Montauk, de Max Frisch

Durante dos días en Montauk, un balneario a 200 kilómetros de Nueva York, un hombre repasa diversos momentos de su vida. Ante los ojos del lector se despliegan temas como la amistad, la traición, el amor, el deterioro, la fidelidad y el paso del tiempo. Entre la autobiografía y la novela, la voz del narrador nos muestra a un hombre atormentado y poco condescendiente consigo mismo, atravesado por los dramas de su época, que, de alguna forma, también son los de la nuestra. A continuación compartimos algunos fragmentos de Montauk, del escritor suizo Max Frisch (1911-1991), publicada originalmente en 1975 y reeditado en 2022 por Pinka Editora.

Por Max Frisch*

Quisiera describir este día, nada más que este día, nuestro fin de semana, cómo se gestó, cómo sigue transcurriendo. Me gustaría contarlo sin inventar nada. Desde un sencillo punto de vista narrativo.

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Desde el avión: parece inverosímil que en esta vasta Tierra, con tantos asentamientos y ciudades, lo extrañen a uno en algún lugar. 

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Alguna vez habría que caminar hasta que no se tuviera más piel en las plantas y uno hablara verdaderamente para sí. 

Una tarde larga y ligera: el mundo salta a su futuro sin mí, y me reduzco al que se sabe excluido de la comunidad del futuro. 

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Cada vez más seguido me sobresaltan los recuerdos. Por lo general, no son recuerdos horribles. Muchas tonterías que no vale la pena contar, salvo en la cocina o como acompañante en el auto. Lo que me sobresalta es el descubrimiento: me he ocultado mi vida. Suministré historias a no sé bien qué público. Y en esas historias me desnudé, lo sé, hasta volverme irreconocible. No vivo con mi propia historia sino con las partes de ella que pude convertir en literatura.

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Miedo a perder la memoria: como una escritura de tiza sobre un vidrio, que retiene apenas un rastro y lo conserva ilegible. 

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Nunca emprendí un intento serio de ponerle fin a mi vida; tampoco uno poco serio. Sí pensé en eso muchas veces, en las distintas edades. Como un experto, observo aquí y allá las posibilidades prácticas. Veo una viga que podría servir. En un rascacielos a casi todos se les ocurre: sería una em‑ presa sencilla y segura. No tengo revólver en mi casa, dado que no soy una persona reflexiva y la elección de la muerte debería ser un acto reflexivo. El impulso a hacerlo aparece seguido, un impulso sobrio, sin motivo aparente.

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Es verdad, una reunión de todos los que jugaron alguna vez un papel en nuestra vida, o podrían jugarlo algún día, resulta una idea aterradora: que lleguen a conocerse entre ellos, su acuerdo después de intercambiar impresiones contradictorias, que se entiendan entre sí, todo eso supondría el entierro de la imagen que tenemos de nosotros mismos

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WHITE HORSE:

el escritor sospecha de cualquier sentimiento que no se preste para la publicación; espera que llegue la propia ironía; somete sus percepciones a la pregunta de si son dignas de escribirse y no le gusta experimentar cosas que en ningún caso podrá poner en palabras. Este vicio profesional hace que no pocos se entreguen a la bebida.

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CENTRAL PARK:

Un guardia me ha enseñado que las famosas ardillas no son ardillas sino jutías. Antes sí quedaban ardillas. Las jutías son rojizas igual que las ardillas, pero menos vistosas. Se las puede mirar minutos enteros desde cerca, así de confianzudas son las jutías. La diferencia con las ardillas consiste sobre todo en que aniquilan a las ardillas.

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Bajo la espuma, en su parte hinchada, las olas que vienen son verdes, un verde pálido y lechoso. La música del bar se terminó. Medianoche. A veces suena un golpe de agua contra la arena, y entonces uno olvida lo que estaba pensando. La mayor parte del tiempo hay un rugido regular. Una vez son cuatro las crestas. Sería una pena irse a dormir ahora, permanecen todavía un largo rato sentados. 

YOU ARE WATCHING ME

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Yo pienso que la amistad con W. fue para mí una desgracia fundamental y que W. no tiene la culpa. Si yo hubiera sido menos servil, todo habría sido más fructífero, también para él. 

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Me acuerdo de una mujer que, cuando le confesé mi adulterio, rascó sus diez dedos contra el revoque del baño hasta que sangraron. La sangre en la pared la noté a la noche; sus dedos heridos, a la mañana siguiente.


*Max Frisch nació en 1911 en Zúrich, Suiza. Cursó estudios de literatura y lingüística y trabajó como periodista. Se recibió de arquitecto, profesión que ejerció durante un tiempo. En 1954, con la publicación de No soy Stiller, alcanzó fama mundial, lo que le permitió dedicarse a tiempo completo a la escritura. Formó parte de una influyente camada de escritores de posguerra en lengua alemana, como Ingeborg Bachmann (de quien fue pareja), Uwe Johnson, Heinrich Böll y Friedrich Dürrenmatt. Murió en 1991. Considerada una de las obras maestras del siglo XX en su idioma, Montauk fue publicada por primera vez en 1975.

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Bache

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