como escritora y como lectora, son muy importantes los comienzos, ver cómo entramos a un libro, armados o desarmados de qué información).Empieza así:
“Soy yo quien los desconecta. Quien les quita teléfonos y dispositivos. Quien los lleva a sus cabañas aún asustados. Quien les cuenta de los horarios de la electricidad y la escasez del agua. Quien les desea buena suerte.
O quien les dice, a los pocos que preguntan por el ruido, que en esa casa que ven ahí cerca se fabrican ataúdes.
Lo digo con una sonrisa pero nunca nadie se ríe.”
O también este párrafo del último cuento, Todo incluido:
“Mis padres siempre se rieron de mis supersticiones. Del billete debajo del plato, de dejar el salero sobre la mesa y, el bolso, nunca en el suelo. Yo era la hija rara en una familia insoportablemente normal. Una familia donde el televisor estaba siempre encendido, aunque nadie lo estuviera mirando. Un murmullo constante que disimulaba lo que no nos decíamos. Unos padres que siempre caminaban tomados de la mano, aunque fueran sólo unos pasos por un estacionamiento vacío. Una casa sin libros excepto en mi pieza, donde se acumulaban por todos los rincones. Y ellos dale con preguntarme que por qué no me deshacía de ellos si seguramente ya me los había leído todos. “Tu búnker de hojas”, lo llamaban. Y se reían. Nunca me atreví a contarles que en ellas buscaba otra familia. Una en la que me sintiera, por fin, en casa.”
Para ver el hilo de #366escritoras completo