Search
Close this search box.
Diez adaptaciones al comic

Extraídas originalmente del cine, la novela, el teatro y la ópera, estas son algunas historias que fueron trasladadas con maestría al mundo de la historieta. *Por Gabriel Reymann

 

Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo…¿Y si la alcantarilla no es tal? A lo largo de todo el siglo XX la historieta cargó con el mote de arte menor y, quizá un poco por intentar dar vuelta esa imagen vinculándola (validándola) a artes “superiores”, hace décadas que es moneda común por parte de sus autores la adaptación a comic de obras provenientes de otros ámbitos. Lógicamente, el coto de caza más cercano suele ser por parentesco la literatura, pero, como el mismo muestrario de esta nota grafica, la búsqueda también alcanza al teatro, la música y el cine; esta selección que sigue no es “las 10 mejores adaptaciones al comic” sino simplemente eso, un muestrario antojadizo de las posibilidades que encierra la traducción de lenguajes.

Omisiones deliberadas: las adaptaciones de literatura de Alberto Breccia (Rulfo, Lovecraft, Carpentier, etc) por obvias -y porque casi ameritan nota propia- y la versión del film Outland a cargo de Jim Steranko, porque su exigua pero definitoria obra también merece nota propia. Sin más:

Totentanz – Dino Battaglia (1968)

 

Pilar y renovador de la estética de la historieta italiana junto a Sergio Toppi en la década del ’60, el veneciano siempre encauzó sus preferencias en la narración de historias situadas en épocas pretéritas. Por ese motivo,  ya en la madurez de su trayectoria dedicó esfuerzos a adoptar obras literarias de grandes escritores clásicos, en especial del siglo XIX: las historias recopiladas en libro bajo el nombre de Totentanz traducen al lenguaje del comic cuentos de Poe, Hoffman e inclusive El Golem de Meyrink. Si bien hay lugar para relatos más livianos/humorísticos, con títulos como Ligeia, Usher y La máscara de la muerte roja lo que predomina es el horror gótico a cuyas ambientaciones Battaglia hace honores con creces: a su uso textural del blanco y negro (esponjas, difuminaciones varias, masas de negro tajeadas con objetos filosos) es posible que las palabras no puedan hacerle justicia, pero sí lo hace la reproducción técnica de la reedición de 2008 de Astiberri.

Romeo e Giulietta – Raoul Traverso y Gianni de Luca (1975)

 

Hablando de maestros italianos de la historieta del siglo XX que merecen ser redescubiertos: urge reivindicación para Gianni de Luca. Previamente versado en el sendero de las adaptaciones literarias y ciertas experimentaciones narrativas, De Luca se consagra definitivamente en la trilogía de adaptaciones de Shakespeare (La tempestad, Hamlet, Romeo…) junto a Raoul Traverso, encargado de la adaptación del guion. Respecto a ese apartado no queda mucho por agregar teniendo en cuenta el alcance de Shakespeare en el imaginario popular, sí de la labor de De Luca: en lo gráfico, un trabajo encomiable referido al diseño, la atención a las líneas- y la importancia de sus diversos grosores como codificación de lectura- y el detalle con carácter funcional. Es en el apartado narrativo donde se aprecia la mayor ruptura: pensando la historia como una obra de teatro, el dibujante disuelve las viñetas y despliega a los personajes moviéndose por el escenario a página completa y doble, danzando sobre la trama merced a una representación sin fisuras del lenguaje gestual.

Salome P Craig Russell (1986)

 

Figúrense lo fan que es Philip Craig Russell de la música clásica en general que denominó y numeró a todas sus obras en el mundo del comic como “opus”, al igual que lo hacen los compositores clásicos. Esta admiración se cristalizó en varias adaptaciones de Maeterlinck (Pelleas et Mellisande, Ariadna y Barbazul), Mozart (La flauta mágica) e inclusive lieders de Mahler, todas ellas con un promedio de calidad bastante alto; recae la elección en la versión de la ópera que Richard Strauss adaptara a su vez del drama de Oscar Wilde fundamentalmente por su espesor dramático y su cercanía con el terreno del tabú. Si hablamos del estadounidense, imposible no mencionar el terreno visual, ya sea por lo narrativo (el particular uso del “montaje” que realiza Russell con las viñetas) como por lo estrictamente estético (su trabajo de líneas, barroco y sintético al mismo tiempo, su característica paleta cromática).

Pinocchio – Winshluss (2008)

 

Winshluss (Vincent Paronnaud), a quien puede que conozcan por Persepolis, parió esta blasfemia adaptación del cuento de Carlo Collodi que se llevó el premio a mejor comic del año en el Salón de Angouleme 2009. Méritos le sobran: los avatares del Pinocho robótico están narrados muy solventemente casi prescindiendo de diálogos, y el dibujo alterna entre colores digitales, acuarelas, lápices y un trazo muy sucio; y, at last but not least, el guion. El devenir de Pinocho origina tanto como encuentra destrucción, sufrimiento, vejámenes y contrariedades de toda clase, pero quizá el verdadero protagonista sea Pepito Cucaracha (Pepe Grillo, claro), quien vive dentro del cráneo del ser artificial y es un espejo hediondo en cual se reflejan muchas de las mediocridades y taras del ser humano –en especial del ser humano artista-. Corrosivo al punto de lo refrescante: 10/10.

La Oruga – Suehiro Maruo (2009)

 

El maestro japonés del eroguro (género de terror que cruza el gore con el sexo más extremo) basó La Oruga en Imomushi, la novela de su compatriota Ranpo Edogawa. Un teniente nipón vuelve de la guerra Japón-Rusia a principios del siglo XX totalmente mutilado, sin piernas, brazos, orejas ni cuerdas vocales, quedando al cuidado de su esposa. La única extremidad en funciones es su pene y desde allí se desata la espiral de degradación en la cual la descomposición se trenza en batalla dialéctica con el sexo más enfermizo; Greenaway y Cronenberg no lo soñaron. La pulsión destructiva arrolladora del guion retoza con la elegancia y la capacidad para el surrealismo de la estética de Maruo, un completo dotado para el dibujo que se reconoce en la tradición de los grandes grabadistas de su país. Para adaptaciones de Maruo aptas para estómagos impresionables, mejor ir por La isla Panorama.

Historia de O – Guido Crepax (1975)

 

La segunda mitad de los 70 encontró al creador de Valentina enfrascado en varias adaptaciones (mayormente eróticas, como Emmanuelle), y la novela de 1954 de Pauline Reage que también fue adaptada al cine por esos años va por esos lares. Como en Teorema de Pasolini, una familia es rota desde adentro desde sus alcobas, solo que esa destrucción está digitada en función de intereses corporativos: las revolcadas de fondo no son entre personas sino entre dinero, sexo, poder y en definitiva dominación. El dibujo del milanés se halla en un punto inalcanzable de elegancia así como su idiosincrática narrativa, desbordante de elipsis, montaje analítico y demás yeites formales de alto vuelo.

Hom – Carlos Giménez (1974)

 

El guionista y dibujante madrileño lo hizo prácticamente todo dentro de la historieta: autobiografía, aventura, comic erótico, humor, política, ciencia ficción, y el terreno de las adaptaciones literarias no le fue ajeno tampoco. Así como había hecho con Jack London y Stanislaw Lem en (el también muy recomendable) Érase una vez en el Futuro, Giménez se sirve de En el lento morir de la Tierra de Brian Aldiss como base argumental desde la cual llevar la historia a los terrenos que le interesan: una distopía fantástica a simple vista que (apenas) esconde un comentario macro/micropolítico fuerte acerca de la lucha de clases y de cómo se (¿des?) organiza el ser humano en sociedad así como también de la pulsión por dominar sobre otros aun en las escalas más pequeñas. Una alta pericia narrativa y un potente blanco y negro cierran el paquete.

Freak Show Varios artistas (1992)

 

El cuarteto anónimo de San Francisco nunca limitó sus intereses a la música, y entre cortometrajes, videos y CD-ROMs asoma la adaptación a la historieta de su disco Freak Show de 1990. Para quien nunca haya oído al grupo con globos oculares como cabezas, se le puede decir a grosso modo que su música fuertemente experimental alterna entre momentos lúdicos/burlones y otros decididamente aterradores; el comic que adapta el disco conceptual sobre fenómenos honra esa impronta grupal con autores del calibre de Brian Bolland, Dave McKean (foto), Richard Sala y John Bolton, entre otros.

Superman: Metropolis – Randy/Jean-Marc Lofficier y Ted McKeever (1996)

 

Dentro del sello Elseworlds, que solía colocar a los personajes de DC Comics en contextos inusuales, el matrimonio Lofficier concibió una trilogía de historias a la cual no se le puede negar su originalidad: emparentar los orígenes de Superman, Batman y Wonder Woman con clásicos del cine expresionista alemán. Al hijo de Kriptón le toca en suerte el marco del film de 1927 de Fritz Lang y el conflicto de lucha de clases así como los roles se trasladan con bastante coherencia; Lois Lane como Maria, Luthor como Rotwang, Jonathan Kent como el magnate Johan Fredersen y su hijo Clark como el mediador Freder. El fuerte sin dudas es la labor gráfica de Ted McKeever, cuasi-abanderado del expresionismo en el comic estadounidense, con la pintura de todo el libro hecha a mano y la suma, a su habitual impacto feísta, de cierto cariz más prístino y realista desde la representación.

Doctor Jekyll y Mister Hyde – Jerry Kramsky y Lorenzo Mattotti (2002)

 

Dedicada a Alberto Breccia, esta notable versión de la novela de Robert Louis Stevenson le agrega otras capas de lectura desde el guion: el original se había adelantado a las teorías del psicoanálisis de Freud –esta versión huele bastante a pulseada entre Yo y Ello-, sumado a una pátina decadendista de desborde que parece subtitular todos los desmanes de Hyde con la palabra “adicción”. El golpe de gracia lo da el arte de Mattotti con su mezcla de lápices de colores, pasteles y demases: atención a las perspectivas deformes expresionistas, a algún escorzo alla Francis Bacon que aparece por allí y a ese encuentro de naranjas, azules y verdes solo calificable como inefable.

Picture of Gabriel Reymann

Gabriel Reymann

Buenos Aires, 1984. Periodista cultural y artista plástico. Escribe en las revistas digitales ArteZeta, Kamandi, Ouroboros y Nueve Paneles.

Últimas notas