23 de octubre de 2019
A Patricio Bravo
Tequeños, chaparritas, empanadas, plátanos, agua fría, limones, sopaipillas, pañuelos, banderas, pantalones, manzanas, papas fritas, arepas y un tipo sentado en un pupitre con un teléfono de línea (¿qué carajos venderá?). Las haitianas amamantan a sus bebés y las abuelas en esa misma sombra se abanican; un oficinista golpea con una varilla un tacho de basura llevando el ritmo. Los taxistas tocan sus bocinas, los autos reproducen a todo volumen “Quieren dinero”, de Los prisioneros; un grupo de 30 personas baila cueca en plena Alameda, el número de los que llegan hasta este lugar aumenta y no hay muro que no cargue con orgullo una consigna contra el presidente, la policía, sus ministros, los militares: contra cualquier político. Incluso uno de esos rallados llama a renacer a Michimalonco, el líder picunche que ofreció una férrea resistencia contra las huestes españolas y dejó Santiago en cenizas. Alterando una frase de T.S. Eliot: en Chile todo tiempo es presente.
En los balcones se invoca a Víctor Jara en estéreo. Las universidades y sindicatos se acoplan a la movilización. Madres e hijas, abuelos y nietos, gente con y sin sombrero: todos estamos hartos. Las marchas atraviesan ciudades, unen a Viña del Mar con Valparaíso, ponen a bailar a Concepción, a colapsar las vías de Punta Arenas y Puerto Montt. El servicio de salud sale a las calles, los portuarios, los profesores. Escribo esto mientras me recupero del gas pimienta en una plaza. Casi quedo fuera de circulación –esta vez sí que fue fuerte. Las multitudes siguieron su paso y así debe ser. “Si no lo hacemos ahora nos arrepentiremos para siempre”, dicen los choferes del Metrobús de Limache a Valparaíso, según me cuenta mi amigo Pato Bravo: “El tren pasa por las ciudades, pasan las marchas y el conductor toca la bocina en señal de apoyo. La gente está feliz apoyándose. Los cabros dentro del vagón se llaman a seguir luchando, a no parar”. Pero vamos a la pregunta, ¿hay certidumbre de lo que se pueda llegar a cambiar? ¿Cuál será la marca del triunfo? ¿Será un triunfo en la medida de lo posible o será total? Es cierto lo que dicen: están buscando dirigentes estudiantiles a sus casas; la policía entra sin permisos, sin orden de allanamiento; existen videos, los medios de comunicación los duplican y el INDH lo confirma junto con el dato de 2138 personas detenidas, 376 heridos de los cuales 173 han sido alcanzados por armas de fuego, 5 muertos confirmados por agentes del Estado (y aún otros diez por confirmar), junto con 44 acciones judiciales en proceso. Por eso repito la pregunta, ¿hay alguna certidumbre? Ante estos datos el Ministro del Interior Chadwick no piensa en renunciar. Si varios lo tuviéramos de frente le preguntaríamos, ¿qué espera? Digo esto y la radio me confirma: se realiza un llamado obligatorio a las reservas activas del ejército para reforzar “labores” en este “Estado de emergencia”. Del otro lado los encapuchados se encabritan y lo rompen todo. Los ciclos de la represión se renuevan como la primavera, pero no hay lugar a dudas de que alguien tiene que renunciar.
Si las cosas siguen con esta fuerza hasta el fin de semana es probable que este país se convierta en una voz inconfundible, una voz que necesita más que nunca a todas las voces de afuera: necesitamos las manos y los pies que tengan porque este estadio del neoliberalismo comienza a entrar en una fase superior del control completo de las fuerzas. Los dirigentes mapuches tienen mucha razón al decir que estas han sido formas que por muchas décadas el gobierno ha tenido con ellos, ese nivel de no-diálogo y violación de cuanto derecho exista ha sido el laboratorio indiscutible de la furia de la élite y sus sabuesos. Es por eso que traductores del mundo, amigos de otras partes, uníos: es urgente romper el cerco mediático de este país de latifundistas.
Cerca de mí un padre eleva una cometa, un volantín como les decimos acá, uno que tiene los colores de la bandera nacional y que a pesar del poco viento logra encumbrarse. De fondo un grupo de gente canta a coro “El derecho de vivir en paz”, ese himno de Víctor Jara, y lo cantan a todo pulmón. Vecinos de distintas facciones y opiniones hablan de realizar un cabildo, de organización, palabras que estuvieron en peligro de extinción en esta geografía. Los estudiantes juegan fútbol en las veredas. Las tropas de Michimalonco no están dormidas, vigilan detrás de las araucarias. La tarde enciende sus faroles, las amapolas y otras flores están abiertas, los padres y los niños aplauden para acallar la estridencia de los helicópteros.
*Este texto forma parte de Mandarinas. Crónicas de la primavera negra chilena (2020), publicado por Neural.
Foto de portada de Diego Alfaro Palma: «El cultrún se enciende con sus velas, la noche en que recuerda a los comuneros mapuches caídos.»