Julio Cortázar, el vengador del futuro

En 2024 se cumplen 110 años de su nacimiento y 40 de su muerte. Entre ciclos y homenajes oficiales, y el desinterés más o menos unánime del mundo cultural, circuló un ensayo que se aleja tanto de los rescates nostálgicos como del repudio snob hacia el autor de Rayuela. Lo compartimos a continuación.

*Por Hernán Vanoli

1. Cosmotécnica 

Amo a Julio Cortázar. No lo amo solamente porque empecé a leerlo a los 11 años, en Villa Gesell, por recomendación de mi tío Claudio, y porque uno suele guardar un cariño puro y letal por ciertos acontecimientos de la infancia. Tampoco lo amo porque es mucho más creativo y por eso elementalmente humano que el resto de los escritores argentinos. Cortázar es mi escritor argentino favorito porque es un utopista y hoy, más que nunca, Argentina necesita de utopías

Cortázar dibujó un boceto de lo que podría aportar la literatura en un país con autoestima y vocación civilizatoria. Yuk Hui llama cosmotécnica a la relación particular de las civilizaciones con la tecnología. Y Cortázar creó una literatura que en primer lugar apuesta por la imaginación cosmotécnica. Su herramienta es la dimensión lúdica de la literatura, que es una de sus principales espadas contra el pesimismo que nos atraviesa. La narrativa de Cortázar nos habilita a preguntarnos por las condiciones de posibilidad de una religiosidad vital, nacional y capaz de trascender al arte y a la política.

2. Cánon

Reconozcamos que Cortázar viene perdiendo la batalla. Fue el pasaporte a la lectura literaria para muchas generaciones, pero un pasaporte singular: aquel pasaporte que te ves obligado a quemar una vez que cruzaste la frontera y estás en el paraíso de la sofisticación. Cuando ya sos un Lector, así, con mayúsculas. 

La condescendencia hacia Cortázar tiene dos rostros. Uno es el de los sofisticados, los que creen que la literatura es algo así como una experiencia artística. Bueno, lamento comunicar que el arte es hoy una rama de la industria de la decoración y la literatura ya no es un arte sino un pequeño islote de resistencia a la captura del lenguaje por parte de los motores de búsqueda y de las inteligencias artificiales generativas. 

Pero además del propio de los sofisticados, hay otro tipo de rechazo a Cortázar, que viene de los pedagogos. Los sofisticados son, por lo general, progresistas blancos. Los pedagogos son celestes o marrones. Son aquellos que dicen que fue un gran cuentista y un novelista malo o mediocre, los que intentan olvidar al Libro de Manuel o a 62/Modelo para Armar. Son los Grabois del Cortazarismo, diciendo que ser pobre es lindo y ser cartonero es copado. Yo, que soy un progresista tornasolado, los repudio. Y vengo a proponer otra cosa.

Quiero reivindicar a Cortázar como ídolo nacional, ahorrando cualquier tecnicismo abstracto sobre sus libros: Cortázar es un ícono sagrado de nuestra cultura y por eso no hay que leerlo, hay que amarlo. Y, en un modesto y acaso pajuerano gesto de amor, sugiero ponerlo como uno de los centros del cánon del Imperio Austral. 

Cortázar en diciembre de 1983, durante su última visita a Buenos Aires, dos meses antes de morir (Foto: Dani Yako)

3. Biografía de un mago

Como ejercicio de gimnasia espiritual propongo leer a Cortázar en otro orden, que no es necesariamente cronológico y que va casi de atrás para adelante. El camino de nuestro héroe sería: 

a) Empezó siendo un izquierdista un poco bobo de la rive gauche de París, exiliado, apoyando a la revolución cubana desde Europa, como un estereotipo de su época, aunque disidente cuando tuvo que serlo, honrando nuestra tradición del liberalismo popular.

b) Se tomó un descanso escribiendo unas novelas gráficas y unas fábulas casi infantiles, tipo Un tal Lucas o las Historias de Cronopios y de Famas, que en realidad pueden ser pensadas como metáforas sobre los algoritmos de microtargeting que nos envían publicidades todos los días. Los Cronopios, las Famas y las Esperanzas son segmentos de consumidores tal como los entienden los algoritmos: los Progres, los Libertarios, los Apolíticos.  

c) Después, con las pilas recargadas, nuestro Pecos Bill, nuestro superhombre de la Patagonia Grande al sur del Amazonas se puso a escribir unas novelas experimentales que anticiparon los libros más importantes de las generaciones que lo siguieron. En este sentido, Rayuela es la gran novela que tramita el fracaso de la unión entre las vanguardias estéticas y políticas en América Latina. Esta tramitación es celebrada por la CIA financiando a Lorrie Moore o a Claudia Piñeiro. También es copiada por Roberto Bolaño en Los Detectives Salvajes, y reversionada por Irvine Welsh desde Escocia en Trainspotting, novelas que marcaron a mi generación mitad Millennial cagada mitad Gen X meada. Y por eso también lo amo a Cortázar. Rayuela fue la novela más fructífera de la segunda mitad del siglo XX, la novela que hizo las preguntas correctas, la novela que abrió el siglo XXI. La novela que enamoró a generaciones de la literatura porque en su interior contenía la melancolía por el fracaso de aquella unión entre vanguardias estéticas y políticas en LAM, pero al mismo tiempo y a contrapelo planteaba que la única manera de encontrarse con el destino personal y espiritual era nacional. Rayuela no fue importante porque fue publicada en los sesentas, los sesentas fueron importantes gracias a Rayuela

Además, el libro más vendido de Cortázar contiene su teoría de que el lector debe implicarse en la novela. Esto se vincula con su teoría sobre el juego y lo lúdico, y pese al umbral técnico y epistemológico que lo constreñía, Cortázar tenía razón porque prefiguraba a su lector del futuro, que es el lector del presente: un niño obeso que juega videojuegos a veces digitales, otras turísticos, otras académicos, entrenándose para apostar financieramente el resto de su miserable y protestante vida. 

d) Su cuarta etapa es la de un cuentista atormentado que, habiendo intuido que la humanidad se dirigía hacia un régimen de acumulación tecnofeudal con consumidores que son como los muñecos de Wall-E, empieza a escribir una serie de relatos donde trabaja el desacople entre tecnología y deseo, y da claves para enfrentarlo desde una cosmotécnica nacional. Voy a dar algunos ejemplos: hay un bloque de cuentos sobre el control biopolítico y la administración de los cuerpos (“La salud de los enfermos”, “La señorita Cora”, and so on); otro bloque sobre los peligros y las posibilidades de la realidad virtual (“El otro cielo”, “La noche boca arriba”, “La puerta condenada”), otro bloque sobre el uso de los psicofármacos (“Cefalea”, “La isla a mediodía”). Incluso podría pensarse otro sobre el veganismo emancipador (“Carta a una señorita en París”, “Axolotl”), y otro sobre las ambigüedades del contacto humano vía redes sociales (“Circe”, “La autopista del sur”, “Relato con fondo de agua”). Quiero decir que en sus cuentos Cortázar nos permite pensar el nudo peligroso por el cual la tecnología es una forma de intervención biopolítica. Cien mil pasos adelantado al postestructuralismo bobo de Borges. En suma, Cortázar no fue importante por ser un autor romántico o melancólico, es importante y es nuestro ídolo porque nos permite apostar por la imaginación nacional desbocada que Borges como agente del M16 pretendía constreñir, entendiéndola como una manera de dialogar con los conflictos globales. 

e) Una vez fundada esta epistemología argentina y sudaca que confía en sus inagotables reservas de imaginación, empatía y turbiedad para nutrir a su población y desplegar su universo simbólico vital, el casi anciano cuentista Cortázar decide mirar hacia la tensión que constituye a las identidades políticas en su país. Está cansado, pero no puede evitar sentirse molesto por la vociferación indignada e improductiva en internet de aquellos que se creen peronistas. Se hace peronista porque es la opción nacional, pero descubre con horror que el peronismo pasó de ser el movimiento nacional de los deseantes a un partido sin imaginación técnica. Esto lo pone en una situación incómoda. Entonces escribe unos cuentos donde ironiza sobre la posición de un peronismo con una composición social de clase media alta, universitario, de un moralismo comunitarista que jamás existió en la historia argentina, ante la herejía de un mileísmo que sí expresa los anhelos de lo plebeyo más allá de su trasfondo inauténtico y protestante. “Casa tomada” narra entonces la historia de dos jóvenes militantes peronistas de clase media alta que hacían jingles muy felices en su casona de Chacagiales chupándole las medias a la casta hasta que ven su universo simbólico asediado primero por el triunfo de Milei y después por la llegada de los trolls libertarios. “Las puertas del cielo” es sobre un joven peronista que se enamora de un peronismo tradicional y retrógrado que ya no va a volver y que piensa al mundo como en la primera mitad del siglo XX,  que lo seduce desde “el otro lado”, creyendo que el país puede pensarse como una ferretería, mientras la pareja del espectro tolera este flash con cierta condescendencia. Su novela “Los premios”, por su parte, narra las peripecias de unos científicos argentinos que se exilian del país que los formó a bordo de un barco sin rumbo y culpan a los negros de mierda que votaron a Milei. 

f) Para terminar, y en su senectud, el Coloso Cortázar se concentra en temas míticos, preguntándose por los fundamentos humanos y antropológicos que van a permitirnos sobrevivir al tecnofeudalismo. “Los Reyes” o los “Prolegómenos a la Astronomía”, por ejemplo. Pero pronto abandona esto y se dirige a un lugar más profundo: el momento en el cual se produce la metamorfosis entre la infancia y la adolescencia, aquello que alguna vez Jürgen Habermas llamó el segundo nacimiento. “Los venenos”, “Final del juego”, “Bestiario”, por dar unos pocos ejemplos, son estrategias para conservar ese momento mágico ante el avance deshumanizante de los espacios de transacción digital.   

4. Un buen montonero 

Quiero repetirlo: más allá de haber detectado núcleos traumáticos que nos invitan a pensar la relación entre nuestro país y el orden mundial tecnofeudal que se configura, y entre nuestra sensibilidad política y las transformaciones sociales a las que nos enfrentamos, Cortázar fue un escritor de vanguardia popular, un montonero pero con apoyo del gran público. Hoy es un hechizo proveniente de una época en la cual la literatura sí aspiraba a dialogar con la política, sí intentaba pensar las formas de agrupamiento social y el problema de las vanguardias, la creación humana, el cambio social, las nuevas aspiraciones y los nuevos traumas, siempre protegiendo a lo humano a través de la imaginación. No es un escritor textual. Y por eso también lo amo. 

5. La única forma de ganar apostando es expropiar a la banca

Para terminar voy a hacer zoom en la cuestión del juego. No descubro nada si repito que Cortázar fue el gran escritor lúdico argentino, el que mejor supo combinar el virtuosismo narrativo con la literatura, no como una maquinaria autónoma referida a los misterios del lenguaje sino como un territorio liminar vinculado al deseo humano de jugar. Toda su idea del juego como incitación a estados de gracia, el traspaso de umbrales de realidad y las sensaciones místicas y de desrealización épica que se logran a través del juego, es decir, toda la vinculación entre la literatura y una de las zonas más potentes de la experiencia vital, está en Cortázar. 

Hoy el juego es preponderante en nuestras sociedades. Las casas de apuestas online son un cáncer de la imaginación pública que, confío, van a ser expropiadas y refuncionalizadas. La idea del lector-actor fue retomada por la industria de los videojuegos y las aventuras gráficas. Pero Cortázar no sólo imaginó una literatura-juego que se hizo realidad en los videojuegos. También anticipó que en la sociedad hacia la que nos estamos asomando la ludificación va a acentuarse y que la batalla política actual está dada por el tipo de gratificaciones que va a otorgarnos una sociedad lúdica. 

Las ciencias sociales están organizadas en torno a la idea de trabajo, y la economía en torno a la idea de ganancia. Como horizonte de ambas disciplinas, resulta deprimente. Pero alguien tiene que atender a los desfavorecidos y alguien tiene que llevar los libros contables. Desgraciadamente, tanto las ciencias sociales como la economía olvidaron la cuestión del juego en una época en la cual la humanidad está construyendo una infraestructura tecnológica monumental para que el hombre realice plenamente lo que lo distingue ontológicamente además de trabajar, que es jugar.

Totalmente perdidos y sobreestimados por la sociedad, los economistas no entendieron esto, ni siquiera después de haber construido una de las maquinarias más terroríficas de juego, su perversión final y absoluta: que obviamente hay que destruir y aplastar bajo la cruz de un Cristo Indígena y Austral, que son las inversiones bursátiles basadas en opciones y en derivados. Es obvio que el sistema financiero es necesario y puede ser un dinamizador de las potencias humanas en su gobernanza del desarrollo de las fuerzas productivas, pero sí y sólo sí esté verdaderamente guiado por la lógica del juego y no por la lógica de la especulación abstracta y protestante, que es justamente lo contrario al juego. 

Cortázar, que estaba en otro nivel, escribió básicamente sobre el manejo del ocio en sociedades donde la gestión del trabajo va a adquirir una nueva forma. 

6. El vengador del futuro 

Cortázar viene del futuro. Viene a vengarse del cipayismo de nuestro cánon. Y nos dice que la grieta entre tecnología y deseo se puede llenar con cosmotécnica nacional. Que los psicofármacos no son una solución. Que la realidad virtual merece ser explorada con límites humanistas. Que la literatura puede cambiar tu vida, que te puede sanar a través de una conexión creativa y eléctrica con lo lúdico. Una conexión que te lleve y te traiga desde y hacia ese “otro lado” donde nuestros espíritus se conectan con la plenitud. Cortázar fue escupido y humillado por los sofisticados y por los pedagógicos, que pretendieron domarlo, pero su promesa los trasciende y les ofrece la otra mejilla para que todos juntos construyamos una Argentina mejor. Una Argentina donde las prácticas de sanación literaria nos conecten con el prójimo. Donde lo lúdico y el trabajo se combinen en una forma armoniosa, romántica y genial, como su pluma. Su camino del héroe lo convierte en una joya de nuestra identidad, por eso elijo amarlo y respetarlo, y releerlo y repensarlo, en este torpe intento por rendirle homenaje. Quizás en algún momento volvamos a ser muchos. Quizás logremos tirar abajo el Obelisco y reemplazarlo por una representación gigantesca de oro y mármol del porteño perfecto, el Cronopio Infinito, nuestro derviche inflamado de la imaginación literaria.  

*Este texto fue publicado originalmente en el Substack Ruinas del progresismo

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Hernán Vanoli

(Buenos Aires, 1980) Guionista, escritor y editor. Publicó ensayo, novelas, traducciones y volúmenes de relatos. Algunos de sus libros son Pinamar (interZona, 2011), El amor por la literatura en tiempos de algoritmos (Siglo XXI, 2019) y Arte folk americano (Penguin, 2021). En Twitter es @Volquetere.

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