Noir criollo: tango, dealers y escolaso 
Una charla con Fernando Martín Peña sobre cine negro argentino.

Fernando Martin Peña (1968) es el historiador del cine argentino más importante de la actualidad y quien más ha hecho por su divulgación y preservación. Sus últimos trabajos escritos giran en torno a analizar el cine noir argentino, tema sobre el que comenzará un taller online el próximo 11 de octubre. 

En esta entrevista, profundiza su definición sobre el género a partir de las primeras películas nacionales que lo transitaron. 

¿Por qué el noir criollo es importante en general y para vos en particular?

Porque se han hecho muchas buenas películas del género. Hubo mucho policial argentino, sobre todo policial negro. Que es la parte más cercana a la literatura y funda la zona del policial de los antihéroes, los perdedores y los criminales como protagonistas, las mujeres fatales. Varias películas argentinas, que rondan esos temas, tienen características muy locales, que no son imitativas de los obvios modelos extranjeros. Toman elementos de esos modelos, pero hacen una síntesis local bastante singular. De hecho, gracias a Eddie Müller (crítico de cine norteamericano, presidente de la Film Noir Foundation), que ha conseguido recursos para recuperar varias de esas películas, ahora se las aprecia afuera en buenas copias y les encuentran características que no aparecen en otro cine. Hay afinidades temáticas, sí, pero también especificidades. No son películas que se parezcan a las películas norteamericanas o francesas, tienen sus rasgos propios.

En tu taller, además de señalar diferencias con el cine noir norteamericano y francés, decís que algunas nacen primero acá.

Aunque existía la novela negra, todavía no existía el noir en Estados Unidos. Sí existía una forma del noir en Francia. En Argentina, lo específico sería cómo se representa la vida criminal, concretamente en términos porteños: acá eran muy populares los cabarets y los locales nocturnos donde se escolaseaba, había juego.  La actividad criminal se mueve alrededor del ámbito del cabaret y está musicalizada con tangos. El ejemplo más importante de esos años es Monte criollo, del 1935, bastante cerca del comienzo de nuestra industria sonora. En esa película suena una versión hermosa del tango Monte criollo, cantado por Azucena Maizani. También es peculiar la forma en la que están descriptos los personajes y la protagonista. Ella es la que de alguna forma lleva adelante toda la trama, porque empuja a los personajes masculinos a organizarse para afanar en gran escala. Eso no lo he visto en otras películas de aquella época. O Turbión, una película de 1937, dirigida por un español exiliado, Antonio Momplet. Los protagonistas de Turbión son dealers de cocaína presentados no como personajes positivos, pero sí con códigos. Una simpática banda de dealers con códigos: ahí está la novedad, los dealers eran tradicionalmente villanos. Que una película esté protagonizada por dealers no se veía en el cine norteamericano: el código de censura lo impidió hasta la década del setenta. Recién con la Bad Exploitation se tematizan personajes marginales como el dealer. Como dije, sucedió en los setenta. Y acá se hizo en el 37’. Rarísimo.

Los tallos amargos (1956) – Fernando Ayala

¿Cómo pensás el noir como género? Sé que tenés una definición.

Es una zona del policial configurada por las novelas negras. Dashiell Hammett es su gran inventor. Se trata de una forma muy distinta a la del policial deductivo. El cine no se hizo cargo de estas novelas hasta la Segunda Guerra Mundial. Por eso pasa casi una década en la que el policial norteamericano se concentra en la figura del gángster, muy presente en la sociedad norteamericana por el crimen organizado durante la época de la prohibición del alcohol o la década del veinte. La mayoría de las películas policiales con las que el cine norteamericano inicia el género están centradas en el gángster: un delincuente. Pero a partir de su protagonismo en la novela negra ya no es visto necesariamente como un personaje negativo. En algunos casos, tienen sus propios códigos, opuestos a la ley, pero no son simplemente villanos. En el policial de los treinta, un policial muy afectado por la censura o autocensura hollywoodense, el gángster es un criminal y en general muere. En el cine negro, aunque el protagonista pueda morir, no hay un juico moral sobre su accionar. Y son personajes imperfectos: el tipo duerme con la esposa de su socio (referencia a El halcón maltés), hace cosas que los protagonistas antes no hacían, suelen ser antihéroes. O de repente es un tipo que ve la posibilidad de afanar una guita y salvarse, y durante toda la película tal vez le sale bien. Ese es un personaje de cine negro, imposible de encontrar en el policial anterior. La novela negra representa todo lo que estaba prohibido en el Hollywood contemporáneo al momento de escritura y difusión de la novela negra. En esas novelas, el crimen está retratado como parte de la cotidianidad de los personajes, como parte de la vida. No está sindicado como el mal. En los policiales anteriores existía el bien, había personajes totalmente negativos o totalmente positivos… Tal vez es más complejo, pero creo que las diferencias esenciales están ahí.

Nombraste Monte criollo y Turbión. ¿Qué otros íconos del noir argentino pensás que son relevantes?

Hay un montón. En un largo texto que escribí menciono muchas películas: Apogeo del film noir criollo en Cine argentino. Hechos, gente, películas. 1896-1958 (Luz Fernández Ediciones, 2024).

Están esas películas que trabajaste con Eddie Müller

Yo las recuperé y Eddie las restauró. El vampiro negro, La bestia debe morir, No abras nunca esa puerta y Si muero antes de despertar (que es una sola película en tres partes), Apenas un delincuente, Los tallos amargos y Sangre negra (que no rescaté con Eddie Müller, pero él la promocionó mucho). Son seis películas que se hicieron con la colaboración de Eddie, y Sangre negra con la Library of Congress. Las pude conseguir en 35 milímetros, como para lograr el estándar de calidad que te piden. La mayoría de las películas en Argentina sobreviven en copias de 16 milímetros, que no se ven tan bien y para ellos no son ni siquiera comercializables.

No abras nunca esa puerta (1952) – Carlos Hugo Christensen

¿Interpela de alguna forma el cine noir al debate actual? Vos hacés mucho énfasis, con razón, en la ausencia en Argentina de una Cinemateca Nacional.

El noir es pertinente siempre porque por más que las miserias humanas se quieran ocultar todo el tiempo salen a la luz. Lo que está pasando ahora, que creo que escandalizaría a muchos autores del noir, es que eso que antes era visto como parte de la zona oscura del alma, la marginalidad, los lugares sórdidos, que a veces también son los lugares de los ricos, ahora se exalta como virtud. No se lo imaginaron ni Hammett ni Chandler. Ninguno de ellos imaginó que lo que antes se trataba de ocultar para realizar ilícitos, ahora está institucionalizada en la política y transformado en una forma del individualismo. Que es como supuestamente debemos ser, porque el individualismo nos hace mejores. Desdeñar la existencia de los demás, desdeñar todo lo positivo que pueda pensarse de la vida en comunidad: hoy se promociona eso como virtuoso. Lo que dicen las novelas negras es esencialmente que el mundo es una porquería, y me parece que esa porquería de mundo está hoy entronizada en el poder. Antes daba la impresión de que el poder era otra cosa, o en todo caso se creía que era otra cosa. A lo mejor siempre fue así, a lo mejor siempre el poder fue equivalente a alguna forma de corrupción. No lo sé. Pero son todas cosas que el género pensó, y por eso es tan contemporáneo, tan actual.

La bestia debe morir (1952) – Román Viñoly Barreto

Diego Cano

1970. Escritor e historiador. En Twitter es @DC_1867 .

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